Categorías: Opinión

Juanjo Medina - Un malabarista de la información política

Víctima de un infarto, falleció a los 52 años en su Melilla natal, como ya informamos, Juan José Medina Roldán, director que fue de este diario en la década de los noventa. Su paso por ‘El Faro’ en unos años especialmente convulsos para la vida política local, le convirtió en uno de los periodistas más renombrados de la dilatada historia del decano. Como homenaje a su memoria nos permitimos recordarle en nuestra edición de hoy a través de la entrevista que vio la luz en las páginas de mi libro, ‘El Faro, 75 años de historia, 1934 – 2009’. Nunca había ejercido el periodismo antes de llegar a Ceuta. Ni siquiera pasó por su mente, pero la casualidad así lo quiso. Todo fue tras una visita a Melilla del editor de este diario, Rafael Montero, con motivo de las elecciones europeas de 1989. Medina, por entonces, secretario de Unión del Pueblo Melillense (UPM), era el responsable de comunicación del partido. Algo debió adivinar el editor en sus escritos como para invitarle venirse a ‘El Faro’ durante los dos meses de verano para escribir artículos de opinión política. Aún sin conocer la ciudad, Juanjo aceptó. Era una experiencia nueva y especialmente tentadora para una persona joven e inquieta como él, la posibilidad de descubrir las interioridades de un periódico.
Muy pronto los lectores se interesaron por saber quien era aquel ‘Daniel Marín’, seudónimo con el que firmaba su diaria columna de opinión. Incisivo, valiente y polémico si se quiere, sus escritos despertaron filias y fobias desde un principio. En la Ceuta políticamente convulsa de la época, el terreno de juego no podía resultarle más a su favor. Transcurrido el verano decidió continuar. El periodismo había calado profundamente en aquel profesor de Psicología de la UNED melillense. Pronto se convirtió en el redactor jefe, pero a las dos semanas presentaba su dimisión.
- Le planteé al editor que o dirigía el periódico o me marchaba.
–¿Algún problema o mera prepotencia por su parte?
- En la práctica se podía decir que yo era el director, aunque ni siquiera lo fuera en funciones en diciembre de 1990. Pero director había uno oficialmente. Cosas internas de la empresa. Para mí fue una gran satisfacción el día que Salvador Durá, el gerente, me dijo que las devoluciones del periódico habían sido sólo de un 6 por ciento. Un record.
–¿Cree que el editor adivinó en usted el perfil de director que venía buscando?
–Sí. Creo que Rafael buscaba alguien que llevara el diario con una mente abierta para la política, o que fuera avispado para estos temas y si además lo sabía expresar, pues mucho mejor. Que no se tuviese que encontrar por la mañana con un editorial que no le gustase, y que el periódico fuera dinámico, joven, cañero, atrevido. Lo que era yo a mis 27 años.
–¿Le temían algunos políticos?
–Si acaso me respetaban. Había mucha amistad. También aprendí de los contrarios a la línea editorial de ‘El Faro’. Existían grandes contrincantes. Yo, que escribía, por ejemplo, sobre Aróstegui o Chaves, en los plenos tenía que sufrir, en silencio, la brillantez de esta gente, que luego te ponían el listón muy alto a la hora de competir con ellos plasmando mis artículos. No, no se le puede tener miedo a los periodistas. Respetar en todo caso, sí.
¿Con su línea cree que ‘El Faro’ vivió su etapa más viva, políticamente hablando, desde el advenimiento de la democracia?
–Eso sería ponernos nosotros en el epicentro del lío y bastante había ya. Nosotros éramos un elemento más de ese jaleo. Coadyugaba incluso, a que hubiera más de por sí pero, claro, dada la composición diabólica de aquel Ayuntamiento con tantos subgrupos y gente de diverso pelaje, dicho con todo cariño, pues ya me dirás.
–¿Quién era más duro, ‘Daniel Marín’ o Juanjo Medina?
–Creo que el que hacía la información, Juanjo Medina, porque al fin y al cabo cuando la información es buena y fuerte, ésta es más sólida que una simple opinión, que puede ser más o menos brillante, que suele incidir sobre hechos contrastados. Con el tiempo aprende uno en el mundo del periodismo que lo importante es una buena información, por encima de una buena opinión. La primera puede acabar con alguien y la segunda te divierte.
–Que el editor estuviera entonces en política, ¿se lo puso difícil?
