Hubo un tiempo en el que parecía que el desarrollo autonómico siempre pasaba por asumir competencias, que las necesidades regionales acuciantes eran descentralizar y obtener más poder y manejo sobre más y más instituciones públicas, como si la quimera del autogobierno fuese indistinguible de acumular responsabilidades, sin estudio previo más que la astucia o la ambición del político de turno. Tanto el Gobierno nacional, como el local actuaron irresponsablemente.
El uno por dejación de funciones en su afán de mostrarse como el más comprensivo y erróneamente constitucionalista; y el otro por las ansias y el deseo de controlar una parcela más donde manejar a su antojo; es decir, un nicho de oportunidades para el clientelismo político.
El desarrollo autonómico, tal y como está planteado hoy día, ha mostrado ser un craso error que ahora debemos afrontar todos los españoles: desde el auspicio de secesionismos, al enorme agujero económico provocado por la duplicación de administraciones, la pésima gestión de las mismas, o la enorme corrupción que pesa sobre las autonomías.
Las autonomías así definidas son una lacra económica y para la cohesión. Hay competencias que jamás debieron ser asumidas por la Ciudad Autónoma, no por incapacidad de los gobernantes, sino por la limitación de los recursos y la escasa influencia del gobierno local en políticas que alcanzan las relaciones internacionales.
El estar ahora lanzando “llamadas de socorro” por una competencia que se solicitó, se otorgó y se asumió voluntariamente, no es más que comerse la carne y dejar el hueso, a capricho del infante que necesita le den la comida limpia y preparada.
Lo que se diría el arroz del señorito donde el marisco y los moluscos ya han sido despojados de sus inconvenientes para que el comensal no se manche los dedos ni tenga que molestarse. Puede que el perfil, sobre todo la cantidad, de las responsabilidades con los MENAs haya cambiado desde entonces, y esto deje al descubierto que no se estaba preparado para hacerse cargo.
Es decir, pone de manifiesto que nadie realizó una previsión sobre las necesidades de esas competencias, ni siquiera un simple análisis DAFO (debilidades, amenazas, fortalezas, oportunidades).
En aquellos tiempos prevalecía la ambición por asumir más y más atribuciones autonómicas sin pensar que con ello aumentaban de igual manera los problemas. Si alguien pensó en su momento que los MENAs iban a ser una cosa de coser y cantar lo hizo con ceguera.
Con ceguera por escasez de miras, o con ceguera por codicia. La devolución de competencias al Gobierno nacional, pues hay que recordar que no se devuelven al Estado porque ya están en el Estado, la Ciudad Autónoma es parte del Estado; marcaría un antes y un después de las relaciones con Madrid.
Desde ese mismo instante se nos vería como incapaces de resolver problemas que jamás debieron ser aceptados; o lo que es lo mismo, seguiríamos siendo el hermano menor y débil de las autonomías, un pequeño al que hay que seguir tutelando.
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