Opinión

La cuadratura del CÍRCULO

El problema no se ha logrado resolver a pesar de los milenios transcurridos.No pocas se han volcado con afán sobre esta posibilidad, intentando encontrar -con nulo éxito, por cierto- cómo cuadrar un círculo. El persa, y griego de adopción, Anaxágoras (499-428 a.C.) habría sido el primero, según dejó constancia Aristóteles, en llevar a cabo los primeros cálculos tendentes a resolver lo imposible. El filósofo presocrático fue el precursor de una corriente que llevó a lo más granado del pensamiento a esforzarse en resolver un desafío geométrico que, obviamente, sigue siendo irresoluble. Las griegas intentaron dilucidar este enigma armadas con regla y compás, y aunque esas fraternales herramientas sí están diseñadas para arrojar Luz sobre los problemas sociales (doy fe, aunque esa es otra historia), para la tarea que nos ocupa fueron del todo inútiles. Muchas fueron las ilustres que se obsesionaron con la piedra filosofal de la gnosis geométrica. Un brutal ejemplo de ello lo encontramos en el renacentista Leonardo Da Vinci. Según asegura el fallecido Augusto Marinoni, profesor de Filología en la Universidad Católica de Milán y verdadera autoridad en todo lo relacionado con el creador de “La última cena”, el genio nacido en la provincia de Florencia estaba obcecado en ese concepto. Dedicó una ingente cantidad de horas a las labores de investigación, intentando despejar la “x” definitiva pero sin resultado positivo alguno. En cambio, Da Vinci sí dejó multitud de ensayos en torno a ese galimatías y, principalmente, un dibujo que es ya patrimonio de la Humanidad y que ilustra sus ganas de lograr dar forma a lo imposible: “El hombre de Vitruvio”. En este hombre desnudo con los miembros en posiciones diferentes, incrustado en un cuadrado rodeado por un círculo, muchas han querido ver mensajes ocultos y soluciones adelantadas a su tiempo. Otras lo han interpretado como el reflejo de las explicaciones del arquitecto romano Marco Vitruvio Polión (siglo I a.C.) en torno a las proporciones del cuerpo humano. A partir de ahí, conjeturas y elucubraciones se han disparado, y aún hoy en día siguen dando contenido a multitud de conferencias y llenado sesudos libros de estudio y webs. Lo único cierto es que la posibilidad de cuadrar el círculo siempre ha supuesto un reto dialéctico y matemático. Hasta ahora, su teórica resolución se ha limitado al papel, que siempre lo soporta todo; bien lo saben las políticas demagogas. Sin embargo, unos dos mil quinientos años después de tener constancia de que en Grecia se intentara vanamente llegar a una solución por primera vez, hoy podemos dar por resuelto el problema. El círculo ya se ha cuadrado. Perversamente. Y en esas estamos. Ha dejado de ser noticia que centenares de millones de personas se mueran de hambre en nuestro planeta, o estén malnutridas. Que muchos de esos millones correspondan al llamado “primer mundo” tampoco escandaliza a nadie. Brutal. Ya ni siquiera nos asombramos de que España sea el tercer país de la Unión Europea en pobreza infantil. De la misma forma, se interioriza como una anomalía endémica del sistema que se contabilicen mucho más de tres millones de paradas en nuestro país, o que existan más millones de trabajadoras subpagadas, quienes -a pesar de tener una nómina- no logran salir de la extrema precariedad. Suma y sigue. Ninguna de las que deberían desvelarse por nosotras, malduerme por el hecho de que las economías domésticas sólo eviten la indigencia extrema gracias al llamado “colchón familiar”, a la economía sumergida o a las acciones de las ONG laicas y religiosas que reparten comida y palían necesidades básicas. Tampoco parece afectarles que las grandes corporaciones amasen indecentes dividendos con el beneplácito de las viejas glorias políticas, recicladas como útiles peones en prestigiosos consejos de administración. Las eléctricas podrían ser un buen ejemplo. No son las únicas. De vergüenza. No escandaliza ya a nadie, incluso llega a despertar más envidia que repulsa, que las grandes fortunas se blinden en paraísos fiscales (Luxemburgo o Gibraltar, por poner solo dos ejemplos) al tiempo que la “prestidigitación económica” para evadir impuestos se considere como un ejercicio lícitamente capitalista. El robo elevado a título nobiliario. Un