Tras las avalanchas de los últimos días, la impresentable clase política se ha dedicado a jugar con lo sucedido para intentar sacar un beneficio político. Y así hemos asistido a un ridículo escenario en el que unos y otros se tiran los trastos a la cabeza para defender quién ha hecho más o menos en esta área. Pero parece que lo realmente importante a nadie importa. Estamos en un país democrático en el que debe existir respeto a los derechos humanos y hay que defender y exigir el cumplimiento de las leyes. Nadie ha querido preguntarse qué es lo que pasó en la dramática avalancha del pasado martes, tras la que 91 subsaharianos consiguieron llegar hasta la playa del Tarajal. A estas alturas todavía no he escuchado ni leído a ningún peso pesado o aspirante a sabelotodo preguntarse qué pasó aquella madrugada. Tampoco hablar sobre cuántas muertes se produjeron al otro lado y de qué forma. Ni mucho menos se ha cuestionado la forma en que se van a llevar a cabo las expulsiones. ¿Otra vez vuelta a 2005?, ¿de nuevo abandonos de cientos de hombres y mujeres en el desierto?, ¿de nuevo heridos que son trasladados a hospitales si tienen suerte?, ¿uso de armas?
Responder con fundamento a estas preguntas sería lo mínimo que debería hacer un partido político, en vez de ocupar escenarios para decir todo lo supuestamente bueno que hacían en su época o forzar reuniones esperpénticas. Las lagunas deben esclarecerse y existen foros europeos y nacionales adecuados, a los que tienen acceso los representantes públicos, para conocer con pelos y señales lo que pasó esa madrugada y la situación en que se encuentran los subsaharianos del bosque.
Si nos hacemos llamar país democrática, si celebramos jornadas por los derechos humanos, si defendemos leyes basadas en la igualdad... no podemos entregarnos a la peor de las hipocresías sin responder a la ristra de interrogantes que han quedado en el aire tras la presión de la última madrugada.
El egocentrismo que caracteriza a algunas formaciones políticas da asco, sobre todo si juegan luego a vender eso del progresismo y participan en foros en donde no caben determinadas prácticas. A mí no me interesa saber quién invirtió más o menos en la frontera, ni quien se llevaba mejor o peor con Marruecos; me interesa saber si se ha avanzado algo en las prácticas de trato al inmigrante, si la pesadilla de 2005 y sus errores se erradicaron por completo o si, como me temo, hemos vuelto al escenario más terrible para frenar los movimientos que nos llegan del África subsahariana.