Resulta evidente que la oposición está utilizando las medidas que viene adoptando el Gobierno presidido por Mariano Rajoy -todas ellas encaminadas a reducir el terrible déficit del Estado- para acusarlo de las peores perversiones imaginables. Se trata de hacer olvidar la responsabilidad máxima contraída por la insensatez del anterior gobierno, y cargar las culpas al que solamente lleva siete meses en el poder. ¿Acaso es concebible que haya sido el actual gobierno el culpable, en tan corto periodo, de la pesadísima losa que supone una deuda soberana de casi mil millones de Euros, equivalentes a más de 160 billones de Pesetas, es decir,160.000.000.000.000, aclaro para los que, como yo, no podemos evitar el seguir pensando en la antigua moneda nacional? Ni el mayor dilapidador del mundo podría hacer la cienmillonésima parte de tamaño agujero en tan breve tiempo. Lo de la herencia, guste o no, es una verdad como una catedral.
Ello no obstante, el machaqueo de una falsedad suele servir, por desgracia, para que lleguen a creerla muchas personas de buena fe. Y por esa razón están presentando al gobierno, con su Presidente Rajoy al frente, como un pérfido grupo sediento de la sangre de los más débiles, sádico -porque presumen que, con la finalidad de obtener placer, realiza horribles actos de crueldad- y también masoquista -porque se supone que goza sometiéndose voluntariamente a tales actos crueles-. Nadie puede negar, en ese sentido, que con los recortes que acuerda se hace mucho daño en su popularidad y en sus expectativas electorales. Algo así como aquel “Heautontimorumenos” (término griego que significa “el atormentador de sí mismo”) título de una obra teatral que escribió el autor latino Terencio, allá por el año 163 antes de Cristo).
España pertenece al eurogrupo, es decir, al conjunto de países que, dentro de la Unión Europea, decidieron adoptar una moneda común, y ello le reporta no solamente derechos, sino también obligaciones. Si el anterior gobierno se negó a reconocer la existencia de una crisis que los demás se dispusieron a afrontar en el momento oportuno, si se cerró en sus fantasías de que teníamos el mejor sistema financiero del mundo, de que se trataba de “una breve contracción” que pasaría sin rompernos ni mancharnos, de que había dinero para dar y repartir y de que quienes hablaban de crisis eran unos “antipatriotas”, todo ello mientras la nación se iba endeudando hasta las cejas, ya que, según afirmaban, el déficit “no es malo en sí mismo” y el dinero público “no es de nadie”, como sentenció cierta Ministra, por lo cual se podía gastar sin freno.
Es verdad que todas las administraciones, la gubernamental, la autonómica y la municipal, han participado -unas más y otras menos- en la creación del enorme agujero, pero ello no disminuye ni un ápice la responsabilidad del ejecutivo de Zapatero, dada su obligación de controlar y poner freno, que llegó a asegurar, además, en el momento de la transmisión del poder al PP, que el déficit era del 6% del PIB, cuando, como se ha descubierto después, alcanzaba hasta el 8,9% (casi 30.000 millones de Euros más). No, esa transmisión no fue tan “ejemplar” como dijeron los crédulos nuevos Ministros.
Total, que España se encuentra en el borde del precipicio; y que para evitar la caída no tiene más remedio que adoptar las “recomendaciones” (verdaderas órdenes) de Bruselas y del eurogrupo, cuyas políticas de reducción del déficit y de defensa de la moneda común podrán ser objeto de crítica y de intentos de reformarlas, pero que, hoy por hoy, son las que son, y a ellas hay que atenerse. Existe una verdad elemental, que no quiere verse, y es la de que como miembros de la UE y del eurogrupo, las naciones pierden parte de su soberanía, dada existencia de organísmos supranacionales dotados de amplias atribuciones.
Total: que los ajustes y recortes no se los inventa Rajoy para fastidiar a los españoles, sino que vienen de más arriba, porque la grave situación de España pone en peligro a las economías de los demás países del euro. Cierto es que algunas medidas de las adoptadas podrían haberse evitado, y otras aminoradas en sus efectos, dando el corte en partidas distintas. Pero de ahí a considerar que el gobierno se dedica con fruición a fastidiar a los españoles por el gusto de hacerlo va muchísimo trecho. Los recortes y ajustes los lleva a cabo muy en contra de su voluntad y de su programa (habría que ver cuántos de sus votantes lo conocían de verdad) porque no tiene más remedio. Eso lo saben tanto los partidos de la oposición como los dirigentes sindicales, pero prefieren explotar el justificado disgusto de los ciudadanos en busca de réditos políticos, con las miras puestas en hacer caer a un gobierno que se encontró con una deuda soberana -una soberana deuda- muy superior a la que le dijeron, y que tendrá que pagar en el año 2013 nada menos que 38 mil millones de euros de intereses.
Por desgracia para España, esos partidos y esos sindicatos se han asilvestrado. A estas alturas, ni quieren comprender ni les interesa. Pues que sepan que de persistir en su postura nos pueden llevar a la intervención y a la ruina total. Suya sería tan grave responsabilidad.
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