Opinión

Jesús se encuentra con el Rabí Gamaliel, y con el Fariseo

Cuando ganó Donald Trump, no me cogió de sorpresa, pues Myriam me había comentado que las previsiones desde allí, en Israel, eran esas. Y es que los seres humanos adoptamos pensamientos deformes cuando los que gobiernan no consiguen o no se esfuerzan en que el bienestar llegue a todos. Vivimos tiempos convulsos, y preocupantes, no sabemos por donde va a salir lo que está pasando. O no queremos saberlo. Me contó que habían celebrado la Sinjatorá, la alegría de la Torá; los jóvenes iban cantando muy contentos por las calles. “En diciembre celebraremos Janucá, ya te contaré. Aquí la juventud es muy sana, trabajan, estudian y se ayudan entre ellos. No tienen el problema del alcoholismo, ni las drogas”. Me ha dicho que en los tiempos de la Choá, los Campos de Concentración, una niña, Clara, logró salir de aquel infierno, después de haber sufrido experimentos de los nazis. Un día iba con su amiga allí dentro, pasó un nazi con su moto y atropelló a la pequeña de forma que casi le aplasta la cabeza. Pasado el tiempo vio a su amiga por donde vivía en Israel, rebuscando por un cubo de basura. La metió en su casa y la cuidó. “Recordaban los horrores como si hubieran ocurrido ayer”. A las niñas les cortaban la menstruación. Cuando pudieron salir, anduvieron días y días sin parar hasta llegar a sus ciudades. No tenían nada. Su madre le hizo el traje de novia con una loneta blanca que cogió de un toldo, y su novio le llevó unas alpargatas que había adquirido en Israel. “Guarda la foto,  algunas veces la trae al grupo y la enseña”. Yo le dije lo que sus vecinos sirios estaban pasando en  Alepo. Se espera un alto el fuego que nunca llega, y no se sabe hasta cuándo podrán aguantar. Es insoportable. El desacuerdo entre las grandes potencias trae sospechas y desilusión al pueblo que sufre.
Había leído que el vicario apostólico de rito latino instalado en Alepo, Mons. Georges Abu Jázem, habla de una vida precaria, aunque evitan la desesperación. Se intenta vivir de una forma normal, con esperanza. Contaba el vicario que dentro de lo posible, la Iglesia contribuye a un clima de normalidad en el día a día, aunque en muchas ocasiones es especialmente difícil o imposible. En medio del caos parece que el Señor mantiene viva la llama de la fe y de la esperanza en un mundo mejor. “Ojalá”, dice Myriam, “vea la paz más pronto que tarde”. Y ojala todo el mundo estuviera en ello…
Jesús va caminando por entre un sendero de arboleda espesa, y en un claro del bosquecillo se divisa una caravana que descansa, mientras unos siervos asan un corderillo en pleno descampado. Los discípulos han visto al Rabbí Gamaliel, sentado en cojines, esperando para el almuerzo. Parece una estatua, pensativo. Jesús avanza el primero del grupo. Gamaliel lo ve, se levanta y lo saluda con una profunda reverencia, y Jesús le responde con el mismo saludo. El anciano se extraña de que vayan por esos caminos tan abruptos. “Créeme que el cansancio no es nada, si donde llego se me acepta”. Gamaliel le pide que descansen y se queden todos a comer. Así lo hacen. Ambos se sientan juntos en una larga mesa que han   habilitado los siervos. El anfitrión bendice la mesa con solemnidad y beben a continuación el vino de las copas. Gamaliael está muy contento. “Voy a todo el mundo, es Mi Misión”, dice Jesús. “Eres incansable peregrino, Maestro”. Jesús le explica que quiere facilitar el encuentro con las almas,” aunque el viejo Israel no Me comprende e incluso, Me odia. Con ello dañan la Palabra de Dios y confunden a muchos. Y cada alma que se pierde es una herida que se le hace a Dios”. Gamaliel se entristece y le comenta:”Cada palabra Tuya se detiene en mi mente. Te admiro. Pero mi inteligencia me hace no entender”.
