Opinión

La crisis de los delfines

Este verano se ha desatado una ola de indignación en torno a las reiteradas muertes de delfines listados en nuestro litoral. Es muy natural que, a la vista de los cuerpos muertos, a veces con evidentes mutilaciones, de los cetáceos, las personas que son testigos directos del suceso sientan una gran congoja y posteriormente clamen por una explicación convincente que venga a remediar sus sospechas de malos tratos hacia estas bellas criaturas tan cercanas por otra parte al ser humano. Evidentemente los cetáceos nos inspiran una profunda emoción biofílica (término acuñado por E. O. Wilson) por sus magníficas morfologías, su simpatía y por una fuerte atracción atávica que no sabemos explicar, pero la sentimos. Es sin duda uno de los animales míticos que siempre han motivado la elevación humana y esto se explica por el reconocimiento mutuo de mamíferos desarrollados culturalmente.

Efectivamente la cultura no es algo exclusivo de nuestra especie y los cetáceos también presentan culturas adaptativas de gran interés en relación a la alimentación, los movimientos migratorios o el cuidado de la prole. Sin embargo, las emociones que son tan importantes para sentir el pálpito de la vida y sazonar nuestra existencia completándonos interiormente deben ser encauzadas de forma apropiada con el indispensable concurso de los conocimientos y el pensamiento complejo. Si no sabemos pensar (a esto entre otras cuestiones trascendentes enseña la filosofía) mucho menos podremos reflexionar y nos dejaremos llevar por impulsos neuronales incontrolados que difícilmente nos harán reconocer nuestra ignorancia en muchos de los temas para los que no estamos preparados a la hora de formular una opinión fundada. Por todo lo indicado, la indignación y el espectáculo dantesco a la que se nos expone cuando en una jornada de disfrute playero o náutico nos encontramos con un pobre delfín con muestras claras de haber sido manipulado por pescadores debería servir para buscar explicaciones y comenzar, al menos en algunos casos, una sana afición por saber más sobre los cetáceos y conocer que cauces de participación existen en la ciudad para ayudar en las tareas que se llevan a cabo en beneficio de los cetáceos; podemos decir que apenas hay personas que se nos acercan para participar de estos trabajos como voluntarios.

De nada sirve la crítica vertida en la playa o en la barra del bar si no se acompaña de la información necesaria que atempere nuestras decisiones y pondere los juicios de valor a los que estamos tan acostumbrados en nuestras charlas habituales con amigos y conocidos. No estaría mal distinguir lo que vertimos de manera informal en estos ambientes o en los almuerzos familiares de la verdadera realidad que siempre es más compleja y se resiste a ser descubierta. En el caso que nos ocupa, es bastante más difícil saber a ciencia cierta lo que ha sucedido porque son hechos producidos con anterioridad a la llegada del cuerpo sin vida de los delfines. Además, muchas veces las interpretaciones populares sobre los sucesos relacionados con los cetáceos distan mucho de ser correctas debido a la falta de información de los legos en estas materias. La intuición no siempre acierta, a pesar de lo verosímil que nos puede parecer la explicación que estamos dando para comprender ciertos acontecimientos, y si además están afectados de una gran carga emocional la cuestión se complica pues las emociones nos pueden hacer sentir que llevamos razón; obviamente, debido a este hecho será hartamente difícil hacernos cambiar de opinión fácilmente. En estos tiempos de inmediatez en las comunicaciones al alcance de la mayor parte de la población gracias a los teléfonos móviles de última generación, las noticias poco contrastadas y los juicios ligeros pululan a través de la red y llenan las páginas de las redes sociales haciendo parecer que su aparición en este tipo de plataformas de la información y la comunicación ofrece garantía de autenticidad; cuanto mayor número de seguidores tenga una determinada noticia o pronunciamiento en el ámbito digital mayor verosimilitud ficticia tendrá.

Se olvida fácilmente que este tipo de plataformas son seguidas por un elevado número de personas que solo dan su visto bueno sin ningún tipo de reflexión ni juicio crítico al respecto de cualquier opinión vertida; el mayor problema es que se nos olvida que son solo opiniones. La democratización de la información y la extensión de la opinión en las sociedades modernas no está exenta de responsabilidades, pero no parece que haya muchos dispuestos a ejercer estas obligaciones; el cainismo y la falta de moderación se enseñorean en las redes sociales donde cualquiera dice lo que le parece. También es cierto que estos entornos digitales no deben ser seleccionados para conocer la realidad, por lo tanto, una mente despierta y formada no acudirá a ellos en busca de verdad. Llevamos tiempo preparando un amplio artículo donde pretendemos reflejar a través de nuestra experiencia y los datos contrastados nuestras explicaciones a los dramáticos hechos ocurridos durante la estación veraniega y principios del otoño. Hay que recordar que solo está afectando a una sola especie de delfín que ya sufrió una epidemia vírica hace años. La relación institucional con las veterinarias responsables del servicio sobre los varamientos de los tetrápodos marinos (cetáceos y reptiles marinos) en nuestro litoral está aportando datos de interés pues son precisamente los médicos los que tienen que ofrecer luz sobre la causa de las muertes de tan elevado número de cetáceos, un buen número de ellos eran muy jóvenes. El punto de vista que sostenemos transita sobre la hipótesis de un ejemplo palmario de Cambio Global que es aquel que se produce cuando los impactos del ser humano se combinan con los fenómenos naturales para desarrollar escenarios insólitos y caóticos.

Ciertamente catalogar en general a los pescadores de asesinos de delfines es un gran despropósito que no se ajusta a la realidad, ya veremos lo que concluyen los análisis médicos-veterinarios al respecto de las heridas. Deseamos exponer la relación de nuestros datos en el decano de la prensa escrita de nuestra ciudad con la perspectiva de más de veinte años de experiencia en este campo y aportando algunos estudios realizados sobre los esqueletos de cetáceos y tortugas marinas que han sacado a la luz impactos provocados por el ser humano y también otras consecuencias directas de determinadas costumbres territoriales entre los propios delfines.

Las opiniones categóricas que no se sostienen en base a pruebas contundentes son ejercicios de irresponsabilidad propio de narcisistas que funcionan a través de estertores esporádicos de vanidad; son personalidades que poseen una especie de caldera interior que se va calentando con el fuego de la frustración y cuyo gas pestilente logra salir al encontrar una noticia jugosa con la que poder presumir un rato. Es misión imposible contenerlos pues no pueden reprimir sus actos de ninguna manera, será más productivo intentar educar indirectamente, informando de manera seria y con el tiempo suficiente para exponer bien los datos y explicar consistentemente las conclusiones a las que se ha llegado.

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