Dicen que para enterarse de lo que pasa en Ceuta una de las mejores formas es ver y analizar el contenido de la 'pavana'. Y no anda la gente descaminada. Muchos escritores e intelectuales recurren a las cartas al director de los periódicos escritos para medir el pulso a las poblaciones. El hecho es que en la historia de Pepe Caballa del pasado 30 de julio aparecía un Torrado con el 'culo al aire' por el asunto de la planta de biodiesel, que en 2007 la Autoridad Portuaria de Ceuta sacó a concurso público para adjudicar en forma de concesión administrativa en terrenos de dominio público portuario.
Acto seguido vendrían las declaraciones públicas, incluyendo la del Presidente de la Ciudad Autónoma de Ceuta, advirtiendo del peligro que dicha instalación tendría para las viviendas y colegios colindantes. Lo prioritario, sentenciaba, es la seguridad ciudadana. Esto coincidía con la prohibición de la manifestación de parados por parte de nuestro heroico Delegado del Gobierno, también en aras de la seguridad ciudadana. Y con la 'desesperada' búsqueda de un sonómetro, averiado desde hacía seis meses, por parte de las autoridades locales, para hacer que los tambores y megafonía de dicha manifestación cumplieran con la normativa medioambiental de ruido. Por supuesto, también en interés del ciudadano. La verdad, este repentino interés por defender el medioambiente y la seguridad ciudadana por parte de las dos máximas autoridades locales, Chacón y Vivas, no me lo explicaba.
Yo estaba inmerso en ese momento en la lectura del magnífico libro de Eduardo Punset, 'El viaje al poder de la mente', en el que, de forma magistral, nos muestra cómo el cerebro está preparado para cambiar de opinión, aunque no lo hagamos, y cómo construimos el futuro en base al pasado. De ahí, razona, la tremenda importancia para el futuro de la humanidad que tiene el desaprender, más que el aprender. Es decir, el desechar miles de ideas que sustentaban las dominantes hasta hace poco, se vislumbra como uno de los mayores retos a los que nos enfrentamos. Y en esta búsqueda del pasado que alumbra el futuro, también nos habla de aquellas cianobacterias que consiguieron aprender a sobrevivir sin depredar a otros organismos. La fotosíntesis del mundo vegetal aprendida por animales como la babosa marina Elysia Chlorotica hace millones de años, nos está abriendo las puertas, según la opinión de reputados científicos, a que a través de la fotosíntesis artificial podamos tener acceso a energías limpias e inacabables, y a su vez, a un mundo sin depredadores.
No sé qué de verdad científica hay en todo esto. Lo cierto es que cada vez es más apremiante y necesario para el planeta la búsqueda de nuevas formas de energía. Sobre todo, que no sean contaminantes y que puedan renovarse. Una de estas posibles alternativas son los biocarburantes, combustible de origen biológico que se obtienen de plantas como el maíz, el sorgo, la remolacha, el trigo o la cebada, o de aceites vegetales, usados o cultivados a tal fin. Su impacto ambiental no está claro, pues se habla de perjuicios y beneficios. Por ejemplo, Greenpeace piensa que la bioenergía forma parte de la solución al cambio climático, pero que la condición es que los cultivos de los que provenga sean sostenibles y no causen destrucción de los ecosistemas o provoquen problemas de seguridad alimentaria en las poblaciones. En cualquier caso, son una alternativa a tener en cuenta.
En el caso de Ceuta, la empresa concesionaria del concurso público, en un extenso comunicado, muy bien razonado desde el punto de vista jurídico, explica que cumple todos los requisitos de la nueva normativa medioambiental, pues el único argumento técnico de la Ciudad Autónoma para negar la licencia de instalación, según ellos, tras más de 20 meses de trámites, está basado en una normativa de 1961, que ya ha sido superada por los avances técnicos. Y sobre todo da un argumento muy sólido: La aplicación restrictiva que se hace desde la Ciudad convertiría en ilegales las actuales instalaciones de ENDESA, los depósitos de DUCAR, y cualquier otro almacenaje de gasolinas o productos químicos.
Evidentemente, algo más tendrá que haber debajo de este embrollo legal. Pero lo que resulta vergonzoso es que un organismo público como la Autoridad Portuaria haya sacado a concurso público la instalación de algo ilegal, a juicio de la Ciudad Autónoma. ¿Acaso no tienen técnicos con capacidad de analizar la normativa de aplicación a este tipo de instalaciones?. A esto, en términos técnicos se le llama 'inseguridad jurídica'. Es lo que suele ocurrir en los países subdesarrollados, en las dictaduras, y en las repúblicas 'bananeras'. No sé qué habría pasado si la empresa adjudicataria hubiera sido la otra que se postulaba en 2007. Alguien tendrá que explicarlo algún día. Si yo fuese un perjudicado no pararía hasta que se esclareciera la verdad. Aunque otros estarán pensando que, con la cantidad de babosas que hay en Ceuta, para qué queremos una planta de biodiesel.