Categorías: Opinión

JFK

Grabada tengo la lacónica frase del personaje de una novela de espionaje: “la realidad no sólo supera la ficción, la deja tan atrás que si se supiese toda la verdad, los escritores deberían pasarse a la pintura para poder comer”… y en esas estamos. En este convulso Julio en el que los asalariados que nos representan apenas si pueden hacer algo para contener lo que ellos llaman crisis, los que les pagamos a tocateja estamos comprobando cómo todo se agrava sin que nadie sepa por qué.
Lo que España -es decir, nosotros- debe pagar en concepto de intereses de la deuda se dispara cada día más, con lo que la llamada recuperación se complica de forma exponencial. La amenaza de los despidos en masa se cierne sobre los trabajadores y el fantasma de la debacle se hace cada vez más patente… o eso nos quieren hacer creer.
Obviamente, nadie duda de la vertiginosa subida de la prima de riesgo, de las monstruosas cifras del paro o del brutal desplome de la bolsa, algo que implica, a su vez, el desmorone de la economía productiva. Hasta ahí, bien.
Lo que ya queda bastante menos claro es la trastienda de toda esta historia.
¿No resulta curioso que todos estos movimientos de capitales, basados en la especulación pura y dura, están dando al traste con todo un sistema de derechos sociales adquiridos? ¿Es que nadie cae en la cuenta de que se está desmontando, pieza a pieza, y con el pretexto de recortar supuestos gastos, el modelo de sociedad occidental tal y como se conocía hasta ahora, derechos sociales incluidos (o debería decir, “sobre todo” derechos sociales incluidos)?
Como tan bien explica el fiscal Garrison en la película JFK, “esto es como un negativo, todo lo blanco es negro, y lo negro es blanco”… y todos a tragar lo que nos vomita el nuevo Ministerio de la Verdad.
El largometraje relata, paso a paso y de forma pormenorizada, las causas del asesinato del Presidente de los Estados Unidos de Norteamérica, John Fitzgerald Kennedy, a quién benefició y, sobre todo, cómo se engañó al llamado pueblo soberano. Lo que estamos viviendo es una suerte de suma y sigue. Todo lo que nos muestran dista mucho de ser cierto, porque aquí lo real es que se están reduciendo/anulando/violentando/recortando los derechos del Pueblo por la fuerza, y esa situación sólo tiene una denominación: estamos viviendo un golpe de estado en toda regla.
¿Palabras mayores? ¿Alarmismo infundado? ¿Agitación de masas? ¿Profeta del Apocalipsis social?
En su artículo 30, la Declaración Universal de los Derechos Humanos afirma textualmente que: “Nada en esta Declaración podrá interpretarse en el sentido de que confiere derecho alguno al Estado, a un grupo o a una persona, para emprender y desarrollar actividades o realizar actos tendentes a la supresión de cualquiera de los derechos y libertades proclamados en esta Declaración”.
Desde el mismo momento en que algún grupo, o grupos, interfieren para que, de forma gradual, se vayan perdiendo derechos es que, no solamente estamos vulnerando claramente la proclamación de la ONU, sino que además estamos siendo objeto de un ataque en toda regla, y en todos los frentes, en una aldea global en la que la información fluye en todos los sentidos y donde, paradójicamente, todo es mucho más manipulable. Está claro que cambian las técnicas para alcanzar un fin, jamás los objetivos.
Lejos de buscar en Ganímedes -permítaseme la agria sonrisa- a los culpables de la miseria que nos invade (cuando Cruz Roja, Cáritas y otras instituciones deben repartir comida por toneladas sólo se puede hablar de MISERIA), o retrotraernos a la conspiración judeo-masónica para encontrar la causa de todo este calculado desastre, los responsables están cerca, muy cerca, en suntuosos despachos amasando indecentes fortunas y, lo que es peor, consolidando un estado totalitario.
Ya no hace falta, como se hizo con Kennedy, eliminar a un presidente para impulsar una guerra en Vietnam o recrudecer la guerra fría; ya no se necesitan asaltos al Palacio de la Moneda chileno de Allende, 23F, carros de combate tomando ciudades o sangre corriendo por las calles. Ahora, con sumar o restar guarismos se consigue el mismo efecto, o más.
Son los amos y Señores, los todopoderosos, los que realmente mandan y nunca tienen rostro pero pagan, y bien, para que se cumplan sus designios.
De la misma forma que la mal llamada guerra civil española fue calificada de contrarrevolución preventiva por el elevado índice de concienciación social existente en el año 1936 en nuestro país, lo que ahora estamos sufriendo tiene las mismas características… aunque bien es cierto que poco falta ya para que nos apuñalemos los unos a los otros para conseguir un trabajo en el que reventaremos de sol a sol por dos gordas.
Ya no existen peligrosas calles de Dallas para pasear en coches descapotables ni un Lee Harvey Oswald a quien echarle el muerto, ahora todo es más difuso, más inteligente, más intangible, más peligroso… más sutilmente fascista.
Desgraciadamente, parece que tampoco son buenos tiempos para la aparición de fiscales como Garrison para tirar de la manta (Garzón podría ser un claro ejemplo de lo que le ocurre a quien osa alzar la voz), aunque lo que sí nos sobran son mediocres como el ex presidente Jonhson, siempre dispuestos a someterse a quien manda de verdad en contra de quienes dicen representar/defender… Con asomarse a las presidencias de los diferentes gobiernos ya tenemos claras las intenciones de estos personajillos políticos (con la tímida excepción de Hollande, que aún está por definir). ¿Irresponsabilidad extremista en mis apreciaciones? Si queda claro que elegimos unos representantes del Pueblo para servir al Pueblo, ni se trata de exageraciones ni de extremismos visionarios. Pura lógica.
Corren malos tiempos para la disidencia y peores aún para la resistencia, pero aquí, Al Sur del Edén, se impone que los ciudadanos (los que se supone que nacemos libres e iguales) tomemos ya decisiones y las hagamos buenas con actos. Visto lo visto, cada vez queda menos tiempo y espacio para la reacción.
Como afirma mi mañica preferida, aquí al que estorba, o lo compran o lo liquidan, y a todos no nos pueden comprar... ni liquidar, ¿de qué iban a vivir entonces si no seguimos produciendo?
A partir de ahora, sólo tenemos que tener claro si queremos vivir sometidos, o no. Eso sí, decir “No” ya es insuficiente porque, como en JFK, los de arriba jamás se permiten perder privilegios y no dudan en matar por ello, a las pruebas me remito. Probablemente nos estemos acercando a tiempos en los que, cualquier día, y sin saber por qué, nos veremos tomando cualquiera de las muchas “Bastillas” erigidas en honor al Poder y a sus prebendas mientras que los de siempre las defienden con bonos y dientes.
Y usted, ¿qué prefiere, la verdad o el cuento de que vivimos por encima de nuestras posibilidades? Ya sabe de sobra que el que decide es usted. El drama es que, de alguna manera, si opta por la pasividad, ésta nos arrastrará a todos… incluido a los suyos. ¿Entonces? Entonces, ya estaremos de nuevo en la Edad Media y lo de JFK nos parecerá tremendamente lejano y sofisticado para lo que, en ese momento, todos estemos viviendo/sufriendo. Lo único que me queda es tener la esperanza de que hayamos aprendido algo de ese 23 de noviembre de 1963 en Texas… pero eso aún está por ver.

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