Juan y Santiago encuentran a Jesús

Jesús ha bajado ligero del montuoso desierto y llega de nuevo a las riberas del Jordán, justo ahora se encuentra en el lugar donde había sido bautizado por Juan el Bautista, antes de Su penitencia de cuarenta días con ayuno y oración. En efecto, aquellos parajes habían presidido Su bautismo.

Camina por una vereda que parte en varias direcciones, una de ellas, hacia Perea, aunque a estas horas de la tarde está casi vacía de gente. De vez en cuando se observa algún caminante con un asno, o un jinete que cabalga en su caballo. Parece como si Jesús fuese ensimismado en otros pensamientos, pues no está en la realidad que le rodea. De repente, por el camino del norte, los hermanos Zebedeos Juan y Santiago, que van conversando tranquilamente con otros conocidos, se han dado cuenta de la presencia de Jesús, por lo que Juan echa a correr para encontrarse con Él enseguida. Santiago y los demás van caminando más tranquilos, sin saber de la trascendencia de ese encuentro, por lo que no se apresuran. Juan, aún de espaldas a Jesús, le grita:”¡Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo!”. El Maestro se voltea y busca serio la mirada inocente del jovencito que se muestra expectante:”¿A quién buscas?”.-“A Ti, Maestro”.-“¿Por qué me llamas Maestro?”._”Porque el Bautista me lo dijo”._ “Y por qué Me llamas Cordero?”._”Así Te llamó él por primera vez”. _ “¿Qué quieres de Mí?”.- “Necesitamos palabras de vida eterna y consuelos. El Bautista ha sido encarcelado por Herodes y estamos solos”.-“¿Quién eres?”.- “Somos los hijos del Zebedeo: Este es mi hermano Santiago. Somos galileos, pescadores y discípulos de Juan, al que escuchábamos, porque queremos encontrar a Dios y que nos perdone nuestros pecados por medio de la penitencia. Esperamos al Mesías y Tú lo eres. Juan dijo que vio la señal que se posaba sobre Ti en forma de Paloma”. Y exclamó “He aquí al Cordero de Dios”, y yo continúo “Que quita los pecados del mundo”. Jesús se interesó por el Bautista, que Herodes tenía prisionero en Maqueronte. Aunque habían intentado sus discípulos rescatarlo con dinero, no habían podido hacer nada. “Deseamos quedarnos Contigo, Maestro”.- “Bien, pero quien Me siga deberá dejarlo todo: casa, padres, modo de pensar, e incluso dejar la propia vida. Os haré Mis discípulos y amigos, aunque no tengo riquezas. Seré siempre pobre y perseguido como cordero entre lobos. No tendré modo de protegeros. Deberéis volver a nacer en el espíritu, sin guardar rencor a los demás. ¿Qué decidís?”
“Maestro, Tus palabras nos dan luz en medio de las tinieblas y la desolación que nos rodea”. Y Jesús les invita a seguirlo a Cafarnaum, cerca del  lago de Genesaret, donde se había alojado en casa de unos amigos….¿Por qué Juan Lo reconoció enseguida? Sin duda alguna, porque su alma y su cuerpo permanecían  en pureza y virginidad absolutas.Cristalina. Una pureza que había elegido de forma voluntaria, por amor al Señor, Dios Nuestro. Y esto le mantenía joven, porque no conocía la enfermedad del pecado, consagrado como estaba a la generosidad de la entrega. Era un sacrificio que Dios siempre acoge como un hermoso lirio perfumado, como un ángel celestial, que anula la sensualidad y lo ilícito. El voto desinteresado de Juan, no era un voto hipócrita, impuesto por otros, sino limpio y perfecto, sin mutilación alguna, y que no se había dejado arrastrar por Satanás, pues el pecado sensual quita fuerzas al alma y la apresa para manejarla a su antojo. Ni la gula, ni la avaricia del dinero, ni el poder o la blasfemia, le habían llevado a rechazar la Ley de la Torá.
