Categorías: Opinión

Juegos de guerra

Tras la derrota de Japón en 1945, la península de Corea quedó dividida en dos zonas, al norte y al sur del paralelo 38, bajo control de la URSS y EEUU, respectivamente. El Imperio Japonés había ocupado aquella península tras la guerra ruso-japonesa, en 1905, y mantuvo allí la presencia militar hasta su debacle final. En 1948, el norte de Corea, bajo dominio comunista, se negó a participar en las elecciones auspiciadas por las Naciones Unidas. La situación de dos gobiernos de facto en cada zona, con ideas muy distintas sobre la reunificación del país, fue un factor decisivo en la escalada de tensiones que desembocaron en la agresión militar de las fuerzas del norte cuando atravesaron la frontera en 1950. Con la firma de un armisticio, a finales de julio de 1953, terminó una guerra en la que habían participado voluntarios chinos. Se estableció una zona desmilitarizada de 4 kilómetros de ancho para evitar los enfrentamientos armados entre los dos estados, pero no hubo tratado de paz que concluyese el conflicto de forma ordenada y estableciese unas bases firmes para el desarrollo de las relaciones entre ambos estados.
La estrategia de la tensión ha sido siempre un componente de las relaciones frías y problemáticas entre ambas coreas. Tras la Segunda Guerra Mundial los soviéticos quisieron compensar algunos reveses en Occidente con una proyección mayor en Extremo Oriente al calor del triunfo de Mao Tse Tung en China, de modo que dieron el visto bueno a la invasión de Corea del Sur por parte del Ejército Popular de Corea del Norte, liderado por Kim Il Sun, generando un conflicto que castigó a la población civil especialmente. La retórica de las declaraciones de las autoridades militares o civiles de Corea del Norte suele ser la habitual (tono ampuloso e inevitable aroma de rancio ideologismo) en estos casos, no presentando novedad alguna. Hay que estar, pues, más atentos a los movimientos sobre el territorio que a las soflamas acostumbradas de la tiranía hereditaria. En este sentido, el contenido retórico de las declaraciones parece destinarlas más al consumo interno que para información del resto de los países, de modo que, pareciera implícita la necesidad que tiene el régimen norcoreano de que sean los otros los que primero disparen para alimentar justificaciones que, en el momento actual, no encuentra por mucho esfuerzo propagandístico que haga.
China, al parecer, ha movido ficha y realizado desplazamientos de efectivos militares cerca de la frontera con Corea del Norte, pero al gigante asiático no favorece el ambiente bélico a sus puertas, porque el daño para su economía puede resultar notable. Podríamos decir que nos situamos en los mismos parámetros utilizados por los antecesores de Kim Il Un, su padre Kim Il Jong y su abuelo Kim Il Sung, toda una estrategia de la tensión exterior como factor de propaganda que cohesione un país sin sociedad.

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