Categorías: Opinión

La demagogia como estrategia política

Conforme se acercan las elecciones los políticos compiten entre sí. Los más valorados son los que destilan más mala leche. Sobre todo cuando se trata de “insultar” a los contrincantes. Les siguen los que emplean más demagogia en sus hueros discursos. Esto ocurre a diario en todo el país. Pero en Ceuta tiene unas especiales connotaciones. El odio es irreconciliable. A muchos de los chicos del Partido Popular, incluyendo los “estómagos agradecidos” que pululan a su alrededor, entre los que se encuentran los que mi buen amigo y compañero Ramón del Valle Inclán bautizó en un artículo magistral como los “sabandijas” (hay más de una), les ha dado por la coalición Caballas. Especialmente por uno de sus componentes: Juan Luis Aróstegui.  El último ha sido el ex comisario Ángel Díez (un arcaísmo político en el más amplio sentido de la expresión).
El Diccionario de la lengua española define la demagogia como “una práctica política consistente en ganarse con halagos el fervor popular”. En general se identifica con apelar a las emociones para ganarse el apoyo popular (populismo), mediante el uso de la retórica y la propaganda. Aunque Aristóteles, no muy dado a la democracia, identificaba la idea de la demagogia con el gobierno de los pobres en democracia (¡si levantara la cabeza!). Esto es lo que podemos leer a diario en muchas de las opiniones que se publican en la prensa, o escuchar en las tertulias televisivas y radiofónicas.
Hace tiempo que conozco y trabajo con Juan Luis Aróstegui. Como todos, tiene muchos defectos. Pero también tiene grandes virtudes. La más importante es que cuando expresa una opinión, previamente se intenta cargar de razones. Sólo hay que leer sus famosos “dardos” de los jueves, que escribe desde hace muchos años. En casi todos hay algo nuevo. Y casi siempre denuncia hechos que han ocurrido, o están sucediendo. Evidentemente, sus opiniones generan polémica, como todos aquellos artículos de fondo que dicen algo. Y el lenguaje que emplea, a veces, se le podría calificar de “ácido”. Pero no miente. Ni oculta su identidad. Salvo honrosas excepciones, a lo más que llegan algunos de sus opositores es a la descalificación y al insulto. La razón es que, normalmente, carecen de argumentos sólidos para desmentir muchas de sus afirmaciones. O si los tienen, no los hacen públicos.
En esta especie de moda de insultos y descalificaciones a la persona de Juan Luis y al grupo político al que pertenece, hay dos tendencias. Una, la que encabezan oscuros y tenebrosos personajes, tipo sabandija, que un día sí y otro también, se dedican a hacer incendiarios discursos en diarios subvencionados por Vivas y sus acólitos, en los que no dudan en utilizar a miembros de su familia para formular contra él las más sórdidas y extrañas acusaciones. Evidentemente, lo único que consiguen es despertar sentimientos de indiferencia y desprecio entre las personas medianamente inteligentes, algunas afiliadas al Partido Popular.
La otra tendencia es la que encabezan personajes del antiguo régimen, reconvertidos en demócratas, como Ángel Díez. Ellos retratan perfectamente a esa derechona rancia y reaccionaria que tiene atrapado a gran parte del Partido Popular. Afortunadamente no es la más numerosa a nivel nacional. En su último artículo del pasado jueves 3 de marzo en El Faro, explicaba perfectamente cuál es su concepto de democracia (sumisión y aceptación de todo lo establecido), de la oposición política (agentes provocadores) del progresismo (ideas caducadas y antiguas) y de Ceuta (creencias e historia, como una forma de expresar aquello de “pequeña, dulce y marinera”).
Este señor, que cuando era Viceconsejero de personal protagonizó famosos casos de enchufismo como el del “engrasador” y otros muchos, y llevó el enfrentamiento con los sindicatos a su punto más álgido, se permite dar consejos a los demás y decir que quedan descalificados por sus actuaciones anteriores, pero sin concretar cuáles son. Es lo característico de los discursos vacíos de contenido y demagógicos, hechos para agradar al Jefe de cuya decisión depende su futuro político, y para encandilar a ese pueblo adormecido y acomodado, que no se da cuenta que la 'paz social' que el Partido Popular de Ceuta ha conseguido en esta ciudad, no es más que una ficción construida a golpe de talonario, pero con el dinero de todos.  
Quizás algún día este tipo de personajes abandonen, por fin, la política. Mientras tanto, aunque su partido gane las elecciones, no representará más que a una pequeña parte de los ceutíes. Esperemos que el coste para las generaciones futuras no sea tan elevado que se convierta en algo imposible de asumir.

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