clásico. Estamos en un punto en que ganar un concurso de televisión, cuyo hilo conductor consiste básicamente en lucir cuerpo, es prácticamente la única [falsa] opción que se vislumbra para reducir, aunque sea un poco, la ya de por sí insalvable fractura social entre las que todo lo tienen y las que nada poseen. Alienante. A pesar de que el acceso a la información es quizás más fácil que nunca, no parece que nos estemos dando cuenta de que consumimos a espuertas los mensajes codificados y prefabricados que nos cocinan con inteligencia. Así, cuando nos dicen que no hay para todas o que hemos gastado por encima de nuestras posibilidades, a ninguna de nosotras se nos ocurre contestar que la Humanidad se gasta en armas DOS MIL MILLONES DE DÓLARES... por minuto. Bien al contrario, la respuesta suele pasar por arrastrar la testa en el barro en señal de sumisión. Asco. Irradiadas por el cortoplacismo, tan utilizado en las esferas políticas, no somos capaces de caer en la cuenta de que la sobreexplotación de los mares, la acidificación de los océanos, la deforestación salvaje, el calentamiento global y la contaminación, en general, están condenando a esta generación y a las venideras a las siete plagas de Egipto elevadas a la enésima potencia. Y nosotras, como las vacas viendo pasar el tren, o babeando frente el reality de turno, que para el caso... De puta pena. Envueltas en una miseria intelectual galopante, asistimos impávidas al retorno del oscurantismo medieval en una guerra en la que la razón y el Librepensamiento pierden una batalla tras otra contra el dogmatismo, y comprobamos cómo la laicidad, lejos de ser una bandera de progreso y de avance para el ser humano, se rechaza como una opción intolerante. Terraplanismo puro, como diría el Maestro José Tellaetxe. La vuelta a escena de los populismos (eufemística manera de denominar a la extrema derecha y compañeras afines) y de los nacionalismos, crecidos por la brutal crisis económica (nada nuevo, por otra parte) sólo alcanza a recibir tímidas críticas que, rápidamente, se ven enterradas en imparables olas de simpatías y filias varias. Las viejas y falsas recetas, las voces gruesas y las provocaciones parecen seguir funcionando. Lamentable. No aprendemos. Sin embargo, a pesar de los pesares enunciados en este H2SO4, seguimos sin plantearnos reaccionar, ni tan siquiera levemente, quizás para no molestar a las dueñas del tinglado. El ejercicio de doma es tan sofisticado que, incluso padeciendo lo padecido, aceptamos como razonables las recomendaciones de la presidenta del Fondo Monetario Internacional cuando asegura que la solución a todos nuestros problemas económicos se basa en llevar a cabo más recortes en gasto público; y más privatizaciones, claro. Por si fuera poco, el mismo FMI pone el grito en el cielo ante la posibilidad de que se equipare la subida las pensiones al IPC, además de aconsejar que se vincule la edad de jubilación con la esperanza de vida. Trabajar hasta reventar, como en siglos pasados. Volvemos a tiempos que nos retrotraen a las minas que tan bien describieron los literatos del XIX. Doctrina del Shock en estado puro. Y aquí, justamente aquí, es donde se alcanza la cuadratura del círculo. Y es que, no solo no oponemos resistencia alguna a ser pisoteadas, sino que además aplaudimos con energía todas las medidas tendentes a hundirnos aún más en el fango de la podredumbre. Es más, no dudamos en maldecir con fuerza a quienes pretenden que abramos los ojos. Kafkiano. Decía Emile Zola que no hay nada más lamentable que ser aplaudida por sus enemigas. Pues sí, hay algo peor: aplaudir con fervor y devoción a quienes te masacran. Y no lo vemos. Usted, como siempre, sabrá lo que más le conviene, pero bueno sería que cayese de una vez por todas en la cuenta de que resulta imposible cuadrar círculos, como ridículo es pensar que las privilegiadas van a luchar por los intereses de las parias. Básico. Quizás haya llegado la hora de que deje de creer en elefantes rosas y en cuentos de la lechera. Pura supervivencia. Quizás sea el momento, como decía León Felipe, de pensar que ya no nos creemos los cuentos porque nos han dormido demasiadas veces con ellos y ya han intentando cuadrar demasiados círculos. Nada más que añadir, Señoría.

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