Categorías: Opinión

La derrota en las armas de Francia por España (y II)

El parte de Murat a Napoleón de ese día era el siguiente:“Uno de mis ayudantes, que había enviado para cumplimentar a la reina de Etruria, ha sido detenido a la puerta de palacio, y habría sido asesinado por el populacho desenfrenado, si no hubiese sido por 10 ó 12 granaderos de S. M. que he enviado para liberarle. Otro ayudante fue apedreado y herido. Un batallón de mi guardia, apoyado por dos piezas de cañón y un escuadrón de cazadores polacos, cargó contra la reunión que existía en el palacio, y la ha disuelto a tiros de fusil”. A las 10´30 Murat intentó sofocar la revuelta con bárbaros métodos de represión; envió a Palacio un Batallón, un escuadrón y dos cañones, con drásticas instrucciones de dar a la multitud un gran escarmiento. Dos repentinas descargas de fusilería y metralla despejaron los alrededores produciendo numerosas bajas. De 11 a 12 el pueblo se echó a la calle armado con escopetas, pistolas, piedras, agua y aceite hirviendo que desde los balcones las mujeres arrojaban a los franceses.
El general francés Grouchy, decía en su parte del día 2 de Mayo: “He hecho tomar las armas a los cuerpos estacionados en el Retiro y montar a caballo a los dragones.  He organizado dos columnas de ataque con cañones en cabeza en cada una de ellas, cargando por las calles Alcalá y San Jerónimo desde el Prado; he hecho atacar a la vez la Plaza Mayor, la calle Mayor y la Puerta del Sol.  La guardia imperial, con diversas cargas de caballería y algunos tiros de cañón con metralla, han dispersado enseguida a los insurgentes, entre los que una gran cantidad ha sido muerta o sableada.  La evacuación de las calles y la ocupación de los puntos principales de la villa no detenían la viva fusilería y la lluvia de piedras y tejas que, desde las ventanas y tejados nos alcanzaban y herían a mucha gente. He intentado vanamente, mediante oficiales franceses y españoles, que los habitantes cesaran el fuego; los portadores de las palabras de paz han sido recibidos a tiro de fusil y ha resultado inútil mi aviso de que haría pasar por el filo de la espada a todos aquellos que se encontraran en las casas desde donde se seguía haciendo fuego; por lo que me he visto obligado a llegar a esta cruel extremidad que la efusión de sangre francesa hacía necesaria”.
Salieron todos hacia el Regimiento del teniente Ruiz de Ceuta, quien ese día se hallaba en su casa en cama y con fiebre; pero, al oír disparos en la calle, corrió a su cuartel. Y aquí va a aparecer ya Ceuta y su semillero fértil de valientes soldados y excelentes patriotas que siempre ha dado a España.  Desoyendo el teniente Ruiz de Ceuta la orden de su capitán de no intervenir, se unió al Batallón de Voluntarios que salió con 33 hombres hacia el Parque de Artillería, al que accedió a las 12´30. Encañonó al capitán francés que mandaba 80 hombres y los desarmó diciéndoles: “El primer Batallón de Voluntarios está en la puerta y los demás vienen marchando. Ya que por vuestra parte han empezado las hostilidades, es forzoso que os entreguéis de inmediato; de lo contrario seréis pasados a cuchillo”. Mandó a su fuerza preparar armas, y temerosos los franceses arrojaron las suyas al suelo.  Un artillero abrió entonces las puertas del Parque, el pueblo gritó vivas al Ejército, y aclamó al teniente Ruiz de Ceuta como libertador. Entraron los civiles y se armaron. Fusil en mano salieron corriendo a la calle. A las 13 hrs. llegaron 1.000 franceses de refuerzo y exigieron la rendición, pero fueron recibidos a balazos. El capitán Velarde cerró las puertas del Parque y dejó encerrados a los 81 franceses que antes había desarmado el teniente Ruiz. En la calle se luchaba ya cuerpo a cuerpo. El capitán López Barañan, que luchó el 2 de Mayo apostado en el nº 83 de la calle Ancha de San Bernardo, relató así la llegada de los franceses al Parque: “Entró por la puerta de Fuencarral una columna francesa con sus cañones de campaña haciendo fuego de metralla por los balcones del cuartel; intentó penetrar por la calle del Parque y por dos veces fue rechazada, con mucha pérdida”.