El mundo iba a acabar con el Bautista, víctima del obsceno Herodes y de su cuñada Herodías, esposa de Filipo, hermano de Herodes, concubina de éste último. Y madre de Salomé, quien pediría, después del baile para la fiesta de Herodes, la cabeza del Bautista, a instancias de su madre. Un mundo de intrigas macabras y asesinatos impunes. Pero en el corazón del discípulo amado, Juan, ya estaba la semilla de lo que más tarde anunciaría Jesús en el Monte de las Bienaventuranzas: “Bienaventurados los puros de corazón, porque ellos verán a Dios”. Entre todos los discípulos del Señor, él se mantuvo en una absoluta pureza virginal. Por ello, iba en busca del Mesías, y lo encontró enseguida. Y aunque ya poseía la paz, fue lo primero que pidió a Jesús. Regresaron todos juntos a las riberas del lago de Galilea, allí iba a comenzar la Evangelización por parte de Jesús. Juan fue quien difundió la noticia del Encuentro Mesiánico por todas las aldeas circundantes al lago. Su clara luz espiritual y su humildad sobrenatural, le hacían ver más allá de lo que otros no consiguieron. Jesús lo amó hasta el extremo por su sencillez y santa audacia...... Allí, en las hermosas auroras que suelen ocurrir en el Tiberíades, con árboles cargados de frutas, plantas medicinales para la familia, que los judíos conocían bien, entre pueblos pesqueros ricos en abundante pesca, con las mujeres del lugar yendo y viniendo a la fuente para llenar sus cántaros del agua de cada día, yendo a lavar la ropa a la acequia cercana, van Juan y Santiago a comunicar a los demás la Buena Nueva. Se han acercado a las barcazas de la ribera. Se aproximan desde ellas sus amigos Simón Pedro y Andrés, soñolientos y cansados de toda una noche de pesca, y Juan los llama gritando: “¡venid, venid!”. Se quita el manto y la túnica larga y las deja a la orilla de la playa. Se desata las sandalias y se queda sólo con la tuniquilla interior. Se tira al agua  para avisar a los de la barca…Son sus compañeros, que reman ligeros hasta la orilla sin saber qué pasa. Pedro, de malhumor pregunta a los Zebedeo por qué no fueron a pescar. “Desaparecisteis con Aquel Hombre”, dice Pedro. - “¡Es Él, es Ël! Yo quería que hubierais oído Sus palabras”. Pero Pedro no cree y no está contento. Entonces Juan se entristece y exclama: ”¡Oh, Pedro, es el Mesías!”. Pedro le regaña: ”¡Déjate de cuentos!, que te lo crees todo”.-”Él es Dios y Sus palabras no dan lugar a dudas. Él es el Mesías, el que esperamos. Aunque tú creas que somos pobres e ignorantes, Él ha venido a anunciarnos el Reino de Dios a los pequeños, antes que a los grandes. Dice Jesús:” Yo vengo a los pequeños de Israel, a los que lloran y esperan. A los que buscan la Luz. A los que tienen hambre del verdadero Maná. Yo he venido a tergiversar el mundo. Bajaré lo que está en lo alto y subiré lo que era despreciado. Que venga a Mí quien desee la paz, quien anhele la vida eterna. Yo soy la Luz del mundo”… Y Santiago, con lágrimas en los ojos, prosiguió con el discurso de Jesús: “El mundo no me amará, corrompido por los vicios y la idolatría. Los hijos de las tinieblas no aman la Luz. ¡No pertenezcáis a ese mundo, que os aprisiona como peces en la red! ¡Que no os ciegue la soberbia, que es la madre de todos los demás pecados. He venido a quitar la culpa del pecado de Adán….” ¡Tenemos que ir raudos en Su búsqueda”. Pedro muda sus facciones, se entristece, se disculpa y pide a los Zebedeo que lo lleven a Él. Juan dice a Pedro:”Él ha dicho que tú pronto pescarás y no dejarás de pescar”. Pedro se convierte en un niño escuchando atento lo que cuenta Juan. “Él es de Nazaret. No quiere dinero como los rabíes que conocemos. El dinero lo reparte a los pobres”.- “Entonces le llevaremos pan, fruta y pescado,¡ no vamos a ir a Él con las manos vacías!”, explica Pedro. Continúa Juan: “Le dijimos: Maestro, somos pobres, no tenemos nada. Y Jesús respondió: “Quiero hacer de vosotros los más ricos del mundo, con caridad, recta conciencia, continencia, espíritu de sacrificio y sinceridad. Estáis adormecidos. Yo haré germinar vuestro espíritu”. Pedro se emociona al oír estas palabras, es un sentimental. Comprende que han encontrado al verdadero Rabboni, al Mesías Prometido. Al Santo de Dios.