Opinión

La Banda de los Dalton

El pasado martes tuvo lugar en el Senado (esa institución que amerita a la casta jurásica de España) la Conferencia de Presidentes, que a pesar de lo rimbombante del nombre no reúne precisamente a jurisconsultos romanos de áureo prestigio, sino a la ridícula patota de presidentes autonómicos.
Herencia relicta de la más estulta aún herencia zapateril, se trata de un engendro jurídico diseñado para adocenar aún mas si cabe a los dirigentes autonómicos y seguir soltando la mosca a vascos y fundamentalmente catalanes para que estén calladitos y toquen poco las narices.
Del citado aquelarre político apenas se extrajeron conclusiones, más allá de que se va a revisar el infecto y esquizofrénico modelo de financiación autonómica; esto es, subir los impuestos a los ciudadanos y continuar con el latrocinio fiscal puesto en boga por Montoro & Asociados.
Mención especial merecen las palabras Susana Díaz, esa conjunción perfecta entre Omaíta y Corita Viamonte, aludiendo el fijar un tope mínimo en los tipos impositivos autonómicos para evitar la diáspora de contribuyentes a destinos tributariamente más cálidos.echo revelador que supongo conocerá la folclórica de San Telmo es que en el año 2016, 40.000 andaluces a bien tuvieron fijar su domicilio en la Comunidad de Madrid. Por algo será, “mi arma”.
El dumping fiscal al que se refería Susana no es mas que otra evidencia de aquello a lo que ha dado carta de naturaleza la clase política española: el contumaz expolio de los contribuyentes para entre otras cosas seguir aumentando la deuda (recordemos que ya rebasa el 100% del PIB), financiar los desmanes del hampa catalana, sostener las pródigas televisiones autonómicas y un penoso etcétera.
El simpático bufón de las anchoas tuvo un pequeño desencuentro con Cristina Cifuentes, donde afeaba la conducta a esta por jactarse de tener los impuestos bajos, diciendo que la capitalidad aporta muchísimas ventajas fiscales a las empresas. Lo que parece ignorar el zote de Salceda es que el Impuesto de Sociedades es de competencia estatal y se paga el mismo en todos sitios; más majadero y no nace.
Desde luego hay que hacerse mirar sesudamente que seamos el único país del mundo en el que absolutamente nadie y cuando digo nadie, es nadie del arco parlamentario propone una rebaja fiscal. Lo que padecemos particularmente en Andalucía aunque no sólo, respecto del Impuesto de Sucesiones y Donaciones es una suerte de derecho de pernada contemporáneo. Eso de los privilegios latifundistas siempre nos ha encantado.
Por eso se debería hacer “tabula rasa” con las mamarrachadas de la armonización y homogeneización fiscal; pues nunca olviden que armonizar significa axiomáticamente establecer una fiscalidad más regresiva, más asfixiante. Recemos por mantener el divino crepúsculo de la heterogeneidad y competencia fiscal.

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