La cultura del vino

Es espectacular el cambio producido en el mundo del vino dentro y fuera de nuestro país, podríamos exponer miles de ejemplos para justificar este cambio, pero solo basta con mirar en cualquier establecimiento donde se dispense este producto, para ver como ha cambiado su exposición, pudiéndose apreciar de inmediato el valor añadido que se le da a este.
No hace mucho me pidieron que escribiera para una revista valenciana sobre vinos ecológicos, todo lo que en ella decía quizá no venga ahora al caso, pero si cabe destacar un párrafo en el que aseveraba aquello de que “en el vino sea cual sea su valor, lo que prima es el cariño con que se trate desde su siembra hasta que llega a la mesa para su degustación”.
Que nuestros tintos, hoy por hoy, son los mejores del mundo casi nadie lo duda, pero quizá lo que aun nos diferencie de otros vinos, como es el caso de los franceses, sea su puesta en escena, pues es en ese punto, que quizá todavía nos falte dar ese salto cualitativo que nos permita empezar a creer en el potencial que tenemos.
No hace mucho, solo con mencionar la denominación de “Rioja” ya era sinónimo de calidad, no hacia falta explicar que deseábamos un buen vino, afortunadamente hoy, si que tenemos que especificar de que lugar lo queremos, pues además del ya indicado, también contamos con magníficos caldos procedentes de lugares tan dispares de nuestra geografía como la Ribera del Duero, el Priorato catalán, el Somontano aragonés, el Valdepeñas manchego, el Jumilla murciano o zonas hasta ahora sin mucho peso como la mas recientemente denominada Ribera del Guadiana en Extremadura, sin olvidarnos de Andalucía, especializada en finos y manzanillas, pero donde la producción de tintos hasta no hace mucho era la gran olvidada, situación del pasado ampliamente superada por la pujante producción vitivinícola en Arcos de la frontera o Ronda, las cuales pueden ser calificadas de excelentes.
Pero volviendo a lo de la escenificación y siendo esta nuestra asignatura pendiente, parece que también vamos cambiando y sin ir mas lejos aquí en nuestra ciudad tenemos un magnifico “escenificador” como así me gusta llamarle a mi buen amigo Keke Raggio, quien a través de sus catas, intenta aproximar la cultura del vino a sus muchos seguidores, en el deseo de no solo dar a probar excelentes vinos, sino también  de poner en valor esa forma de degustarlos en compañía de gente que saben y aprecian lo que toman.
Hoy día una de las profesiones mas solicitadas dentro de la hostelería, es la de sumiller o cocinero, hecho del que tenemos constancia a través de las escuelas superiores de hostelería mas cercanas a nuestra ciudad, como son las de Churriana o Cio-Mijas, con alumnos de estas especialidades quienes nada mas  terminar sus estudios son los primeros en encontrar un puesto de trabajo, con una remuneración económica que ya quisieran para si muchos de los ingenieros salidos de cualquiera de nuestras  universidades.
De ahí que cuando hablamos de vinos no solo nos estamos refiriendo a este como fin, sino también como una verdadera cultura que ha impregnado infinitos pasajes de nuestra historia, sirva como muestra de ello y ya para terminar un pequeño fragmento de la mas insigne de nuestras obras literarias “El Quijote” donde Cervantes utilizando al bueno de Sancho Panza, ya dejaba constancia de la importancia del buen catador de la siguiente manera, “…
El asistente de Don Quijote explica que ese conocimiento lo ha heredado de dos antepasados: “… Diéronles a los dos a probar del vino de una cuba, pidiéndoles su parecer del estado, cualidad, bondad o malicia del vino...
El primero dijo que aquel vino sabía a hierro, el segundo dijo que más sabía a cordobán. El dueño dijo que la cuba estaba limpia, y que el tal vino no tenía adobo alguno por donde hubiese tomado sabor de hierro ni de cordobán.... Anduvo el tiempo, vendióse el vino, y al limpiar de la cuba hallaron en ella una llave pequeña, pendiente de una correa de cordobán…”.
Como vemos, Sancho estaba en lo cierto,  pues da igual que las barricas sean de roble Americano o Francés, los vinos siguen absorbiendo los elementos de su entorno, lo mismo para lo bueno que para lo malo. Eso simplemente es parte de nuestra cultura.