El enorme atractivo que envolvió la primera entrega de Kung Fu Panda fue ese equilibrio constante entre la comicidad y la seriedad, ambas facetas con gancho para recoger los aplausos de todas las edades el resultado que en realidad persiguen (lográndolo sólo unas pocas afortunadas que pasan a formar parte de un exclusivo club) todas las producciones de este tipo.
Ahora nos llega auspiciada por la estela positiva una segunda parte que propone entretenimiento y buenas maneras técnicas (incluso con posibilidad en 3D, aunque la tendencia vuelve a invertirse y el espectador está retornando a las exhibiciones convencionales); y se da la paradoja de que, intentando ahondar en el pasado del gordinflón protagonista y dar un giro hacia la profundidad del mismo, la cinta adolece de cierta simpleza y redunda en el recurso estético de los combates, lo cual le cuelga irremediablemente el apellido de irregular.
El guión nos sitúa a los personajes conocidos y protagonistas (Po, Los Cinco Furiosos, el maestro) en el templo, comiendo perdices, entrenando mucho y desfaciendo entuertos tal y como los dejó el final de la primera parte, pero toda esta perfección, claro está, va a verse amenazada por la irrupción de un villano terrorífico (si un pavo real puede llevarse ese calificativo) que pretende conquistar China con la ayuda de un arma definitiva (siempre la tecnología), y de paso acabar con el noble arte del Kung Fu. ¿Permitirán dicha barbaridad los animalescos héroes? Obviamente no, y para llevar a buen puerto su empresa, el oso panda más letal del mundo deberá, precisamente como decíamos antes, ahondar en un pasado que está difuminado en su memoria (¿será posible que su padre no sea el señor Ganso y sea adoptado?), y abusar de tortas y panzazos, eso sí, con amplitud de repertorio, que en presupuesto para detallar píxeles no va a quedar…
Si bien no alcanza el nivel de su antecesora, todavía puede decirse que logra digna e incluso holgadamente, con agilidad en la acción, algún chiste efectivo y una música estupenda de Hans Zimmer, ahí es nadie, un mínimo exigible, pero flaco favor le hace en el cartel promocional de la obra la leyenda "de los creadores de Shrek", puesto que hace plantear claramente algo que quizá no se nos había pasado aún por la cabeza: que se pretende exprimir el producto tal y como se ha hecho con el famoso ogro verde, que ha pasado a arrastrarse por la pantalla de la peor manera, incinerado y recordando con nostalgia lo que había llegado a ser cuando irrumpió meritoriamente y haciendo historia en el mundo del cine de animación. En absoluto le deseamos a Kung Fu Panda semejante destino. Tiempo al tiempo.
Puntuación: 6
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