La campaña de la Policía

El Ministerio de Interior se ha encargado de difundir, a través de la Jefatura Superior, una campaña para captar la colaboración ciudadana. En la misma se da a conocer un correo electrónico al que puede dirigirse la gente para dar a conocer aquellas informaciones que se consideren puedan ser relevantes para el desarrollo de las investigaciones. Me hace gracia la advertencia que añaden: esa en la que se comprometen a que habrá una confidencialidad. Dicen textualmente “garantía de confidencialidad por el Cuerpo Nacional de Policía”. Con esta campaña se pretende ganarse la voluntad de las asociaciones de vecinos y de los ciudadanos para que colaboren con las fuerzas de seguridad. Si la Policía necesita una campaña de este tipo para conseguir que el ciudadano confíe en el Cuerpo y se preste al esclarecimiento de los delitos que ha conocido, mal vamos. Algo no funciona bien, porque los servicios de información son los que tendrían que tener la capacidad y solvencia necesaria como para no necesitar de este tipo de campañas, al igual que los propios agentes deberían conocerse al dedillo machine a sous en ligne quien es quien para no tener que requerir la colaboración de un ciudadano disponiéndole un correo electrónico para que dé informaciones preservando su anonimato. ¿Es esto serio?, ¿queremos convertir una dirección de correo en un buzón de sugerencias?, ¿se puede garantizar la confidencialidad de quien aporta una información con una campaña cuando luego las cosas no funcionan así en el día a día? Y eso lo sabe la Policía, y hasta el mismo delegado del Gobierno, ya que en el encuentro que mantuvo con los líderes vecinales ya alguno de éstos le hizo saber cómo habiendo avisado a la Policía del lugar en donde se está vendiendo cocaína luego ha sufrido la oportuna represalia del traficante que, curiosamente, sabía quién era el vecino que había colaborado.
Esta es la realidad del día a día, por más campañas de imagen que se difundan para, sencillamente, intentar así  hacer un trabajo que nunca debía haberse convertido en imprescindible. ¿Dónde está esa agenda de colaboradores que con tan sólo aparecer un policía para tomarse un refresco con ellos ya se sabía hasta la marca de los calzones del delincuente? Ahora lo sabrán esperando que llegue el correo del anónimo colaborador. De aquí al caso de los espías militares queda poco.