Khadija Lagmouchi fue desahuciada el pasado febrero de su casa de Benzú donde residía junto a sus seis hijos. Lejos de dejarla en el desamparo desde Servicios Sociales consideraron, de manera extraordinaria, buscarle un piso de acogida de manera transitoria mientras que la mujer encontraba otra opción de vivienda.
Pero ese período de gracia ya comienza a expirar y la mujer expone la presión a la que se está viendo sometida para que abandone “de manera urgente” dicha casa de acogida.
La situación no es nueva para Khadija, quien tenía constancia desde el principio del programa al que ingresaba, en el que se especificaba que era la beneficiaria quien debe localizar una vivienda y será el departamento quien le ayude con el pago de la renta. En este caso, además, una asociación se comprometió a ayudar también con el abono de la fianza.
El problema para esta familia ha llegado con la búsqueda de una vivienda. Aunque en un principio Asuntos Sociales estableció un margen de 600 euros, abonando desde el organismo público 400, ante las constantes trabas que ha encontrado la mujer incrementaron la cantidad a 700 y con el pago íntegro de la misma.
Sin embargo, ni con un mayor margen hallan un alojamiento que se adecúe a sus condiciones. “Pedimos ayuda a los vecinos o aquellos que dispongan de una casa acorde a ese precio donde podamos residir los siete”, manifiesta la afectada.
El programa en el que ingresaba estipulaba que la beneficiaria debía localizar una vivienda
Exponen que la mayoría de las viviendas visitadas constan de un solo dormitorio o, incluso, cuando el propietario comprueba la cantidad de miembros que compone la familia se la deniegan. “Estamos desesperados, nos encontramos constantemente con muchísimos problemas y nos vemos de nuevo en la calle y sin casa”, expresa.
La familia “ansía” encontrar un lugar donde establecerse y poder retomar su vida, ya que el piso de acogida ha sido un paréntesis con algunos factores “negativos”, sobre todo para los más pequeños. “Esto parece una cárcel”, expresa la hija de mayor edad. Ella, al igual que el resto de sus hermanos, han visto como su rendimiento escolar se resentía.
“Eran niños que iban muy bien en el colegio y terminaron el curso con unas calificaciones bastante bajas”, declara la madre. A ello se suma el desarraigo social que se produjo al salir de su barrio y entorno cercano. “Hemos perdido calidad de vida, solo deseamos volver a la normalidad”, confiesa.
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