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La derrota de Francia por España en 1808 (I)

Por escribir los lunes, me uno con retraso a la celebración del Dos de Mayo; en cuyas fechas, primero Madrid y luego toda España, se alzaron en armas contra Francia, que había invadido nuestro país de forma ilícita, injusta, con engaño, vileza y vulnerando Tratados internacionales y pisoteando la dignidad de los españoles. Los franceses cometieron en territorio español bárbaras atrocidades, pillajes, saqueos, violaciones y asesinatos. Sin embargo, hoy aquellos execrables hechos debemos valorarlos desde la perspectiva histórica del tiempo en que se vivieron, sin rencor y sin resentimiento, sino como enseñanza del pasado. Hoy Francia y los franceses son nuestros amigos y no se trata de querer resucitar aquí el pasado; pero sí de no olvidar las lecciones que la Historia nos enseña. Un estadista tan pragmático y sereno como el que fuera Canciller alemán Helmut Khöll, nos dejó dicho que: “La historia de los pueblos debe conocerse, porque quienes no conocen el pasado, no pueden comprender el presente, ni construir su porvenir”. Y aquí en nuestro país,  Cervantes  en “El Quijote” nos dice que: “El pasado nos avisa del presente y nos advierte sobre el porvenir”. Y el  filósofo Julián Marías  nos recuerda que: “Es muy grave el olvido de la historia, porque la realidad siempre se venga del que no cuenta con ella”.
El 7-03-1793, Francia, prácticamente,  ya declaró la guerra a España, con el único pretexto de que: “Había que hacer la guerra a los reyes para emancipar a los pueblos, y para exterminar a los Borbones españoles”. Unos 45.000 soldados españoles, al mando del General Ricardos, vencieron en principio a los franceses ocupando los territorios galos de Tolón y el Rosellón. Pero España, tan magnánima ella como siempre, decidió retirarse, y en el repliegue los franceses contraatacaron ocupando las ciudades españolas de Figueras, Rosas, Irún, Fuenterrabía, San Sebastián, Tolosa, Bilbao, Vitoria y Miranda de Ebro, aunque después tuvieran que devolvérnoslas. Ya entonces se distinguió por la dureza de sus ataques y claras muestras de odio y desprecio hacia España y los españoles un joven capitán, llamado Napoleón Bonaparte, que pronto se hizo con el poder. De él dijo entonces el general francés Foy, que: “Napoleón contaba con el más formidable ejército que jamás había tenido Francia”. La “Gran Armée”. Era un ejército invencible, con el que llevó a cabo una política beligerante y expansionista, invadiendo numerosos países para anexionarse toda Europa. Ninguno de los países invadidos le presentó cara.
En España reinaba Carlos IV, un rey de carácter débil, muy aficionado a la caza y a las fastuosas celebraciones palaciegas. Los asuntos de Estado los confió a Manuel Godoy que, como era más que protegido de la reina Mª Luisa, hizo una carrera meteórica. Con 17 años ingresó como Guardia de Corp de la Escolta Real, con 22 era ya coronel, con 24 Mariscal, con 25 Primer Ministro, con 26 capitán general y con 34 generalísimo. La prensa de la época se hacía eco de que: “Valía más una sonrisa de Godoy que una promesa del rey”.   Sin embargo, hay en la actualidad un grupo de historiadores y analistas de reconocido prestigio, entre ellos Seco Serrano, Santiago Castelo, Bullón de Mendoza, La Parra, Rúspuli, etc., que pretenden recuperar la verdadera figura de Godoy, y que coinciden en señalar que hizo todo lo que se podía en las difíciles alternativas que tuvo ante sí, teniendo que gobernar bajo la presión del todopoderoso Napoleón y de los países que eran los grandes colosos de Europa. El mismo Napoleón dijo a Godoy en su exilio de París: “Regrese a España, ese país que tan difícil es de gobernar, y que usted ha preservado de los tropiezos y vaivenes en los días malos de Europa”. Napoleón era muy ambicioso del poder y del mando; él mismo confesaba que: “Desde mis primeros pasos, me mandé a mí mismo”.
