Anuncia, para hoy domingo, el grupo ‘Ceuta Insegura’ creado en Facebook con 13.151 miembros, hasta ayer, su convocatoria de una cacerolada, “para hacerse oír”. Tal movimiento de protesta no tiene precedentes en Ceuta. Me resulta difícil pronunciarme sobre cuál puede ser la respuesta popular a la llamada. Conozco de sobra a mi pueblo y me consta su histórica pasividad a la hora de lanzarse a la calle para reivindicar públicamente cualquier demanda, por trascendente que esta sea para su presente o su porvenir, excepto aquellas manifestaciones pro autonómicas. Eso sí, en la tertulia del bar o en el día a día con el prójimo descargamos a tutiplén cuanto llevemos dentro. Mucho te quiero perrito pero pan, poquito, que diría el sabio refranero. Veremos. La inseguridad ciudadana que parece haberse asentado en Ceuta es preocupante. Muy por encima de aquella que padecimos a finales de los ochenta y parte de los noventa. Hay diferencias. ¿Inseguridad subjetiva? ¿Se atreve alguien en las actuales circunstancias volver a tratar de hacernos ver lo blanco negro? Valgan sólo algunos hechos recientísimos. Atraco a los trabajadores de Trace a punta de pistola; a la central del 061; a un taxista a las puertas del Hospital al que propinan un culatazo que pudo dejarle ciego. Asalto a un menor en el Sardinero, también con pistola, y culatazo final. Con idéntica arma a unas jóvenes en su coche. Atraco a unos subsaharianos por un grupo de argelinos con un hacha. Militar apuñalado en un nuevo atraco mientras pescaba en la playa Benítez. La mujer a la que atacan y cortan la cara y después intentan quemar su casa. El triste crimen del tetuaní Ibrahim Arraoui a pleno día en la playa de la Ribera. El mismo infierno delincuencial del puerto… No iremos más para atrás, sería demasiado largo, ni a otro tipo de hechos no menos inquietantes como los que de continuo llegan a nuestros oídos. La actual situación no es normal, ni mucho menos la propia de cualquier ciudad de las dimensiones y población de la nuestra. Qué duda cabe que Ceuta ido cambiando en determinados aspectos a peor. Y el caso es que pasa el tiempo y el ciudadano no vislumbra soluciones. Quienes con bastantes años ya a las espaldas hemos visto transcurrir toda nuestra existencia en esta noble y acogedora ciudad no concebimos como se ha podido llegar a tamaña situación. Y no les hablo de aquella Ceuta idílica de puertas abiertas, de aquel envidiable oasis de paz y convivencia que fue, propio de otros tiempos y circunstancias. La inquietud, el miedo y el desánimo, que es lo peor, son perceptibles. Los hay que cada vez ven menos futuro en esta tierra y los que te confiesan la posibilidad de marcharse. Quienes temerosos de la deriva en la que ha caído ciudad, con el agravante de la falta de oportunidades laborales para sus hijos y ante la perspectiva añadida de un más que incierto futuro económico, son los que lo tienen más claro. Para completar la guinda, la frontera. Totalmente desbordada con sus colapsos, con las avalanchas de porteadores, cierres, incidentes y delincuentes que se nos cuelan. Fuente inagotable de noticias e imágenes periodísticas de portada con tantas estampas que te llenan de dolor, por muy insensible que seas, viendo el sufrimiento de tantas criaturas para ganarse unos escasos euros. Y del Tarajal a los polígonos con la problemática y situaciones diarias que en los mismos se viven y de las que puntualmente nos dan cuenta nuestro periódico y sus imágenes televisivas. Resulta paradójico que en las actuales circunstancias los partidos políticos no pongan el grito en el cielo y exijan con firmeza soluciones. Juntos y en un solo bloque. Aquí y en Madrid. Más en la capital del reino, porque desde el gobierno central han de llegar las principales soluciones. Incluso en Europa, también. Ya. Lo del bloque parece demasiado pedir, pecar de iluso. Y menos mal que en todo este revuelo no nos ha salido un ‘salvador’ como aquel resucitado político que apareció coincidiendo con unas ferias, o el posterior aterrizaje del GIL, con el mismo discurso, al hilo del oportunismo del voto de los desencantados en un alarde de populismo tan en boga en estos tiempos. Lo de la cacerolada no parece ser bien vista desde algunos frentes o determinados partidos. Los hay que no dudan en catalogarla determinantemente de racista como sucedió con la concentración que, con la misma protesta ciudadana y pese a la lluvia, llenó la plaza de los Reyes de ceutíes indignados con la situación. Por tanto sería de desear que organizadores y manifestantes fuesen cautos porque no faltarán quienes estén observando con lupa todos los movimientos y proclamas para deslegitimarla y demostrar así sus tesis de que esta corriente de protesta es de puro corte ‘racista’. Si algunos llegaran a descargar contra los MENA o contra determinados colectivos, apaga y vámonos. Habrán acabado así de facto con esa movilización libre y sin la menor contaminación política o partidista. Lo de los menores no acompañados es un serio problema que nos ha caído encima. Uno más por su no tuviésemos bastantes. Si hoy son unos 200 en poco tiempo pueden ser 500, como en Melilla, y así sucesivamente. Es un asunto que exige una solución. Marruecos, Madrid, Europa… Como la propia inmigración general que soporta este territorio tan reducido de España y con tantas limitaciones y escasez de recursos. Queda dicho pues, manifestantes. Cualquier salida de tono puede tirar por tierra la protesta y sus objetivos, amén de futuras nuevas iniciativas reivindicativas con las que, al parecer, sus organizadores piensan proseguir.
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