La verdad es que encuentro muy contento y muy complacido de haber asistido a los encuentros de la II Semana de la Discapacidad, organizada en plan magnífico por el IMSERSO y nuestra Oficina de Accesibilidad.
Magnífica por el elenco y buen humor de los oradores, y por la certidumbre que ha depositado en mí el testimonio de personas que han tenido que dar el trescientos por cien para estar a nivel con los demás.
En uno de los espacios, la maestra preguntaba. “¿Qué es la discapacidad?”. Yo levanté la mano y dije con determinación: “Es un reto”. Sin embargo, me estaba callando un argumento que tengo para mí y que le da a la pregunta otra dimensión: “¿Puede una persona con discapacidad participar en esta sociedad tan exigente y competitiva?”.
Yo digo: “Imaginad un avión al que se le estropea un motor en pleno vuelo, ¿es posible mantenerlo en vuelo y llevarlo a buen puerto?”. La respuesta es “sí”, pero el piloto ha de ser sumamente diestro y habilidoso.
En mi opinión este es el enfoque que hemos de trasmitir desde el colectivo; huir del derrotismo y aceptar el pulso con la dificultad, del que hemos de salir victoriosos. A mis colegas de la esquizofrenia les digo que no hagan caso del síntoma de la apatía, y que le miren a los ojos a las limitaciones, aunque solo sea en un último intento.
En estos pensamientos estaba yo cuando aparece en escena el “Langui”, un simpático portador del habla madrileño, que se arrancó con una historia de superación, y que me dejó helado por su verdad y por su enseñanza. Al cabo, solo quedó una esencia en el público expectante: “Yo también quiero matarme por salir adelante”. (Quizá sea el sueño más compartido).
Langui señaló como fundamento de su valía la educación que le dieron sus padres, y que consistía en dejarlo a solas con su dificultad, confiando éstos en que la evolución humana diera un paso más.
Estremece pensar que el simple hecho de ponerse unos calcetines para el fútbol, le supuso una lucha titánica, donde toda noción de suficiencia queda superada con amplitud. ¿Sabemos lo que tenemos los que andamos con una movilidad pequeña o mediana?
Yo, por mi parte, tengo que luchar contra la cercanía del delirio, contra un misticismo compulsivo que me lleva al aislamiento, y engranar mis pensamientos como quien pasa el hilo por el ojo de una aguja. Tengo que redoblar mi atención y estar vigilante, pues la paranoia de la persecución nunca descansa. También tengo la espada de Damocles de que si meto la pata se achaque a que es por culpa de la enfermedad, y no un proceso natural al que todos tenemos derecho.
Es mi enseñanza: “sabiendo tus debilidades, puedes exhibir tu fortaleza”.
Escuchando al Langui prácticamente es un delito quedarse quieto y dejar escapar tus sueños.
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