Categorías: Opinión

La década prodigiosa

Mientras caminábamos hacia el Congreso de la American Public Health Association (APHA) en el centro de convenciones de Washington, pudimos ver, cerca de la Casa Blanca, la acampada de los “indignados”. Nada que ver con la de la Puerta del Sol de Madrid, al menos en lo que al número de asistentes se refiere. Y mucho menos parecida a aquellas famosas marchas de los años 60, que algunos hemos visto en documentales, para protestar contra la guerra de Vietnam. Pero, fundamentalmente, eran las mismas reivindicaciones e idéntico espíritu. De la misma forma, en New York, otro nutrido grupo de ciudadanos acampaba entre la 'zona cero' y Wall Street. En este caso, el despliegue de vehículos policiales era inmenso. Es curioso, yo percibí más protección a la sede del capitalismo mundial, que al presidente de los Estados Unidos. Aunque nada tienen que temer de los indignados. Sus protestas son pacíficas. De cualquier forma, toda una bocanada de aire fresco para la muy individualista y materialista sociedad americana, en la que en esos días se publicaban unas encuestas sobre el sentimiento de derrota y desánimo que se extiende y hace estragos entre sus ciudadanos.
Pero nosotros íbamos a otra cosa. A pesar de nuestro más del 20% de población activa parada (casi cinco millones), frente al 9% de los Estados Unidos, las estadísticas nos mostraban un importante descenso de la siniestralidad laboral en la última década, como consecuencia de las medidas preventivas adoptadas a raíz del cambio legislativo operado en 1995, con la Ley de Prevención de Riesgos Laborales, hasta situarnos, casi, a nivel europeo. Esto era lo que evidenciaba nuestro estudio, que expusimos con el máximo detalle y que, en parte, aquí reproducimos. De donde partíamos era de la España de 1998, situados a la cabeza de la Unión Europea, con un 30% del total de accidentes laborales. De estos, el mayor índice de incidencia se producía entre jóvenes de 16 a 19 años y en trabajadores con menos de 1 año de antigüedad.
Pero en el año 1995 se introduce en España un nuevo sistema normativo para abordar la forma en la que se tiene que gestionar la prevención de riesgos laborales como consecuencia de la aplicación de la Directiva de la Unión Europea sobre esta materia. A partir de 2003 se empieza a observar un cambio de tendencia, si bien con importantes diferencias entre Comunidades Autónomas.Lo que se había analizado era si la reforma introducida en 1995 había ejercido alguna influencia significativa y positiva en la prevención de riesgos laborales, y si la edad de los trabajadores, el tamaño de las empresas o las condiciones de contratación seguían siendo las principales causas estructurales de la siniestralidad. De la misma forma se pretendía analizar si existían diferencias significativas en este comportamiento entre las distintas Comunidades Autónomas en España.
Para ello se hicieron dos estimaciones distintas. Una con datos agregados para el conjunto del país desde el año 1992 hasta 2010, y otra con datos desagregados por Comunidades Autónomas para la misma fecha. Los resultados, en línea con otros estudios previos, así como con las conclusiones de la Organización Mundial de la Salud, confirmaron la positiva influencia ejercida por el cambio normativo en la prevención de riesgos laborales, la diferencia de comportamiento entre las distintas Comunidades Autónomas españolas y que las condiciones de contratación y precariedad laboral seguían siendo las principales causas estructurales de la siniestralidad laboral en España.
Pero también los datos nos confirmaban algo importante. Por fin se había roto la “maldición” histórica de que nuestro crecimiento económico fuese acompañado de un incremento en la siniestralidad. A partir de 2003 ambas curvas toman caminos diferentes, lo que implica que desarrollo económico dejaba de ser sinónimo de accidentes laborales. Lo más importante es que en todo este cambio de tendencia de la última década (¿prodigiosa?), la labor de los delegados de prevención ha sido esencial. También la de las empresas y la de la propia administración. Estos resultados, que tienen un indudable efecto positivo en la salud de los trabajadores, también lo tienen en el incremento de la productividad y en el crecimiento económico. Quizás ésta fue una de las razones para que los americanos se interesaran por nuestro trabajo. Y sobre todo la principal razón para haber “sacado pecho” ante los asistentes a nuestra exposición. 

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