España estaba entonces en situación de manifiesta debilidad, Napoleón vio el momento propicio para adueñarse de ella. Lo había ya insinuado en 1805, al decir en público: “Un Borbón reinando en España es un vecino muy peligroso”. En 1806, Napoleón incluso “juró vengarse de los españoles y ponerlos en situación de que no le perjudicaran”. Y también había amenazado veladamente a nuestra monarquía preguntando con ironía a Godoy si “los reyes se habían cansado ya de reinar en España”. En 1807 España y Francia firmaron el Tratado de Fontainebleau, para invadir Portugal. Ese fue un gran error de Godoy, porque, con el pretexto de ocupar Portugal, 28.000 franceses, al mando del general Junot, entraron en España el 18-10-1807, incluso antes de que se firmara dicho Tratado. Pero, además, sin previo permiso de España, Napoleón envió otros 90.000 soldados más que ocuparon Madrid, Barcelona, Pamplona, San Sebastián y otras ciudades.   Ahí fue cuando Godoy se percató ya de los verdaderos propósitos de Napoleón de apoderarse de España. Y también ahí fue cuando le plantó cara a Napoleón como nadie lo hizo; ordenó que regresaran las tropas españolas de apoyo que junto con las francesas estaban preparadas para invadir Inglaterra, le exigió la retirada de España de los 90.000 franceses que habían entrado sin autorización, e incluso amenazó a Napoleón con que, si no retiraba las tropas, España se aliaría con Inglaterra, tal como luego haría.
El 23-03-2008, el general Murat, entraba con sus tropas en Madrid. Y España, haciendo realidad la anterior amenaza de Godoy a Napoleón, se alió con Inglaterra. El 30-06-1808 el duque de Wellington llegó a España al mando de 15.000 ingleses. El historiador inglés Esdaile llamó a esa entente: “Alianza desgraciada, forzada por las circunstancias, a las que españoles e ingleses se vieron arrastrados”; mientras que el general francés Roget declaró con arrogancia y despecho: “Las coaliciones y sus ejércitos sólo han sido para el emperador ocasiones para obtener nuevos triunfos”.   Napoleón confesó a su jefe de Estado Mayor: “Si España me costara 80.000 hombres, no la ocuparía, pero no me harán falta más de 12.000”; aunque, tras comenzar la invasión, el 29-03-1808 Napoleón advertía por carta a su cuñado Murat, al que nombró su representante en España: “No creáis que vais a atacar a una nación desarmada y que no tenéis más que presentar en parada vuestras tropas. Tenéis que habérosla con un pueblo que tiene todo el valor y entusiasmo que se encuentran en los hombres no gastados por las pasiones”. Y en 1810 había ya 350.000 soldados franceses en España.
Napoleón convocó a Bayona a Carlos IV y Fernando VII, con engaño y teniéndoles allí en calidad de rehenes. El 20-04-1808 puso frente a frente a padre e hijo, y ambos se insultaron y se faltaron al respeto. Viendo el emperador lo mediocres que los dos eran, primero, conminó a Fernando VII a devolver la corona a su padre, y luego obligó a Carlos IV a abdicar en el propio Napoleón. Eso sí, a éste le fijó la gigantesca renta de 30 millones de reales y varios castillos, para que iniciara un exilio dorado. El 6-06-1808 Napoleón escribía a su hermano José: “El Consejo de Castilla me pide que nombre rey de España. Vos sois a quien destino esa corona”. El 7 de julio, José juró la Constitución de Bayona, y el día 20 comenzó a reinar. Fernando VII hasta cayó en la indignidad de felicitar a Napoleón por haber nombrado a José I rey de España. El historiador Seco Serrano, dice: “La falta de dignidad de los reyes dieron a Napoleón la idea errónea de que tenía todos los hilos de España en sus manos”. Napoleón fingió con hipocresía haberse erigido en un altruista “regenerador” de España, y publicó el siguiente comunicado: “Españoles: Vuestra nación está en decadencia. Vuestros reyes me han cedido todos sus derechos a la corona de España. Yo no deseo reinar, sino ganarme vuestra amistad. Vuestra monarquía es vieja; mi misión es rejuvenecerla. Mejoraré todas vuestras instituciones y, si me ayudáis, veréis cómo disfrutáis de los beneficios de esta reforma, sin enfrentamientos, desórdenes ni agitaciones. Tened confianza y esperanza, porque quiero que vuestros descendientes conserven mi memoria y digan: Él fue el regenerador de nuestra patria”.
