La conquista de Al-Ándalus

El impulso expansionista producido en el Mediterráneo Oriental con el amparo de las doctrinas mahometanas se prolongó hasta nuestras costas en el año 710 cuando el pretendiente berebere Tarik atravesó el Estrecho de Gibraltar  encontrando en la península ibérica un estado anárquico, incapaz de poderse defender, incluso sus más altos cargos Witisa y Rodrigo se disputaban la corona visigoda, la cual fue ofrecida a Tarik por ser el vencedor en sus primeros encuentros, que halló un panorama muy alentador y en caso unos tres años, las fuerzas islámicas conquistaron más de la tercera parte del país, a excepción de los reinos cristianos del Cantábrico.
Pasado algún tiempo, después de que las relaciones con el Oriente entre los Omeyas y los Abatidas fueran cada vez más violentas, dando su resultado con el triunfo de los abatidas, provocando que el destrono de Abderrahman buscara un lugar para el exilio con la intención de fundar un nuevo reino, el cual encontró precisamente en las tierras recientemente islamizadas de Al-Ándalus, susceptible de llegar a ser un próspero estado, fecha que se cumplió en el 756 con el orden del emirato independiente en el sur de España, dotado de una gran solidez tanto económica como guerrera, con un fuerte y numeroso ejército bien adiestrado, ofreciendo esta primera operación el reconocimiento a los musulmanes un panorama verdaderamente tentador, que al poco tiempo se lanzo a una ofensiva muy poco resistente.
El Islam que ocupaba en aquellos tiempos los territorios de Iraq, Siria, Persia y todo el norte de África, ahora pretendía su expansión en la ocupación de Europa, y en tres años los árabes y berebere conquistaron parte de la Península Ibérica, y en el año 719 se instalaron en Carmona y continuaron avanzando sin sufrir percances apreciables, hasta que en el año 732 Carlos Martel los  abatió en pleno corazón del reino francés. En aquel tiempo las fronteras del Al-Ándalus estaban ya mas o menos fijadas, a excepción de unos pequeños reinos cristianos establecidos entre las montañas y costas cantábricas, por lo que el resto se encontraba dominado por los musulmanes. Los reinos asturianos-cántabros y un poco mas tarde el imperio galo en Carbonejos. Ya en la otra parte de los Pirineos se prepararon para defenderse del empuje de las tropas musulmanas que por la otra parte, por el extremo oriental de Europa también pretendían cerrar el círculo a través de Constantinopla.
No obstante, las circunstancias no fueron tan terribles como se esperaba en estas largas series de batallas, parecían indicar al pueblo visigodo que no tenían una organización militar capaz de invadir ni conquistar fácilmente estos territorios andalusíes. Los grandes contingentes de colonos de origen árabe, sobre todo los instalados en el valle fértil del Guadalquivir, se preparaban a crear ciudades prosperas y a repartirse las tierras conquistadas, su vida en común fue particularmente conflictiva por sus rivalidades.
Las reuniones mixtas con sus parentescos y tratos comerciales con algunos dándose el tono en sus comunidades que sucedían en contra con sus rivalidades entre las dos partes que habían tomado parte en la conquista de estos territorios hegemónicamente los guerreros norteafricanos que habían combatido bajo sus órdenes, aparte de los levantamientos berberiscos, que fueron rápidamente aplastados por una nueva expedición de sirios y venecianos, que habían garantizado definitivamente la supremacía de las culturas árabes sobre los guerrilleros provenientes de las tribunas (Kabilas) nómadas de todo el Magreb, los cuales, a mediado del medio siglo, los espíritus ya se habían calmado con las reparticiones de los territorios y las funciones que los regían, se habían reposado sobre bases sólidas, mas inteligentes, ya que el Al-Ándalus estaba considerado como una provincia del extremo occidente del Islam que dependía de Ifriquiya (la Tunecia actual) que era su capital la ciudad de Kairouan.