La despedida a un ser querido... en un particular estercolero

Despedir a tu ser querido en una especie de estercolero. Darle la última despedida en el ambiente menos propicio. Decir adiós, rodeados de la menor sensibilidad que uno podía encontrarse en los que son los momentos más difíciles de la vida de cualquier persona. El pasado 5 de marzo quedó marcado en negro para la familia de María Castro, quien a sus 98 años dejaba ya su etapa vital en Ceuta. Tras ser velada por toda su familia en el hogar familiar, mimada y arropada con cariño por todos sus cercanos, se procedió a la incineración en Santa Catalina. Del mimo, del cuidado hasta el último detalle se pasó a una de las peores experiencias que los hijos y familiares directos de María han tenido.

Tuvieron que darle el último adiós en una particular ‘casa de los horrores’, lleno de moho, de aguas fecales, con bolsas de basura y otras con restos de otro tipo a la vista. Un lugar en el que se ofreció el responso a esta mujer al lado de orines, en un espacio de dejadez absoluta. Después de este escenario se procedería a la incineración.

El recuerdo de lo vivido y el deseo de que esto no vuelva a suceder ha llevado a la familia de María Castro a hacer pública su experiencia después de haber trasladado la queja por los cauces oficiales. La respuesta que se les dio era que allí no tenían que haber accedido, que no tenían que haber oficiado el responso en ese lugar ya que se suele hacer en el tanatorio. En este caso particular la fallecida fue velada en su hogar, en el ambiente que ella hubiera querido, de ahí que la última despedida tuviera lugar en este punto.

Una excusa sin sentido. ¿Acaso los muertos no tienen derecho a una despedida digna?, ¿se supone que ‘lo correcto’ es evitar que familiares cercanos se aproximen a este lugar para que no sepan del estado de las instalaciones?, ¿el respeto hacia quien ha dejado de estar entre nosotros se pierde ya dentro de una caja de pino?

Será que los muertos no votan, será que la dignidad y el respeto a lo que han sido, a su memoria se pierde en el momento en que deja de latir la vida. No. Ceuta se merece unas instalaciones dignas en las que decir adiós a los familiares sea un último capítulo de una estación ya de por sí dolorosa, en la que cualquier feo detalle queda marcado para siempre y hiere como una puñalada.

La familia de María la despidió con todo el cariño que le profesaron en vida. Pero ya es hora que la Administración entienda que a los honores no se ofrecen solo a los vivos, también a quienes deben ser despedidos con dignidad, no en medio de una zona dejada, abandonada, que más pareciera un estercolero que las inmediaciones de un espacio en el que trasladar por última vez todo el cariño a quien se va.