Los franceses entraron en Madrid el 23-03-1808 con 50.000 soldados. En la capital desplegaron 10.000 y otros 40.000 en los alrededores. Las tropas españolas en Madrid, según la revista “Pueblo y Ejército”, eran de sólo 3.000 soldados. Además, el capitán general Javier Negrete dio órdenes muy severas de no intervenir contra los franceses, tal como consta acreditado y luego corroborado en las memorias del Alférez Carbonell, recién aparecidas en el Archivo Histórico Nacional, donde dice: “El 2-05-1808, ante la alarma general en Madrid contra los franceses, nos reunimos todos los oficiales en el cuartel y nos dispusimos a salir a unirnos con el pueblo. El coronel se opuso, mostrándonos una orden del capitán general Negrete prohibiéndolo y haciéndole responsable con su empleo. No obstante, montamos a caballo 1 capitán, 2 tenientes y yo. El coronel mandó cerrar las puertas del cuartel y que tomara las armas la guardia para impedirnos la salida. Llegó un batallón francés y un escuadrón con 2 piezas de artillería. Y tomaron la puerta del cuartel, sin dejarnos salir”.  Los franceses entraron en Madrid revestidos de mucha prepotencia y arrogancia, y sometiendo al pueblo a la más dura y brutal represión. Esto generó contra ellos un clima de abierta hostilidad, odio y gran tensión. Y, desde su entrada en Madrid hasta el 2 de Mayo, habían ya muerto 174 franceses en sucesos aislados. Es de resaltar la heroica actuación del Teniente D. Jacinto Ruíz, de Ceuta, que tan alta dejó la dignidad de España y de la misma Ceuta, vivero fértil de hombres valientes.
El soberbio y arrogante emperador ordenó a Murat medidas radicales. En la orden de 10-04-1808, le ordenaba: “Lo reprimiréis a tiro de cañón y haréis una justicia severa. No empeñaros en combatir en las calles; ocupar las casas de las cabeceras e instalar buenas baterías”. El día 1 de mayo Madrid era un hervidero de gente llegada de los pueblos. Al cruzarse en la Plaza Mayor con tropas francesas encabezadas por Murat, el general fue silbado, abucheado e increpado. Los franceses dispararon a matar, y causaron bastantes muertos.  A las 7 hrs, del día 2 llegan a Palacio Real dos coches de caballos. A las 8´30 la ex reina de Etruria, sus hijos, una mujer y el mayordomo López de Ayala, suben al primer coche y emprenden la marcha. En el segundo coche el séquito espera. De 9 a 10 llegó el cerrajero Molina Soriano, entró en Palacio, del que salió gritando: “¡Traición. Nos han llevado al rey y se quieren llevar a todas las personas reales. Mueran, los franceses!”. A la vez, el mayordomo gritó desde un balcón: “¡Españoles a las armas, que se llevan al infante!”. Era el Infante Francisco de Paula que asomado al balcón se negó a salir de Palacio. La multitud aclamó al niño, a la vez que insultó a los franceses y cortó los tiros del coche de caballos. Estos hechos fueron el detonante del alzamiento.
(Continuará el próximo lunes).

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