Aunque tendamos a olvidarlo con cierta facilidad, el hombre es, primero, después y siempre, como los demás miembros del reino animal, prisionero de su organismo biológico. La distancia que nos separa del resto del reino animal no es tan abismal como mucha gente cree. No obstante, tal y como analizó H.T. Hall, en su conocida obra “La dimensión oculta”(1966), el hombre ha creado una nueva dimensión en torno a su organismo, la dimensión cultural. La relación entre el hombre y la dimensión cultural es tal, que tanto el hombre como su medio ambiente participan en un moldeamiento mutuo. El hombre está ahora en condiciones de crear realmente todo el mundo en el que vive, lo que los biólogos llaman su biotopo. Y al crear ese mundo está en verdad determinando la clase de organismo que será. Esta idea fue igualmente expuesta por Winston Churchill cuando dijo: “nosotros configuramos nuestros edificios y ellos nos configuran a nosotros”.
Edward. T. Hall acuñó la palabra “proxémica” para designar las observaciones y teorías interrelacionadas del empleo que hace del espacio, que es una elaboración especializada de la cultura. Una de sus principales aportaciones fue demostrar que las diferentes culturas habitan diferentes mundos sensorios y no emplean los mismos sentidos ni siquiera para establecer la mayoría de las distancias observadas durante las conservaciones. Por ejemplo, observó que los árabes emplean el olfato y el tacto más que los norteamericanos y tienen incluso distintos modos de establecer la diferencia entre espacio público y privado.
Las normas proxémicas, en opinión de E.T.Hall, desempeñan en el hombre un papel fundamental, ya que consolidan el grupo al mismo tiempo que lo aíslan de los demás, reforzando por una parte la identidad intragrupal y dificultando por la otra la comunicación intergrupal. Este aspecto ha sido sistemáticamente ignorado por los arquitectos, urbanistas y políticos encargados del diseño de las ciudades. Éstos han pasado por alto que los distintos grupos étnicos o culturales que habitan nuestras ciudades conservan identidades bien notorias durante varias generaciones. Pero nuestros programas de construcción de viviendas y de urbanismo raramente toman en cuenta estas diferencias. Tal y como destacó E.T.Hall, nos negamos a aceptar la realidad de que dentro de nuestras fronteras nacionales tenemos diferentes culturas. En el caso de Ceuta, tratamos a una comunidad tan numerosa como la musulmana como si fueran españoles de herencia nórdica europea y de clase media, pero recalcitrantes y deficientemente educados, cuando en realidad son miembros de un enclave culturalmente diferenciado, con su propio sistema de comunicación y de valores. Esta diferencia debe utilizarse de un modo constructivo, haciendo un esfuerzo para descubrir y satisfacer las necesidades de los musulmanes y otros colectivos existentes en nuestra ciudad para que los espacios que habiten sean no sólo compatibles con sus necesidades sino que además refuercen los elementos positivos de su cultura y que contribuyan a proporcionales personalidad y vigor.
Resulta paradójico que en una ciudad como Ceuta no se haya prestado atención a la cuestión proxémica. Por mucho slogan turístico de “Cuatro mundos por descubrir”, los propios ceutíes no hacemos dada por propiciar este “descubrimiento” en el seno de la propia sociedad ceutí. E.T.Hall llevó a cabo en Norteamérica este tipo de investigación sobre distintas culturas existentes en su país. Entre los grupos analizados incluyó a los árabes de los que hizo una serie de observaciones muy interesantes sobre la manera que perciben los espacios cerrados. Según Hall, “a los árabes no les importa verse apretujados entre gente, pero les repugna sentirse encerrados entre paredes, y manifiestan una sensibilidad abierta mucho más grande que la nuestra al hacinamiento arquitectural. El espacio cerrado debe cumplir por los menos tres requisitos, decía Hall, para satisfacer a los árabes: deber dejar mucho espacio libre de obstáculos donde moverse, tener techos muy altos (tanto que normalmente no obstruyan el campo visual) y además no deben tapar la vista”. Algunas de estas observaciones son ciertas, como el hecho de que a los musulmanes les gustan los sillones en forma de banco, pegados a la pared, dejando el centro de la habitación exento. Este último comentario es simplemente un pensamiento espontáneo que me ha venido a la cabeza cuando pretendo abrirme hacia la oculta dimensión proxémica. No cabe duda de que esto requiere una investigación más profunda y sistemática abordada por especialistas en psicología, antropología y etología humana. Un estudio que consideramos fundamental para el diseño de una ciudad que reconozca las diferencias culturales en la percepción de los sentidos y del espacio. Por desgracia, tenemos serias dudas sobre la voluntad para realizar estudios de esta índole y, por lo tanto, seguiremos planificando nuestra ciudad teniendo muy escaso conocimiento de las necesidades espaciales de sus habitantes y prácticamente sin la menor idea de que esas necesidades cambian de una cultura a otra. Hay muchas probabilidades de que se hagan entrar por la fuerza a sectores sociales en moldes que no son para ellos. Piensen en el tipo de vivienda de protección oficial que se les ofrece a personas que proceden de contextos culturales poco o nada acostumbradas a vivir en bloques de diez o doce plantas.
El reto que tenemos ante nosotros es difícil y al mismo tiempo apasionante. Siempre que hay prestamos entre distintas culturas, lo amparado ha de ser adaptado; de otro modo, lo nuevo y lo viejo no se acomodan y, en algunos casos, las dos formas son completamente contradictorias. Nuestra suerte es que la frontera cultural entre lo occidental y lo musulmán se encuentra bastante difuminada en territorios como Ceuta. Quizá el primer paso consista en dejar de lado un modelo de urbanismo y una arquitectura que no satisface ni a unos ni a otros. A partir de este punto quizá podamos construir una ciudad que aúne los gustos occidentales y los musulmanes, principalmente en cuanto a manera de percibir el espacio público y el privado.
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