Categorías: Opinión

La doble destrucción de Ceuta por los almohades

Como ya he referido otras veces, Ceuta fue durante la invasión árabe de la Península Ibérica la llave de las comunicaciones entre España y el Norte de África. De Ceuta salían para España no sólo las grandes expediciones militares para luchar contra los cristianos, sino también los ejércitos con los que los mahometanos que dominaban España luchaban entre sí, habida cuenta de la cantidad de reinos de taifas, emiratos  independientes del Califato de Córdoba, walíes o gobernadores musulmanes que luchaban entre sí  los unos contra los otros, etc. Y a Ceuta regresaban con el tiempo todas esas expediciones militares que antes se habían embarcado en ella. Todo ello, hizo de esta ciudad un punto muy estratégico y un importante nudo de comunicaciones.
Al amparo de tan frecuentes movimientos a través del territorio ceutí, surgió en esta plaza un tráfico marítimo muy importante, pero no sólo militar sino también comercial, mercantil e industrial; lo que hizo convertirse a Ceuta en una ciudad de primer orden en todos los aspectos y en un centro neurálgico entre los mares Atlántico y Mediterráneo, al igual que entre dos mundos, el Oriental y el Occidental, siendo también lugar de confluencia de culturas de signos diferentes. Debido a eso, aquí todo se compraba y se vendía, principalmente, oro, especias, esclavos y los objetos más exóticos que uno  pueda imaginarse.
Esta ciudad era entonces célebre por sus numerosas fábricas de curtido y por el trabajo y colorido de sus pieles que eran conocidas y codiciadas por casi todo el mundo; como también lo eran sus tejidos de seda, lana, paños y telas todas clases; había prestigiosas estructuras, cincelado y relieves de vasos de latón que eran superiores en calidad a los demás por el buen gusto de la fina mano de obra que los elaboraba; hasta aquí llegaban y se comercializaban los mejores objetos, obras de arte, joyas de oro y plata que se elaboraban en Damasco. Hasta aquí venían las mejores mercaderías de Italia, Provenza, España, Argel, Túnez, Egipto y Palestina. Ceuta, en fin, fue en la mayoría de las épocas de entonces todo un emporio de riquezas como consecuencia natural de su fuerte tráfico mercantil, de las transacciones y también del botín de guerra de los árabes, dados los numerosos saqueos de riquezas y tesoros de España que durante la dominación llevaron a cabo tanto los invasores como los corsarios que operaban por todo el litoral mediterráneo y de las costas de Cádiz y Huelva. Pero toda esa riqueza y prosperidad de Ceuta sufrió varias veces duros reveses que le llevaron a ser destruida por dos veces, y no precisamente por los portugueses, sino por parte de los mismos musulmanes y actuando contra los de su propia raza, cultura y religión. Y es que, en 1121 surgiría un nuevo líder. Era bereber, de la familia de los zenatas de Marruecos, donde crecieron como reacción a la relajación religiosa de los almorávides, a los que tachaban de blandos tanto para detener en la Península Ibérica el avance de la reconquista de norte a sur de los cristianos como por no velar adecuadamente por las ideas más puras.
Iniciaron una yihad, o guerra santa, no sólo contra los cristianos, sino también contra los mismos musulmanes que eran tenidos por poco ortodoxos por relajar las costumbres. Este nuevo movimiento creado fue el de los almohades, que abogaban por retornar a las fuentes primeras de su fe: su libro sagrado, el Corán. Los almohades iniciaron así su andadura con su fundador IbnTumart el año 1121. Primero se apoderaron de Marruecos, fundando la capital en Marrakesh, y el año 1146 invadieron la Península Ibérica haciéndose con el poder.
Antes, entre los años 1130 y 1144 también se adueñaron de Ceuta con el propósito de utilizarla como cabeza de puente para poder pasar desde aquí sus ejércitos hacia España a través del Estrecho de Gibraltar.  Abd-el Mumin, que reinaba entonces, atacó y sitió Ceuta, entonces gobernada y guarnecida por los almorávides; y, aunque la ciudad se defendió heroicamente, al final, fue vencida por las huestes atacantes. A partir de su rendición, Abd-el-Mumin la destruyó por completo e hizo aquí una gran matanza, acuchilló y pasó por las armas sin compasión alguna a un gran número de sus habitantes mahometanos, y los pocos que quedaron fueron internados y diseminados por varias regiones del Magreb. Pero ni aun así quedó satisfecha la venganza del vencedor, que prohibió la reedificación y repoblación de Ceuta.
Sin embargo, esta ciudad seguía siendo muy útil y necesaria para las comunicaciones entre España y África y, pasados algunos años, fue restaurada, y si bien ya no volvió nunca a recobrar su viejo esplendor, se repuso en buena parte, de tal modo que pronto volvió a figurar entre las grandes ciudades del litoral atlántico-mediterráneo.  Los mismos almohades la utilizaron de nuevo como puerto de embarque de varias expediciones militares contra España, de manera que hacia el año 1157 se volvió a enviar desde Ceuta un potente ejército formado por unos 30.000 almohades, y en 1195 otro aun mayor. Con este último, derrotaron a los cristianos en la batalla de Alarcos.
No habiendo quedado los almohades  satisfechos con la primera destrucción de Ceuta, hacia el año 1303 el  entonces reino de Fez entró en una sangrienta y desoladora guerra civil en la que también se vio implicado el rey almohade de Granada Ibny-Aben Alajamar, quien envió una potente flota de guerra contra Ceuta al mando del walí de Málaga, Forrex, quien atacó violentamente la plaza y logró entrar victorioso en ella. Fue de nuevo saqueada, la mayoría de sus oponentes de su misma religión fueron pasados por las armas, fue convertida en ruinas y se llevó presos y cautivos a todos los habitantes que quedaron al no poder ponerse a salvo a tiempo. Con ello tendría lugar la segunda destrucción de esta ciudad. De esta época almohade, recientemente fue descubierto un yacimiento arqueológico en le Pasaje Fernández de Ceuta, con enterramiento y una mezquita
Y este segundo golpe fue fatal para la infortunada Ceuta de los almohades. No obstante, con el tiempo logró resurgir de nuevo de tan inmenso desastre. Y aquel imponente ejército mahometano que por segunda vez la destruyó fue luego deshecho y derrotado en la batalla del Salado, próxima a Algeciras, el día 30 de octubre de 1340. Seis después de la segunda destrucción y despoblación de Ceuta, en 1309,  la plaza cayó en poder del reino cristiano de Aragón, que la conquistó ayudado por los árabes rebeldes pertenecientes al reino moro de Granada, aunque sería por poco tiempo, porque en 1317 ya habían vuelto a reconquistarla los Beni Merines de Fez, y bajo su dominio  volvió a prosperar de nuevo, siempre favorecida por su condición de ciudad puente e importante nudo comercial y de comunicaciones entre España y  Norte de África.
En territorio peninsular los almohades encontrarían su derrota más contundente frente a los cristianos en la célebre batalla de las Navas de Tolosa, que tuvo lugar el día 16 de julio de 1212, donde empezó a declinar su estrella. Precisamente el pasado mes de julio se conmemoró el 800 aniversario de aquella célebre batalla, de la que historiadores de reconocido prestigio han coincidido en señalar que no sólo supuso la salvación de España de la invasión árabe (aun cuando luego continuara el reino nazarí de Granada hasta 1492), sino que con ella se salvó también a toda Europa de su ocupación, que era lo que los almohades pretendían, o sea, invadirla también.

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