A las diez y media de este lunes, la vida de Khadija y su familia se ha parado por completo. La que ha sido su vivienda durante más de 30 años, ahora deja de serlo tras su desahucio. Al Pasaje Pedrosa, lugar en donde se encuentra la casa, se han personado miembros de la Policía Local, así como la comisión de vivienda para certificar el cierre por completo del domicilio.
Desde que el viernes fuese informada de que este lunes tenía que dejar la casa, ha tenido que desplazar todas sus pertenencias a otros lugares. Recuerdos que ella guarda desde hace años, ahora tienen que ser desalojados hasta buscar un nuevo techo. En la casa apenas queda nada. Horas antes de que dieran las 10.30 horas, el vecindario se había volcado para trasladar sus pertenencias. Ellos se han convertido en los pies y manos, incluso algunos se han ofrecido para custodiar la mayoría de sus bienes. Desde ropa, material de cocina y otros utensilios hasta una gata que recientemente ha tenido crías.
El ambiente en el Pasaje es familiar, todos se conocen desde hace muchos años. No guardan parentesco los unos con los otros, pero no hace falta para que las relaciones sean afables. Unos viven con sus hijos y parejas, otros con la madre, además de los que viven solos. Entre ellos, cabe destacar que algunos se encuentran con movilidad reducida o han perdido a un ser querido recientemente.
Lo ocurrido en la jornada de este lunes no ha sido fruto de la casualidad. Hace unos meses que les llegó la carta de desahucio, no siendo ellos los únicos, sino que otros vecinos también se han visto envueltos en la misma situación. Quizás lo que ha tenido lugar esta mañana, se vuelva a repetir más adelante.
Salvador era la persona a la que se le pagaba el alquiler. Este hombre, bien conocido en la zona, se encargaba de los arrendamientos de los huéspedes. Algunos con contratos de por medio y otros no. Además, de un tiempo en adelante, se pasó a pagar directamente a él hasta su fallecimiento en 2004.
A partir de ahí, “no podíamos pagar la mensualidad”, comenta Rahma Mohamed. De todos modos, el dinero lo han guardado por si llega el día en que se les pida. El ambiente que se ha respirado es de tranquilidad hasta que el pasado año todo empezara a saltar por los aires.
Aparentemente, una mujer llamada Fatima Sora es la propietaria de todas las casas situadas en el Pasaje Pedrosa y es quien ha solicitado que se le devolviera lo que le corresponde. Esto conlleva al desalojo y, tras saberlo, el vecindario en conjunto hizo petición de un abogado para frenar la situación. El resultado no fue favorable, ya que le dio la razón a Fatima Sora. “La respuesta de la demandante ha tenido más peso que del resto del vecindario”, sentencia Rahma.
"¿Por qué no se nos avisó de que las casas no eran suyas si ya estaban vendidas por entonces?"
Según fuentes vecinales, el nexo de unión que guarda ella con el ya fallecido proviene de su padre quien sí mantenía una buena relación con él. Además, confirman que estas viviendas fueron compradas cuando aún el arrendatario estaba con vida. Todo esto ocurría a la misma vez que ellas pagaban su correspondido alquiler.
“¿Por qué no se nos avisó de que las casas no eran suyas si ya estaban vendidas por entonces?”, se cuestiona Rahma Mohamed. Según confirma ella, las compras se realizaron en el año 1990.
Esta incertidumbre ya se ha saldado con el desalojo de toda una familia, que en la mañana de este lunes ha tenido que salir del que era hasta hace poco su hogar. En la cara de Khadija se mostraba el sufrimiento porque aún se encontraba asimilando todo lo que estaba ocurriendo.
Ella junto a su marido Abdelmalik y sus hijos pasarán a hospedarse en un hostal a cargo de la Ciudad. No saben por cuanto tiempo será, pero lo que ya asimila es que el alquiler de la futura vivienda les generará un problema. Los precios elevados no están al alcance de sus bolsillos, teniendo en cuenta que solo el marido es el que trabaja cuatro horas diarias.
Atrás ha dejado décadas de vida. En el domicilio del Pasaje Pedrosa estuvo durante años con su tía, su madre y en estos momentos con la que es ahora su familia. Pagando religiosamente hasta la muerte de Salvador. Incluso, invirtiendo dinero para mejorar el adecentamiento de las habitaciones. Azulejos nuevos, pintado de paredes, arreglo de techos para que no se produjeran grietas. Este es un claro ejemplo de cómo se encuentran el resto de casas, de las que muchas de ellas aún disponen de techos de uralita. Y testigo de todo esto es lo que dice Aman Dris: “Las casas las hemos tenido que arreglar nosotros, esto no tiene nada que ver a como era antes”·
“Desde hace tiempo no duermo bien, apenas tengo hambre y sí algo de ansiedad”, comenta Zineb, aludiendo a algo que le ocurre desde que se enteró de su posible desahucio. El miedo a perderlo todo se ha convertido en su mayor problema. También comenta que ella guardaba una estrecha relación con Salvador, ya que lo cuidó siendo él mayor y cuando no podía desarrollar bien sus funciones vitales.
Zineb, que vive con más familiares en su casa, no deja de pensar en lo mismo. Esta se convertido en un rutina que le llega a afectar a su salud. “No sé qué pasará y si tendré que salir de aquí”, comenta con la voz entrecortada.
Otra de las allí presente, en este caso es Aman Dris, explica que “mi madre también ayudó a Salvador porque estaba solo en la casa”. Cuenta que la vivienda en la que reside con su progenitora tiene un contrato desde 1988. El resto, en su mayoría, lo tienen desde 1995.
"Desde hace tiempo no duermo bien, apenas tengo hambre y sí algo de ansiedad"
“No sabíamos nada de esta propietaria hasta el pasado año”, sentencia Khadija con la voz rota tras haberse quedado en la calle de manera oficial pasado unos minutos de las 10.30 de esta mañana de lunes. Parte del vecindario ha sido testigo de lo que ha ocurrido en el Pasaje Pedrosa. Este duro choque con la realidad ha tambaleado todos los esquemas de los allí presente, porque se ven reflejados y quizás les ocurra, no a todos, algo similar en los próximos meses.
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