Veníamos de la Facultad de Educación y Humanidades, de clausurar un importante curso para investigadores, y nos disponíamos a tomar unas copas, con sus correspondientes tapas, en alguno de los magníficos bares y mesones que se han abierto en Ceuta. Dejamos el coche en el aparcamiento del Revellín. Yo le explicaba a mi amigo César que estábamos debajo del auditorio diseñado por el famoso arquitecto Álvaro Siza y que, en ese lugar, en su día, a algunas de las “mentes pensantes” del Ayuntamiento se les había ocurrido la descabellada idea de instalar el mercado central de la ciudad. Mientras que hablábamos de ello, ya en la escalera de salida, cuando subíamos, comenzamos a escuchar algo parecido a lamentos de personas. Parecían venir de la calle. Sonaban de forma muy leve, como con voz muy cansada. Nos detuvimos un momento, y empezamos a dudar, pues parecía como si varias personas estuvieran en la escalera enredadas en alguna pelea. Seguimos y apareció ante nosotros un trágico espectáculo. Un hombre y una mujer tirados en el primer rellano de la escalera, quejándose de dolor. Sin poder moverse. Sangrando. Estaban muy mal heridos, sin duda. Pero no podíamos explicarnos las causas. Alguien, que pasaba por allí, y que casualmente era médico, comenzó a atenderles. Mientras, llamábamos a emergencias sanitarias, que llegaron con rapidez. Es curioso cómo puede cambiar la vida de una persona en un segundo. A mí, además, acababan de comunicarme la trágica muerte por infarto, horas antes, de un familiar de mediana edad.
Después del susto, nos fuimos a cenar algo, como habíamos planeado, aunque ya, sin tantas ganas. Estuvimos largo rato intentando olvidar lo ocurrido. Comentábamos los resultados del curso de técnicas estadísticas avanzadas que se había desarrollado. La iniciativa había partido de algunos de los que impartimos docencia en el programa de doctorado de nuestra Facultad. Se había hecho en coordinación con el Departamento de Organización de Empresas de la Universidad de Granada, al que pertenezco. En dicho Departamento, todos los años se presupuesta una pequeña partida para actividades de formación docente. Lo habíamos solicitado y nos lo habían concedido, en igualdad de condiciones que a los profesores de los Campus de Granada. Con esta partida y una similar del programa de doctorado de Ceuta, aprobada por el Decano, y por el Vicedecano de Investigación, se nos ocurrió que realizar un curso de estas características sería muy positivo y provechoso para los investigadores de nuestra Facultad, tanto alumnos, como profesores.
Los dos coincidíamos en que se habían cubierto los objetivos fijados. Haber tenido el privilegio de poder contar con la presencia de César Pérez en nuestra Facultad, que es matemático y economista, profesor de la Universidad Complutense de Madrid, desde hace más de 20 años, además de Estadístico Facultativo del Instituto Nacional de Estadística y técnico del Cuerpo Superior de Sistemas y Tecnologías de la Información de la Administración del Estado, era una garantía de éxito. Ha publicado un centenar de libros, todos ellos relacionados con la estadística y las técnicas de investigación, pero aplicadas a través de software disponibles en el mercado. Sus textos son un perfecto ejemplo de aplicación práctica y sencilla de la estadística a la vida real y a la investigación, pero sin olvidar el rigor técnico y matemático. Lo que a él le hacía estar más satisfecho, además del ejemplo que se había dado de colaboración entre departamentos y universidades para llevar a cabo el curso, tal y como aconseja el proyecto del Espacio Europeo de Educación Superior diseñado en Bolonia, había sido ver la clase llena, a los alumnos preguntando y, al final, pidiendo que se repita, pero con más horas.
Sin embargo, ninguno de los dos podíamos ocultar nuestro pesar por el accidente sufrido por estas dos personas. Afortunadamente, en esta ocasión todo parece se ha quedado en un buen susto, aunque ambas personas supongo que tardarán en curar de sus heridas (no les conozco, pero les deseo el más rápido restablecimiento). Como era previsible, el Ayuntamiento de Ceuta ha hecho gala, una vez más, del descontrol e imprevisión que le caracteriza, a pesar de la larga nómina de asesores que tiene. Al día siguiente se dio la orden de arreglar el desnivel que ya ha causado más de un tropiezo a los ciudadanos, aplicando una capa de hormigón y vallando su acceso, supongo que de forma provisional, hasta que el Director de la supermillonaria obra decida qué hacer.
No es la primera vez que algo así ocurre. Y por desgracia, creo que no será la última. Días atrás condenaban al Ayuntamiento al pago de una importante indemnización por la caída de un ciudadano en una calle de Ceuta, en la que cuando llueve o hay humedad, es imposible transitar con seguridad. Unos días después se caía un enorme ventanal de cristal del viejo edificio del centro asociado de la UNED, sin consecuencias trágicas porque en ese momento, afortunadamente, nadie pasaba por allí. El centro permanece vallado y con la entrada principal clausurada, no sabemos hasta cuándo. Alumnos y profesores nos vemos obligados a subir unas dificultosas escaleras para entrar. Evidentemente las personas con discapacidad no pueden acceder. Los que andamos por el monte Hacho sabemos que al llegar a esas horrendas viviendas que han hecho en el cruce del Sarchal, hay un tremendo hueco y desnivel en la acera, sin protección de ningún tipo, en el que cualquiera puede caer sin darse cuenta. El paseo del Revellín, tan bonito como ha quedado, tiene unas partes adornadas con algo parecido a mármol verde, que cuando llueve convierte el mismo en una “pista de patinaje”. Lo grave, además de los accidentes que se producen, es que luego se han de pagar las indemnizaciones a los perjudicados. Por supuesto, que pagamos entre todos. No lo hacen los responsables del lamentable estado de las calles.
Y digo yo. ¿Cuándo se va a poner alguno de los magníficos asesores que tiene contratados el Sr. Vivas a mirar todas estas cosas, para intentar arreglarlas antes de que ocurran las desgracias?. Porque, igual el ERE, ahora que está de moda, hay que hacerlo con ellos.
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