Ese día Murat informaba a Napoleón: “Tropas del general Lefranc, ocuparon el Convento de San Bernardo, donde se encontraban emplazados 3 cañones. La mayoría se dirigieron al arsenal a fin de capturar cañones y fusiles, pero el general Lefranc desde la puerta de Fuencarral, marchó sobre ellos a la bayoneta consiguiendo hacerse dueño y tomar los cañones que los sublevados habían capturado”. Pero lo que ese de parte Murat silenciaba era que el general Lefranc sufrió dos heridas en un muslo producida por los españoles. En la lucha del Parque el capitán Daoiz murió acuchillado a bayoneta. Acudió a socorrerle el capitán Velarde, y también murió de un tiro en el corazón. Tomó el mando el teniente Ruiz de Ceuta, quien luchó con tal ímpetu que parecía lanzar un reto a la muerte; fue herido en el brazo izquierdo perdiendo mucha sangre. Fueron a retirarlo, pero se negó rotundamente; lo curaron con una venda y retomó el combate.
En medio de humo y cadáveres se quedó solo disparando en el patio del Parque. Fue de nuevo herido. Le entró una bala por la espalda y le salió por el pecho. Cayó como muerto.  Unos amigos lo recogieron muy grave, lo curaron y lo llevaron a su cuartel. Días después lo ocultaron, porque Murat había ordenado el  día 3 el fusilamiento inmediato de todos los que destacaron en el Parque. Lo sacaron oculto hacía Badajoz, salvándole de un seguro fusilamiento. Pero las heridas eran muy graves, y falleció el 13-03-1809. Fue enterrado en Trujillo, en un sitial preeminente y de honor dispuesto por dicha ciudad en la iglesia de San Martín.  Como extremeño, me enorgullezco de la hidalguía y caballerosidad con que Extremadura honró al teniente Ruiz. Y es que, el azar de la vida quiso que falleciera en la bizarra cuna de otro héroe: Francisco Pizarro.
En Trujillo permaneció enterrado 100 años, hasta que en 1909, sus restos fueron exhumados. La ciudad de Trujillo tributó al Teniente Ruíz  impresionantes funerales, rindiéndole los máximos honores en medio de dos grandes manifestaciones de duelo, tanto en su entierro como en la exhumación de sus restos.  En prueba de lo que afirmo, cito un párrafo del discurso del coronel ceutí D. Federico Páez, Presidente de la Comisión que trasladó los restos del teniente Ruiz desde Trujillo a Madrid. Dice así: “Por las cenizas sagradas de Ruiz os juro que, cuanto pueda y cuanto valga, mi modesta pluma, mi espada y los alientos de mi corazón los consagraré para pedir que se haga justicia al pueblo sencillo, noble y hospitalario de Trujillo”.  Lo que, como extremeño con 26 años residiendo en Ceuta, no alcanzo yo a comprender es por qué después de tan digno trato dispensado al teniente Ruiz, Trujillo y Ceuta no han sido todavía declaradas ciudades hermanas.  El pueblo continuó luchando el día 2 de Mayo en el Parque, Puerta del Sol, Plazas Mayor y de la Cebada, la Paloma, el Rastro, etc. En las memorias del soldado francés Johan Maempel, que el 2 de Mayo luchó en la Plaza Mayor, dice: “Marchamos por brigadas, las fuerzas ligeras en vanguardia y así alcanzamos la puerta de Segovia… Cargamos por mitades de compañías con bayoneta calada. Nos lanzaban de los tejados y ventanas todos los objetos posibles matando e hiriendo a un gran número de franceses”.  A las 12 hrs. tropas francesas dirigidas personalmente por Murat reforzaron la Puerta del Sol y puntos estratégicos. El parte de Murat a Napoleón decía: “El general Lefranc, que ocupaba con un regimiento el Convento de San Bernardo, se trasladó a la puerta de Fuencarral, donde se encontraban emplazadas tres piezas de cañón.
La mayoría se dirigieron al arsenal a fin de capturar cañones y fusiles. Pero el general Lefranc, que se encontraba a la entrada, marchó sobre ellos a la bayoneta consiguiendo tomar los cañones capturados por los sublevados”. A las 13 hrs. la potente maquinaria de guerra francesa sofocó a los españoles en Puerta del Sol produciendo una enorme matanza. La lucha callejera duró hasta las 14 hrs, que, ya sin armas ni municiones, fueron todos puestos fuera de combate.  Hay un extenso poema sobre el 2 Mayo, escrito en 1808 por Bernardo López García, que pone de relieve el patriotismo, la resignación y  el buen humor con el que el pueblo soportó su heroico sacrificio. Una de sus estrofas dice así: “Oigo, Patria, tu aflicción/ y escucho el triste concierto/ que forman tocando a muerto/ la campana y el cañón/ sobre tu invicto pendón/ miro flotantes crespones/ y oigo alzarse otras regiones/ en estrofas funerarias/ de la iglesia las plegarias/ y del arte las canciones”.