–Nunca. Rafael necesitaba un periodista al que no tuviera que decirle lo que tenía que hacer, porque ambos coincidíamos en lo que pensábamos. Jamás me dio una consigna y eso lo puedo decir tranquilamente después de 17 años. Bueno, una vez me dijo que no escribiera de determinada cosa, pero no le hice caso. La publiqué y me felicitó. ‘El Faro’ en el centro de la diana –¿Las tensas relaciones entre el periódico y la delegación de Gobierno de entonces le ocasionaron muchos dolores de cabeza?
–Técnicamente nuestra línea editorial no era buena con ellos. En lo personal mis relaciones con Pedro M. González Márquez, con Colás y Fernando Rodríguez eran magníficas. Hay anécdotas muy  profundas que no se pueden contar todavía. Era una época en la el PSOE gobernaba la Delegación y el Ayuntamiento, y en la que ni siquiera había surgido el caso Juan Guerra. Luego imagínate la fuerza que tenía el Partido Socialista. No podíamos estar en su línea porque la Delegación había contribuido a crear un periódico para hacerle la competencia a ‘El Faro’.
–¿De qué manera?
–Existían testaferros de políticos. Eso era público y notorio. En el fondo había también la participación de algunas entidades autónomas como la Autoridad Portuaria cuando instalaron ‘El Periódico de Ceuta’ en aquellas naves que eran de Preosa; la Caja de Ahorros que estaba en manos de la Delegación y del Ayuntamiento. Luego, los hechos que ocurrieron con aquella multa al que era director de la Caja, Aliaga, y todo lo que ocurrió posteriormente con dicha entidad vinieron a corroborar que uno de los pufos que había eran los créditos de aquel periódico.
–15 de enero de 1991. Aquel debió de ser un día amargo para usted.
–Se me fueron cinco profesionales. La totalidad del cuadro de mando que había por debajo del director. Como avanzaba la tarde y no venían, llamé a la administración y me dijeron lo que había ocurrido. Al poco rato recibí la visita de unas personas de la delegación del Gobierno que se interesaron por mí y por lo ocurrido. Me fui a tomar café con ellos, aun consciente del tiempo que estaba perdiendo en aquellas circunstancias. La batalla no estaba en el periódico. Era una batalla política y para cerrar la edición de ‘El Faro’ hasta las seis de la mañana había tiempo todavía por delante. Tampoco ellos sabían que los editoriales los escribía yo a las dos o las tres de la madrugada. Una portada histórica –Quizá por cerrar tan de madrugada, ‘El Faro’ fue el único periódico nacional que a primera hora de la mañana informó del inicio de la guerra de Irak.
–También pudo ser casualidad, porque horas después de que me desmantelasen el periódico, acababa el ultimátum de la guerra. Esperamos hasta las tres de la madrugada el discurso de Bush y no pasaba nada, pero sí en la del día 17 lo que nos permitió publicar esa información junto con la primera foto de la guerra con una portada muy buena, pero muy casera teniendo en cuenta la tecnología de la época, cuando bajar una foto de 300 KB llevaba 15 minutos, y hoy protesta la gente porque va a seis megas.. ¡por segundo!
–Aquella guerra gozó de un tratamiento muy especial en su periódico.
­–La otra cara de la guerra fue una sección de la que estuve muy orgulloso, valiéndome de no tirar los teletipos que contaban anécdotas relacionadas con la contienda en todo el mundo. La Comandancia General me felicitó en privado a través del coronel de Inteligencia Militar, porque se trataba de una información muy interesante que no daba ningún otro medio. Hay que situarse en la época, cuando no existía ‘Google’, ni el ‘Hispasat’, ni tantas webs, ni móviles. Hoy no sé si yo sería capaz de dirigir ‘El Faro’ sin esas herramientas.
–¿La empresa supo valorar su trabajo?
–El editor estaba encantado. Recuerdo que en la foto final de la guerra coincidimos con todos los periódicos nacionales, e insisto, entonces no existía Internet. La foto que yo decidí fue la misma que sacó ‘El Mundo’, y al ver Rafael este periódico colgado junto al suyo en los estancos, e incluso con la información nuestra todavía más adelantada, no cabía en sí de satisfacción.
–Su jefe era por entonces un político en pleno ejercicio.
–Sí, pero a pesar de ello él era, y lo sigue siendo, un enfermo de ‘El Faro’. Si ama algo por encima de todo es su periódico. Yo diría que no es su negocio si no su pasión. Le puedes quitar todo lo que quieras, pero su diario que no se lo toquen. Y quien crea que éste es para él un instrumento de poder se equivoca rotundamente. Lo vive como pocos editores. Ceuta y Melilla en el corazón –¿Por qué se marchó si todos los vientos soplaban a su favor?
