Alguien dijo en un foro público cofrade: «Que nunca los ministros y los hombres de fe con poder en la iglesia actúen como lo hicieron los apóstoles que, en principio, impidieron que los niños se acercaran a Jesús porque pensaban que eran criaturas de pocos valores. Dejad que los niños se acerquen a mi dijo el Señor (Marcos 10, 13-16). Ellos con su inocencia bendita, sin darnos cuenta, levantan los aldabones de las grandes puertas de las catedrales, iglesias y ermitas, tocan los llamadores de los pasos de nuestras cofradías, coleccionan sus estampitas, cuando florece la primavera, se colocan obedientes debajo de las trabajaderas, y vestidos con su túnica nazarena se bautizan como hermanos de luz cuando gota a gota van derramando impaciente su cera. Con sus comuniones abren las puertas de las sacristías que ya estaban preparadas desde su bautismo, pero después no todas esas puertas quedan siempre abiertas en la medida del tamaño y las necesidades de sus inmensos corazones, probablemente estábamos todos ocupados con nuestras preocupaciones; unos con el boletín de su cofradía, otros preparando nuevos pregones, y otros repasando sus homilías. Que las puertas de nuestros corazones, y las cerraduras oxidadas de nuestra mente, estén siempre abiertas para ellos, que apoyemos siempre sus iniciativas, que nunca los dejemos a un lado, que nunca se sientan olvidados, engañados, apartados o discriminados por su juventud o por su supuesta ignorancia o rebeldía. Que ellos y sus familias, en su primera eucaristía, y ante el temor de lo nuevo y con los nervios desmadrados- nunca se sientan castigados sin homilía por un trivial e inocente pecado, que nunca sean receptivos de nuestra hipocresía, indiferencia, intransigencia y enfado, porque ellos son nuestro mejor tesoro, el ajuar más preciado de nuestras cofradías, nuestros únicos avalistas del futuro y de la iglesia de Cristo resucitado y de su madre la Virgen María».
Efectivamente, los niños deben tener un papel importante en la Iglesia antes y después de su primera comunión, y ser testigos activos en la dinámica catecumenal de cada día. Es primordial ofrecer a los más jóvenes la oportunidad de participar en las actividades de la iglesia ahora, porque os aseguro que luego será demasiado tarde. Cuando se tiene en cuenta a los niños, se les escucha, se les atiende usando pequeñas dosis de psicología infantil, se les atrae a la parroquia con lo que más le gusta –generalmente las cofradías- y se posibilita que se expresen con libertad, ellos pueden dar razón de sus experiencias de fe a través de sus acciones y transformar la realidad del pequeño mundo en el que viven con el estilo y el mensaje de la doctrina de Jesucristo resucitado. Jesús nos dijo: «El que recibe a este niño en mi nombre me recibe a mí, y el que me recibe a mí recibe a aquel que me envió (Lucas 9, 46-50)». Las Juntas de Gobierno y los Directores Espirituales de las Hermandades y Cofradías de Ceuta deben hacer un esfuerzo mental y psicológico, dejad las lenguas muertas en paz, y ponerse a la altura de éstos cristianos cofrades benjamines que con su ilusión participan especialmente en nuestros desfiles procesionales y que suponen «la cantera» para un futuro tan incierto como cercano, y a la triste realidad me remito. Si analizamos con actitud crítica el contenido y la logística de las actividades pastorales que hacen algunas cofradías a lo largo del año litúrgico nos daremos cuenta que la mayoría de ellas –por no decir todas- están pensadas y dirigidas a los hermanos adultos, es decir a los que tienen plenos derechos y deberes. De esa forma técnicamente involuntaria quedan fuera de todas ellas los menores de edad, que no tienen voz ni voto. En una sociedad actual de escasa espiritualidad en la que nuestros jóvenes son literalmente masacrados por miles de mensajes laicistas de los etéreos enemigos de la iglesia de Cristo, que potencian el consumismo, el egoísmo y la competencia desleal, donde los valores cristianos brillan por su ausencia ¿no creen ustedes cofrades y directores espirituales que el seno de la hermandad es el ambiente ideal para cultivar, abonar y hacer crecer la semilla de la fe que el Espíritu Santo plantó en los más jóvenes con su bautismo?. ¿No os dais cuenta del potencial que ambos tenéis como administradores de la ilusión que tienen los niños cuando visten con la túnica de la cofradía durante la estación de penitencia?. ¿Tan densa, tupida y crasa es la venda que tapa los ojos de algunos que no se dan cuenta que las cofradías son una alternativa válida frente al odio y amenaza laicista enraizada en nuestra sociedad actual, cada vez más apartada y enemiga de Dios, cuyo desarraigo crece y nos amenaza a todos los cristianos?. Supongo que todo sería más fácil siempre y cuando algunos pudieran llegar a un equilibrio mental entre su espiritualidad pura y dogmática frente al pietismo de la religiosidad popular, erradicando para siempre los lóbregos fantasmas de la idolatría engendrados por los pedazos de las tablas rotas por Moisés y derramadas en el valle del Monte Sinaí.
Los cofrades ceutíes tenemos la enorme responsabilidad de realizar una constante labor evangelizadora con una apuesta clara por el reconocimiento del papel de los niños y adolescentes como sujetos activos en nuestras cofradías, como un miembro más de la misma iglesia y como jóvenes peones aprendices en la construcción del Reino de Dios. En este sentido, tenemos que apelar a la creatividad y ofrecer desde las directrices de nuestras cofradías un abanico de actividades dirigidas a los más pequeños de nuestras hermandades, cuidando todos los detalles para que sean ellos los auténticos protagonistas, se les escuchen y atiendan sus inquietudes, y se potencie su vida cristiana. ¿Y qué podemos hacer?. «La imaginación al poder», nos podrían decir nuestros hijos cansados de ser solo un simple engranaje más, de cumplir una labor monótona, aburrida e intermitente. Tenemos que buscarles nuevos horizontes en el mundo cofrade donde la imaginación podría cambiar las cosas, los regímenes y sobre todo su futuro. Son muchas las actividades que podemos organizar con ellos y para ellos, sirva de ejemplos puntuales y de carácter anecdótico la masiva participación de jóvenes en la Agrupación Musical de Nuestro Padre Jesús Caído y la Virgen de la Amargura, el Vía Crucis y Rosario infantil y juvenil especialmente adaptados a los más pequeños que se realizan en la parroquia de San José, y que afortunadamente ya ha tenido eco en otras feligresías. También hay que reseñar la Eucaristía del domingo a las 20:45 horas en la parroquia de San Francisco, preparada por, para y con los jóvenes bajo el auspicio de los sacerdotes agustinos, que continúan junto con sus preparadores laicos con una continua catequesis grupal, donde anida y crece la fuerza del Espíritu Santo. De esta forma, canalizados por las comunidades parroquiales y/o por las cofradías, podemos conseguir que los niños sean personas de pleno derecho en la vida de la comunidad eclesial a la que pertenecemos, con voz de timbre agudo e ingenuo, sin voto pero con alma. Porque no olvidemos nunca que «El que no reciba el reino de Dios como un niño – dijo Jesús-, no entrará en Él» (Lucas 18,17).y «bienaventurados los limpios de corazón porque ellos verán a Dios (Mateo 5:8)».
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