El día 3 de mayo, de madrugada, se ejecutaron los fusilamientos en Príncipe Pío. Cerca del cementerio fueron asesinados 43 españoles por sorteo entre los detenidos. Los condujeron maniatados, a culatazos de fusil y a punta de bayoneta. Les insultaron y vejaron hasta extremos increíbles. Dejaron los cadáveres 12 días sin enterrar por orden expresa de Murat, pese a que empeñó su palabra de honor de que no habría represalias.  Sólo en el Prado se cargaron ese día 18 carros de cadáveres, más los recogidos en otras calles. El 2 de Mayo murieron en Madrid 900 españoles, de ellos 320 fusilados. Los franceses tuvieron unas 300 bajas. Murat dictó el día siguiente un bando, ordenando el fusilamiento inmediato de quienes portaran armas, fueran en grupos de más de 8, o  autores de libelos sediciosos.    El 2 de Mayo fue llamado en Madrid: “Día de la infamia”.  El poeta de la época Arriaza dijo: “Esos que veis que maniatados llegan/ al bello Prado que el placer formó/ son los primeros corazones grandes/ que en su fuego libertad prendió/ ¡Vedlos cuan firmes a la muerte marchan/ y el noble ejemplo que al morir nos dan/ Oíd cual gritan con horrenda voz/ que España nunca quede presa del invasor!”.  El 2 de Mayo fue la chispa que prendió rápidamente por todo el país. El mismo día 2, la noticia de los hechos sangrientos llegaron a Móstoles. Allí se redactó un bando por Juan Pérez de Villamil y Paredes, Bachiller en Leyes. Fue firmado por el alcalde Andrés Torrejón. Se redactó en dos versiones, una bastante amplia y otra reducida. Por premura de tiempo, cito la más corta. Dice así: “La Patria está en peligro. Madrid perece víctima de la perfidia francesa. ¡Españoles, acudid a salvarla!”.  Como prueba del llamamiento a la sublevación general, traigo a colación la orden del Abad Couto, jefe del alzamiento en Galicia: “¡Ordeno que se levanten los pueblos que no lo están y que en el preciso término de 24 horas, todos los hombres que puedan regir armas se presenten; y, no haciéndolo, se quemarán las casas y se hará fuego sobre los españoles omisos, como si fueran enemigos!”.  
Al tener noticia de los sucesos sangrientos de Madrid, se alzaron casi todas las provincias y ciudades. Todas serían luego ocupadas por los franceses. Sólo se libraron Cádiz, debido a la rápida actuación del ejército de Extremadura, más Tarifa, Alicante, Ceuta y Melilla.  El Ejército español, según el libro “Entre la guerra y la paz. Jaén 1809-1814”, contaba con 138.241 hombres; 7.222 jefes y oficiales, y 131.019 clases de tropa, más 5.000 caballos. Se trataba de un ejército mal pertrechado y peor pagado debido a las precariedades económicas. El ejército francés disponía de 1.509.127 hombres, pertrechados de armamento moderno y pletóricos de moral. La proporción era de 1 soldado español por cada 10 franceses. El presupuesto de España era en 1807 de 700 millones de reales; mientras que el de Francia era cinco veces mayor. Al principio, la guerra resultó ser un paseo militar para Napoleón. Llegó a jactarse diciendo: “Los asuntos de España están ya casi terminados”. Y en julio de 1808, Napoleón alardeaba diciendo: “La guerra en España es una guerra en la que el ejército francés ocupa el centro, y el enemigo  puntos de la circunferencia”.  La primera batalla en ganarse fue la de Bailén, que resumo en cuatro líneas: El 23-05-1808 salieron de Toledo tropas francesas del general Dupont hacia Cádiz, por orden directa de Napoleón, para salvar a la escuadra francesa que se hallaba surta en dicho puerto en inminente peligro. El 31 franquearon Despeñaperros sin  resistencia. (Continuará el próximo lunes).

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