Categorías: Opinión

La Cuenta atrás

Las ansias de olvidar y de recolectar frutos antes de las elecciones europeas han propiciado que el Gobierno se impaciente y ande promocionando el final de la crisis. Escalofríos me da escucharlo, como una especie de “déjà vu” terrorífico, que rememora la última legislatura de Zapatero, el PSOE autolítco, y la cuadrilla de turiferarios que destrozaban el presente y futuro de España.
La aparición de datos macroeconómicos en color verde no pueden precipitar un juicio que nos indique el final de la crisis, ni mucho menos la ligereza de predicarlo. La templanza debe acompañar a cualquier gobierno, y sobre todo no provocar la indignación, ni sembrar falsas expectativas.
La pobreza de esas cifras en verdes no permitirán la recuperación, mucho menos al ritmo deseado y apremiante que necesitamos los españoles. Es cierto que esos datos son mucho mejores que la serie histórica, pero hay que saber reconocer que el verdadero “Debate del estado de la Nación” se realiza en la mesa de millones de hogares españoles donde los “duelos y quebrantos” son literales y no un plato de comida manchega.
A estas alturas de la legislatura nadie duda que las prioridades del gobierno popular fueron encaminadas a apagar los incendios que nos dejaron las dos legislaturas frentepopulistas del peor gobierno democrático que ha tenido España. Hemos pasado dos años con un gobierno que se ha dedicado a evitar el derrumbe del Estado, y probablemente con ello, de la Nación.
El fin de la crisis no se anuncia. Las buenas noticias corren casi tanto como las malas. El Gobierno no debería haberse apresurado a la hora de hacer pública las interpretaciones de esas cifras  económicas, que por muy deseadas no dejan de ser débiles e inestables , que de no afianzarse podrían provocar un efecto de desconfianza de donde se nutriría la idiocia política, que al no tener nada que aportar siempre está a la búsqueda de un renuncio.
La imprudencia de la afirmación alimentará a un socialismo radical, que parece que es el único que sobrevive, y que se le antoja que la derecha no tiene legitimidad en las urnas. Es tal la ofuscación que les provoca la actual situación, que ser de derechas lo consideran un insulto e incluso signo de masoquismo, según ha revelado Rubalcaba. Este pensamiento de la intolerante progresía quedó plasmado con el “...tonto de los cojones...” de Pedro Castro.
Comienza una cuenta atrás para el Partido Popular si tienen intenciones de seguir ganando elecciones, y eso parece.  
Deberían emprender un cambio en su escala de prioridades, y aunque el principal aval de Mariano Rajoy sea Rubalcaba, todo indica que este tiene los días contados, y mucho me temo que enfrentarse a otros líderes socialistas, no sería tan fácil. Y aunque es bueno para la democracia y para España tener a un partido fuerte en la oposición, lo que no es tan bueno, es que este sea el PP. Avisados estamos.

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