Categorías: Opinión

Justicia, fallos y demás

Los fallos informáticos que por una u otra razón se producen en el ámbito judicial han terminado por ser asumidos como algo normal. No lo son. Muy al contrario. Que se produzcan no hace sino elevar una carga de tercermundismo que la justicia no se merece. Detrás de cada juicio hay una parte de preparación que el ciudadano no ve (tampoco tiene por qué conocerla).

Que esa fase estelar del procedimiento no pueda llevarse a cabo no solo provoca el (normal) enfado entre los actores afectados, sino que, además, ofrece una imagen muy negativa en torno a un sistema que, directa o indirectamente, nos afecta a todos.
Los sindicatos hacen su papel, que no es otro que el denunciar estos fallos y poner la nota crítica para forzar la adopción de responsabilidades. Las consecuencias prácticas, no obstante, no terminan de llegar. Así, a pesar de que se han producido suspensiones de juicios cuya preparación absorbió muchísimo trabajo, y a pesar de que esas suspensiones trascendieron a los medios y motivaron incluso comunicados oficiales del TSJA, pocas medidas correctoras se han tenido que aplicar para que sigamos arrastrando los mismos problemas.
La imagen que, del funcionamiento judicial, llega al ciudadano no es la mejor. Tampoco la idónea. Más sangrante es para los afectados: testigos llamados a declarar que ven perdido todo el día por fallos del sistema; otros que ni siquiera llegan a declarar porque las vistas previstas tienen que suspenderse; o los que pasan horas y horas a la espera de que se les diga qué va a ocurrir con sus declaraciones. Hemos, supuestamente, avanzado pero parece que el recorrido tomado ha sido el inverso, incurriendo en el síndrome del cangrejo. No. No se puede seguir así.
Los fallos de un sistema supuestamente avanzado traen al recuerdo las comparecencias ante la prensa de los pesos pesados del Ministerio difundiendo unas mejoras que, en la práctica, no son visibles. Sí se sigue viendo la máquina colocada a las puertas de los penales que nunca llegó a funcionar. Un vivo reflejo de la implantación de una NOJ que chirría, que se ha llevado un gasto no justificado por las consecuencias sufridas y mantenidas. Y seguimos. Y continuamos. Y a una le da por pensar en esas grandes operaciones que monta la Agencia Tributaria con la implicación de todos los organismos para luchar contra el fraude a todos los niveles, localizando incluso las viviendas patera. Y a una le da por pensar en esto, precisamente, porque empieza a hacerse una idea de en qué se están convirtiendo las sedes judiciales, asemejadas a infraestructuras pateras en las que cabe de todo, hasta habitáculos que se asemejan a las jaulas de los monos de San Amaro, como diría CCOO, hasta máquinas inservibles y hasta sedes para que sus trabajadores terminen hacinados.

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