La Brigada Forestal, en máxima alerta ante la menor señal de fuego

Sus ojos han visto en varias ocasiones cómo las llamas devoraban árboles que habían necesitado decenas de años para alcanzar la madurez. En otras ocasiones, el incendio se ha llevado por delante ejemplares cuya semilla germinó cuando aún no habíamos nacido ninguna de las personas que actualmente residimos en Ceuta.

Al contemplar el efecto devastador del fuego, “se de revuelven las tripas. Te dan ganar de ir y decir: Tengo que ir a apagarlo. Tu trabajo, tu vida, todo lo que te gusta se te va en un momento”, explica Alfonso Espinosa. Forma parte de la Brigada Forestal de Obimasa, como su compañero Emilio Muñoz y otros ocho miembros más que completan la plantilla. Todos ellos permanecerán en máxima alerta hasta el 2 de noviembre, cuando acaba la época de máximo riesgo de incendios, coincidiendo con el fin de la celebración del Día de la Mochila. Sin embargo, el fuego no es su único ‘enemigo’. A lo largo de todo el año la Brigada Forestal también ‘lucha’ contra la proliferación de eucaliptos, que se han convertido en una auténtica plaga tan peligrosa como la falta de civismo de la que hacen gala bastantes de las personas que acuden a disfrutar del bosque. “Por muchas repoblaciones y trabajos que se hagan, si después llega una negligencia por una barbacoa o por una colilla y se quema todo, el trabajo de 10, 15 o 20 años deja de verse. Aquí hay vegetación que ha tardado 10 o 15 años en crecer aunque no supere el tamaño de un arbusto. En cinco minutos de fuego se puede ir todo al garete por una simple negligencia”, explica Espinosa. Se refiere a especies autóctonas, entre las que no está el eucalipto. Emilio Muñoz señala varios ejemplares de este árbol que se han visto afectados por las llamas: “Ahí los tienes, están brotando todos. Toda esta zona se quemó. El eucalipto se regenera perfectamente, mientras que los demás árboles, unas vez que les toca el fuego...”. Sus peculiares características convierten a esta especie en un ‘enemigo de altura’. “Le puede pasar un fuego, los puedes cortar... Cuando parece que está casi muerto y seco, brota de nuevo. Es resistente a las plagas. Como superviviente es el mejor árbol que existe. El problema es que se chupa todo el agua que haya, empobrece el ecosistema, crea acidez en el suelo y evita que crezcan otras especies”, explica Espinosa. “Llevamos intentando eliminarlo desde...”, trata de recordar Muñoz. Cualquiera que visite los bosques de nuestra ciudad puede comprobar que el eucalipto va ganando la batalla.
En esa misma visita también se puede comprobar que tampoco está ganada la batalla contra los ciudadanos que no acaban de comprender la finalidad de las papeleras y los contenedores de basura. “Hay algunos que ponen todos sus desperdicios en una bolsa y la dejan al lado de la carretera para que venga alguien y se lo lleve, pero la empresa de limpieza no tiene la obligación de retirar lo que ve en el suelo, sino lo que está en el contenedor. Otra gente dice: un papelito, no pasa nada. Y lo tira. Un paquete de pipas, no pasa nada. Así, poco a poco, con un poco de todos, se ensucia el campo”, explica Espinosa. El resultado de esta falta de civismo se puede contemplar fácilmente en zonas transitadas donde se produzca una mínima concentración de visitantes.

Deportistas ejemplares
En el lado opuesto, estos dos miembros de la Brigada Forestal sitúan a los deportistas que recorren andando, a la carrera o en bicicleta los distintos senderos. Muñoz no duda al asegurar que “casi toda la gente que hace deporte está muy concienciada” con la conservación del medio ambiente. “Nosotros no podemos estar todo el día metidos por aquí”, explica Espinosa señalando un camino que serpentea entre árboles, “ellos sí. Ellos se patean el monte a diario. Ahora que ha habido temporal de levante, que han caído árboles o ramas, ellos nos avisan”.

A tiros con la procesionaria
El trato de los miembros de la Brigada Forestal con algunos miembros de la familia de las Thumetopoeidae es menos amistoso. En concreto, a la especie conocida como ‘procesionaria del pino’ la tratan a escopetazos. Este tipo de oruga, que se alimenta de los brotes de la mayoría de las clases de pino, puede llegar a convertirse en una auténtica plaga. Aún no lo es y por ello su actual número no hace aconsejable ni la fumigación desde el aire ni la colocación de trampas de feromonas. La solución que se ha adoptado parece inspirada en la conocida expresión de “matar moscas a cañonazos”, aunque en este caso sí es la mejor fórmula para adaptar los recursos al fin que se busca. “Aquí las tratamos a tiros. Somos tres tiradores que disparamos con escopeta de cartuchos. Disparamos al nido, los plomos lo atraviesan, matan a muchas orugas, pero lo más importante es abrir el nido para que entre el frío y mueran”, explica Espinosa. Reconoce que no han conseguido eliminarlas por completo, pero al menos “las tenemos controladas”, asegura.