–Fue muy duro. Me fui porque quería volver a mi pueblo. Había que crear ‘El Telegrama de Melilla’, una cabecera de 1902 que había desaparecido y, si después de mi gran experiencia en ‘El Faro’ me ofrecían la dirección y del diario y de todo su proyecto, no me lo pensé, a pesar de mi amistad con Montero que, dicho sea de paso, me hizo una contraoferta.
- ¿Volvería?
- Con mi edad, ya no. Yo envidio a Carmen Echarri. Cada vez que paso por ‘El Faro’ siento un pellizquito muy especial, como si tuviera que volver a escribir el editorial a las tres de la madrugada. Es una sensación que no se olvida en la vida. Sólo retornaría si el editor se viera en un problema y pensara que yo podría ser la única persona que podría ayudarle. Le estoy muy agradecido a él, a su periódico y a toda la gente de Ceuta. Pero las situaciones son irrepetibles.
–¿Cuál es el mejor recuerdo que guarda de esta ciudad?
–Me acuerdo de todo el mundo. Ceuta ha sido mi trampolín. Cuando fui a despedirme de Pedro Miguel González Márquez, le pedí un diploma. ¿De qué?, me preguntó, extrañado. De que he cursado mi etapa en la ciudad con aprovechamiento, le dije, después de pasar por tantas guerras, elecciones, follones… Después de eso, Ricardo, ya puedes irte a cualquier sitio a escribir. Había mucha pasión, sí. Hoy es diferente. No me gustan las mayorías porque con ellas la política pierde su vida. Lo siento por Juan Vivas.
–Llegó como secretario de un partido y se marchó convertido en todo un periodista.
–No me siento periodista. Ni antes ni ahora. En todo caso me considero director [risas]. Ejerzo, simplemente, de periodista. Si uno no sintiera la vocación no habría periodistas en este país por lo mal que están pagados.
–Todavía se le recuerda en Ceuta, Juanjo.
–La mía no sólo fue sólo una gran experiencia periodística y profesional sino humana, social… Porque cuando uno tiene ese tipo de experiencias, quienes pensaste que eran tus enemigos con el tiempo los ves como amigos porque, de alguna forma, ellos te ayudaban también a hacer el periódico.
–¿Cómo le fue el regreso a su Melilla natal?
–Descontento con una serie de circunstancias que rodearon a ‘El Telegrama’, decidí crear ‘Canal Melilla TV’, medio que abandoné también para fundar ‘El Faro de Melilla’, un semanario cañero, divertido, que se imprimía en los talleres de Ceuta y que acabó ayudando a derribar un gobierno. Posteriormente, Rafael Montero se interesó por él para convertirlo en un diario de su grupo. Yo le ‘regalé’ mi cabecera y me pasé al ‘Vigía de Melilla’ y, a renglón seguido, a ‘Melilla TV’. Tres sentidos fallecimientos en el año de nuestro 80 aniversario En este 2014, qué  casualidad, coincidiendo con el año del 80º aniversario de la fundación de nuestro diario, se nos han ido para siempre tres inolvidables ex – compañeros y auténticos periodistas de raza. Meses atrás al fallecimiento de Juanjo Medina,  se producía el de otro exdirector, Vicente Amiguet Úbeda, aquel paciente y auténtico maestro de periodistas que llevó el timón de este diario en la década de los sesenta, a la edad de 84 años. A su marcha de ‘El Faro’ Amiguet dirigió otros periódicos de provincias, el último ‘Diari de Tarragona’, en el que se jubiló.
Con posteridad nos ha dejado también el ceutí Rafael de Loma Rodríguez, a los 74 años, redactor en de este periódico en los años sesenta, del que se marchó para incorporarse al ‘Sol de España’, del que llegó a ser su director hasta 1982, y a renglón seguido también del ‘Sol del Mediterráneo’. En 1984 fundó y dirigió ‘‘La Tribuna’ de Marbella y ‘Marbelle Tribune’, siendo con posterioridad el responsable de ‘Estepona TV’. Autor de interesantes libros relacionados con la comunicación como ‘Las manchas del leopardo’, ‘Gente poco corriente’, ‘Palabra de Periodista’ y ‘De Guttemberg a Obama, anatomía de la noticia’, fue también Medalla de Oro de la Asociación de la Prensa malagueña. Su padre, José de Loma Esteve, fue linotipista de nuestro periódico durante más de 40 años.

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