Categorías: Opinión

La ceguera de los que no quieren ver

No deja de ser llamativo que en nuestras sociedades occidentales, libres y abiertas, se le rinda culto casi religioso a la libertad de expresión y de opinión, salvo cuando nuestras opiniones se ‘encuentran’ con el islam y sus alrededores, entonces el personal suele tentarse la ropa y, él mismo, saca a pasear la censura para poner cortapisas a su propia libertad de expresión, cosa que no toleraría si esa censura viniese de mano ajena. No es necesario dar muchas explicaciones de este comportamiento, tan sólo decir que la mayoría de los islámicos que viven en nuestras sociedades occidentales, no me refiero en sus países de origen, no son capaces de integrarse en el tejido social occidental y de aceptar las convenciones occidentales y, además, son incapaces de llevar a cabo la menor ‘autocrítica’ de sus comportamientos basados en la fuerza, y no en la inteligencia. El resultado de todo ello es provocar miedo a quienes hacen uso de las libertades en cuyos países son monedas de uso corriente.
A este respecto son muy reveladoras las declaraciones del psicólogo danés Nicolai Sennels. Sennels ha trabajado durante años en prisiones para jóvenes en Copenhague. Incluso ha escrito el libro “Entre los criminales musulmanes. La experiencia de un psicólogo en Copenhague”. En él, en el libro, trata de la cultura musulmana, la cólera, la gestión de las emociones y la religión musulmana desde el punto de vista psicológico. Se podría decir, según Sennels, que las personas de cultura musulmana son confrontadas a una dificultad, e incluso a una imposibilidad de integrarse de manera armónica y de realizarse en Dinamarca. Obviamente, sus declaraciones pusieron en guardia a los políticos daneses, que, como el resto de los europeos, están mediatizados por lo ‘políticamente correcto’. Más claro: no quieren ver el problema que tienen en sus propias sociedades con los inmigrantes islámicos. Es más, Sennels ha sido advertido de sanción y con la amenaza de ser despedido. Lo de siempre, en nuestras sociedades, despreciamos la libertad y nos echamos en brazos del bárbaro.
Naturalmente, hay tantas opiniones como ombligos hay, y, además, una vez emitidas, se las lleva el viento. Pero los hechos y los números son inamovibles, irrefutables. Según la Policía danesa y la Oficina Danesa de Estadística, más del 70% de los delitos cometidos en la capital danesa son obra de musulmanes. Y el Banco Nacional publicó un informe según el cual los costos que originan al país un musulmán se elevan a más de 300.000 euros en concepto de ayudas sociales federales. A ello hay que añadir otras ayudas sociales de otras clases. Según las autoridades danesas, dice el psicólogo, “parece que está permitido declarar que los problemas a los que se enfrentan los musulmanes son causados por la pobreza, los medios de comunicación, la policía, los propios daneses, los políticos, etcétera”. ¿Le recuerda esto, amable lector, una situación cercana? Curiosamente, no se admite hablar de la importancia de la cultura (del saber), ni evocar la responsabilidad propia de los extranjeros en cuanto a sus dificultades para integrarse en nuestras sociedades.
Las declaraciones de Sennels no tienen desperdicio. Dice que, según su experiencia, los musulmanes no comprenden “nuestra manera occidental de gestionar los conflictos por el diálogo”. La tradición occidental, que utiliza el compromiso y la introspección como principales herramientas para tratar los conflictos tanto interiores como exteriores, es considerada como una debilidad en la cultura musulmana. En gran medida, simplemente no comprenden esta manera más suave y más humanista de tratar los asuntos sociales. Ellos, según el psicólogo, son educados en una cultura que comporta figuras de autoridad y consecuencias externas al individuo muy bien definidas. En la cultura occidental y en otras culturas no-musulmanas, como en Asia, la agresividad o una súbita explosión de cólera son vistas como comportamientos que lamentamos posteriormente y que nos causará vergüenza. En la cultura musulmana ocurre todo lo contrario. Del ofendido se espera una demostración de agresividad y una venganza tanto verbal como física. De esta manera, la agresividad da un estatus inferior en nuestra cultura, pero un estatus más elevado en la cultura musulmana.
Sennels opina, también, que la cultura musulmana es “excesivamente fuerte y orgullosa”. “Comunico al orgulloso pueblo musulmán del mundo…”, así anunció Jomeini su ‘fetua’ contra Salman Rushdie, el de ‘Los versos satánicos’. Estas cualidades pueden haber sido necesarias para la supervivencia a través del tiempo, pero una cultura excesivamente fuerte y orgullosa vuelve a sus miembros incapaces de adaptarse a otros valores. Tratándose de identidad para los musulmanes, la nacionalidad no cuenta en comparación con la religión y la cultura. De ahí los innumerables guetos surgidos en nuestras sociedades occidentales. Sennels rechaza que la pobreza conduzca a los inmigrantes a una mala situación social. “Es lo contrario”, afirma tajantemente. “Mi experiencia es que la muy débil prioridad concedida a la escolaridad de sus propios hijos, la dejadez en la educación y la falta de motivación para planificar una carrera profesional son importantes factores que conducen a la pobreza”.  
Para acabar, Sennels dice que “todas la investigaciones que disponemos sobre la integración de los musulmanes en las sociedades occidentales indican que seguimos encaminándonos en la dirección equivocada”. “La gente espera que la mayoría de los musulmanes sean modernos y acepten los valores occidentales. Mi experiencia es diferente”. “Ante todo debemos parar inmediatamente toda inmigración de personas de países musulmanes hacia Europa hasta que hayamos comprobado que la integración de los musulmanes es posible”. No hay luz que disipe la ceguera de los que no quieren ver, podría servir de corolario.

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