Industria papelera, jabalíes autóctonos y arbustos de los que alimentarse

Hace décadas era muy difícil encontrar un eucalipto en Ceuta. Para contemplar un ejemplar de esta especie exótica procedente de Australia había que consultar alguna enciclopedia ilustrada o algún libro de Botánica. Fue así hasta que se planteó la instalación de una industria papelera en Tánger. Entonces empezó a plantarse eucalipto en nuestra ciudad hasta llegar a la situación en la que nos encontramos hoy, cuando estos árboles avanzan imparables en lo que parece que es su objetivo de ‘apoderarse’ de todo el territorio.
Ésa es una explicación a la presencia de eucaliptos en nuestros bosques. Otra asegura que se empezaron a plantar junto al perímetro fronterizo para obstaculizar la visión de nuestras instalaciones militares desde Marruecos. También se vieron afectados por las actuaciones en el vallado distintas especies animales, especialmente los jabalíes. Hace años se desplazaban sin impedimentos entre ambos países al no haber ninguna frontera natural que lo impidiera. Sin embargo, a partir de 1999, cuando se retiró la valla precaria que existía hasta entonces y empezó su sustitución hasta convertirse en lo que es hoy en día, las fronteras políticas también se convirtieron en determinantes para el día a día de los jabalíes. A un lado se quedaron los padres de los que hoy habitan en nuestra ciudad y al otro lado sus primos marroquíes, sin posibilidad de contacto físico entre ellos. Su historia es similar a la de los zorros, melones... y cualquier otro animal que no es capaz de volar para desplazarse.
Además de numerosas especies animales, nuestros bosques guardan auténticos tesoros botánicos. Hay castaños, alcornoques, robles... y plantas que pasan desapercibidas si no se contemplan con ojos de botánico, de biólogo o de miembro de la Brigada Forestal. Alfonso Espinosa destaca una de ellas que en apariencia sólo es un arbusto más: “En primavera se pone blanco con unas flores que le hacen parecer un cerezo. Después salen los frutos y en otoño están rojos como pequeñas cerezas. Son comestibles, pero un poco insípidos”. Aún así, se convierten en un alimento fundamental para los animales que deambula por el bosque en su época de maduración, como también lo son los frutos de los palmitos, que después de pasar por todo el proceso digestivo, los animales que los consumen se encargan de ir distribuyendo las semillas con su correspondiente dosis de abono natural. Hoy se pueden observar palmitos repartidos casi por cualquier rincón.

Castaños, joyas que se cuidan como tesoros
El dilema entre darlos a conocer u ocultarlos para protegerlos

Los castaños son una especie que la Brigada Forestal cuida con mimo. De hecho, el camino de acceso a algunos de estos ejemplares estuvo durante algún tiempo oculto. Alfonso Espinosa es partidario de dar a conocer a la gente estas joyas de nuestro bosque. “La gente debe poder ver estos árboles, pero lo que tiene que haber es más concienciación”, señala recordando la desagradable sorpresa que se encontraron un día al examinar uno de los ejemplares. “Alguien había tallado ahí, en la corteza, su nombre. El día que vinimos y vimos eso, nos entró los siete males”, explica. El ejemplar que fue víctima de la gamberrada crece en un paraje junto a otro árbol de su especie, rodeados de brotes que tratan de abrirse paso a su alrededor. Se trata de dos ejemplares centenarios amenazados continuamente por eucaliptos que son eliminados.

Roble, otro luchador
Si lo permiten el  jabalí y el eucalipto

El roble es otra especie que también lucha por recuperar su espacio en nuestro bosque. Su principal ‘enemigo’, como el de todas las especies autóctonas, es el eucalipto. Pero también necesita que la suerte esté de su lado para que los jabalíes no devoren todas sus semillas y alguna bellota germine para llegar a convertirse en un árbol.

Pinos, víctimas del fuego, de las plagas y de los parásitos
Si sobreviven a las llamas, los parásitos se convierten en sus verdugos

El fuego no siempre acaba con los pinos. A veces, tras el paso de las llamas, vuelven a aparecer brotes y en algunas de sus ramas más elevadas nacen nuevas hojas. Su lucha por sobrevivir genera esperanzas de que puedan llegar a conseguirlo. Sin embargo, mientras que en las copas trata de abrirse camino la vida, en la parte inferior se está escribiendo su sentencia de muerte. Un ejército de insectos siembran el tronco de larvas que se abren camino a través de una madera debilitada por la que ya no fluye tanta sabia como cuando el árbol era un ejemplar sano. Aproximadamente un año después los brotes verdes de las ramas superiores han desaparecido y a lo largo de todo el tronco es muy fácil observar innumerables agujeros taladrados por larvas de insectos. Sólo algunas especies como el pino canario son capaces de burlar el inevitable destino que para esta familia de árboles llega cuando hace su aparición el fuego.

Incendios intencionados y negligencias

“Lo peor es que sea intencionado. Cualquiera puede venir y meter fuego. Mira como está de seco todo; en el momento que tú tiras algo, arde”, explica Emilio Muñoz, “el año pasado, por una negligencia hubo un momento de mucha tensión, ahí, en el Te de la Mora. Incluso casi se llegó a quemar un vehículo. Se pasa muy mal. Mucha impotencia”. Recuerda que las llamas “se comieron en 24 o 48 horas el trabajo de diez años de repoblaciones. Esa impotencia es tremenda. Después ves cómo de desolado se queda el campo y te pegas diez días en los que no levantas cabeza”.
El incendio del monte de la Tortuga, “quemó todo desde el Te de la Mora, una fuente que hay ahí. Desde abajo, el cuartel de Ingenieros, parte del polvorín. Subió hasta la Tortuga y se quemó la parte de atrás”, explica Espinosa al mismo tiempo que señala una amplia zona en la que ahora solo se ven brotes verdes en eucaliptos. Su compañero, Emilio Muñoz, asegura que en su trabajo a penas mantienen relación con los militares. “Ayer estaban haciendo maniobras con los vehículos que han venido nuevos y que van a Mali. Los estuvimos viendo. En verano siguen con sus maniobras igual que en invierno y eso no es bueno para el campo. Pero también comprendemos que no tienen otro lugar donde hacerlas”, explica. “El peligro es el tiro. Ya se vio el año pasado”, advierte Muñoz, “este año, lo que sí tienen es un retén de incendios permanente; no sé si a consecuencia del incendio del año pasado. Parece que este año están más prevenidos”.

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