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La araña de 13 patas

Lejos, muy lejos del maravilloso y equilibrado mundo animal existe un arácnido que se nutre de las miserias humanas intentando atrapar en su mortales redes a quienes piensan contracorriente, o simplemente a quienes se atreven a pensar.
Así, la negra araña de 13 patas, igualmente lejos de las películas de serie B de Hollywood, también vive en las oscuridades donde anida la intolerancia, alimentándose de la sangre de seres inocentes.

Este bichejo inmundo –como lo denominaba el cantante francés Renaud- de impares miembros, nunca tuvo el privilegio de tener un sabio nombre latín, quedándose con la brutal apelación de bestia sin piedad. Si bien falsamente creemos haberla exterminado para siempre, cíclicamente su huevo eclosiona para renacer con la fuerza que le procura la propaganda barata, el terror, la estupidez y, por supuesto, los oscuros intereses enterrados en paraísos fiscales.
En los albores de la Primera Guerra Mundial, el francés Jean Jaurés (asesinado tres días después del inicio de la primera gran carnicería) clamaba: “la afirmación de la paz es el combate más grande; la Humanidad está maldita si, para demostrar su valor, está condenada a matar eternamente”.
Eran tiempos en que la mal llamada Izquierda –es decir, lo que quedaba tras la muerte de Jaurés- y la Derecha, en una coalición que se denominó “la Unión Sagrada”, apelaban al patriotismo para aniquilar a los alemanes en una guerra cuyo fin todo el mundo estaba convencido de que sólo sería cuestión de meses. Eso sin contar con los fabricantes de armas, claro está.
Eran tiempos en los que las jóvenes, desde los trenes que las llevaban al matadero, gritaban hasta desgarrarse la garganta: “esta es la Primera [guerra mundial] pero será la última (‘la der des ders’, que decían en francés)”.
Obviamente, ni era la primera ni fue la última; a la Historia me remito.
Las proféticas palabras de Jaurés volvieron a evidenciar, desgraciadamente, que la araña seguía tejiendo su fascista trampa para los años venideros.
Prueba de ello es que tras un corto tiempo de semi paz vendrían los años de plomo y metralla, de contrarrevoluciones preventivas en España; de campos de concentración en las playas de Argelés o Bourg Madame; de hornos crematorios en el reino nazi; de colaboracionistas en Francia; de gulags y purgas en el asquerosamente llamado paraíso de las trabajadoras; de uranio enriquecido con locura humana; de Guerra Fría que hizo aún más ricos a los de siempre; de caza de brujas a los librepensadores (un clásico, dicho sea de paso); de napalm y minas antipersonales en los respectivos patios traseros de los imperialistas de ambos lados del telón de acero… Todo eso sin que nadie, o muy pocos, cayesen en la cuenta de que la araña de 13 patas siempre nos manipula a su antojo, haciéndonos ver lo blanco negro.
Y cayó el muro de Berlín. Con jolgorio, pompa y boato celebramos todas por fin la desintegración del muro de la vergüenza sin llegar a entender que los peores muros son los que no se pueden tocar ni derribar con picos y palas. ¡Qué pena de miopía intelectual!
Cuando creíamos que todo lo habíamos visto, aprendido y asimilado en lo que respecta a la intolerancia, y cuando más convencidos estábamos de que, felizmente, todo se había superado a golpe de manuales de Historia y de reportajes de National Geographic, la araña de 13 patas sigue saliendo de su nido, en total impunidad, para letalmente seguir envenenado al género humano que, invariablemente, sólo avanza para ser mejor devorado.
Inoculando su pócima del terror, continúa provocando que contemplemos a la vecina como una enemiga potencial por llevar rastas, a la de color que viene en patera como una amenaza, a la de la kipá como la causante de todos los males, a la de la chilaba como una asesina en serie, a la que se pone un sombrero de vaquero como una sangrienta imperialista y a quienes se atreven a pensar contracorriente como carne de nuevos Auswitch.
La araña de 13 patas sigue a lo suyo perfectamente dirigida ante nuestra lamentable incapacidad de diferenciar el concepto de Libertad del de Esclavitud.
¿Estamos tan brutalmente condicionadas que, como corderos, nos dirigimos al matadero con imbécil sonrisa y gritos de apoyo a la selección de turno sin hacer absolutamente nada?
Quizás haya llegado el momento de ponernos a pensar, pero visto el óxido depositado por la araña de 13 patas en nuestros cerebros, parece que lo de pensar, comprender y actuar no va a ser para mañana. ¿O sí? Eso, como siempre, depende de usted. Mientras, la araña sigue a lo suyo, no se le vaya a olvidar.

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