El alcalde Juan Vivas, representante del flamante Gobierno de Ceuta medio rojo medio azul, envía un comunicado para felicitar a la presidenta de la Comunidad de Madrid. Le ofrece todo su apoyo y le desea lo mejor de lo mejor. Yo pensaba, al recibir la nota, que el señor Vivas iba a enviar un comunicado para expresar su preocupación por lo ocurrido en la frontera, cuya vigilancia ha sido puesta en evidencia por un conductor kamikaze. Pero no. Don Juan solo quería felicitar a la colega. El alcalde no debe considerar importante lo que ha sucedido. Tampoco la delegada del Gobierno, Salvadora Mateos, que quizá entienda que al conductor le dio un golpe de calor y eso le hizo acelerar hasta el punto de sortear a policías que le apuntaban con sus pistolas, llevarse por delante una puerta de seguridad y burlar los controles del CNP y de la Guardia Civil. Todo eso lo ha hecho una sola persona en la frontera inteligente que visitó Fernando Grande-Marlaska y que, nos contaron, iba a funcionar el 15 de julio. No. A la Delegación del Gobierno tampoco le parece importante esto. Todos callan. Nadie habla. Nadie informa. No va con ellos, así que debe ir con nosotros, con los ciudadanos que nos alarmamos con cualquier cosa, hasta con un kamikaze que con un coche destartalado pone en evidencia todas las cámaras, todos los controles y toda la vigilancia fronteriza.
La única que se preocupa es la AEGC, asociación a la que todavía le queda la dignidad de salir a la palestra mediática a exigir medidas. La CEP también ha recordado que lleva años reclamando mejoras. Sus quejas se han quedado en eso: en las consideradas pataletas de verano de sindicatos y asociaciones que reclaman algo tan básico como seguridad en la Frontera Sur de Europa.
El Tarajal más parece un chiringuito de playa que, eso sí, tiene un techado como una nave espacial. Allí trabajan los agentes y por allí puede pasar de todo: que un kamikaze se ría del mundo, que una conductora te cuele un coche lleno de inmigrantes o que las normas de un día caduquen al siguiente. Es un circo.
Aquí no pasa nada. Hace demasiada calor. Los gobernantes están de vacaciones, demasiado tienen con ver cómo colocan sus compromisos y cómo asientan sus pactos. Y aquí las trincheras del Tarajal son un reducto perdido en el mundo en donde pasa y puede pasar de todo, hasta que un conductor pase todos los filtros de seguridad sin que nadie pueda pararlo. La pregunta que nos hacemos muchos empieza por: ¿y si...? Pueden terminarla como quieran porque caben todo tipo de suposiciones a lo que podría haber sucedido. Pero no se preocupen en exceso, hace mucha calor, es verano... y esto es normal.
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