Jesús le explica que debido a su corazón, lleno de muchas cosas ya viejas, y para que lo comprenda mejor, le cuenta que cuando estaba en las cumbres más altas contemplaba la belleza de los dos Lagos: de Genezaret y Merón. En una parte abunda la fertilidad y la belleza. En la otra, lo estéril, debido a los vientos y tempestades que por allí azotan. Gamaliel ha entendido la parábola. “Sí, Jesús. Somos las ruinas de Israel la gente mayor. Pero aún no puedo entender, pues mi pozo es muy profundo y está lleno de piedras duras”. Entonces Jesús lo invita a comprender sin demora, pues en breve será tarde y tendrá remordimientos por no haber querido seguir al Mesías. “Mis palabras, Gamaliel, son las de un Amigo. Debes trabajar para quitar esas piedras, que te impiden conocer la Verdad”: Ya ha terminado el almuerzo. Jesús le da las gracias y se dispone para la marcha. El rabbí está muy triste, no quiere que se vaya, y menos aún que se enfade por su incomprensión y torpeza. “Voy a rezar ante la tumba de Hilel. Tus discípulos pueden viajar en la caravana, para Ti y para mí tengo mulos, pues el camino es difícil”. Jesús  accede, y ambos encabezan la comitiva. En el silencio, Gamaliel Le pregunta si va bien. Jesús contesta que sí y continúa en Sus pensamientos. Contempla la Naturaleza, los animalitos, los pajarillos, y sonríe ante tanta belleza. “Nosotros no contemplamos, pasamos de largo sin apenas mirar, Jesús”. El Maestro le responde que hay poco amor y poca humildad. Gamaliel Le da la razón y suspira. Por fin han llegado a la tumba de Hilel. Cerca de ella hay una casita donde Gamaliel suele ir a meditar antes de pasar para Jerusalem. “Que la Sabiduría te llene de luz”, dice el Señor. Ambos coinciden en que Hilel fue un gran maestro, cuyo lema, dice Jesús, era:”El hombre es grande cuando se humilla”, pero Gamaliel se extraña, pues piensa que Jesús no tuvo contacto alguno con él. “El pensamiento suyo lo he conocido, pues Yo conozco todo pensamiento humano”.
EL rabbí dice para sí:”Sólo Dios puede decir esto”. Entonces Jesús le explica:”Dios y Su Verbo lo conocen. Todo pensamiento santo sale de la Mente perfecta. El Verbo no puede ignorar los pensamientos del hombre justo, pues son los pensamientos del Pensamiento Divino”. Rezan ante la tumba, y luego Jesús le exhorta a que crea con humildad como lo hizo Hilel. “La paz sea contigo”; “Y Contigo, Maestro”. Terminada esta Misión, se embarcan hacia Cafarnaúm por el Lago. Juan va a buscar agua fresca para el Rabbí, de una fuente en el pueblo. Pedro se aligera para llevar la pesca a casa, donde esperan las mujeres. Los demás van a beber a la fuente de aguas cristalinas. Jesús acaricia la cabeza de Juan cuando Le trae solícito una cantarilla para que se refresque.
Por el camino se encuentran con un gentío que sigue a Leví el fariseo. El nietecito de Elí se moría porque una víbora le había mordido en la mano. La madre también se acerca con el chiquillo, un niño hermoso, inconsciente, casi frío. La mamá llora, el gentío le secunda y el fariseo grita de dolor. Él había sido uno de los que acusaban al Maestro en el Templo. “¡Sólo Tú puedes salvarlo! Creo en Ti, Te amo y Te pido perdón. He sido un mentiroso y Dios me castiga”. Jesús está serio, pero le insta a la confianza. ¡Señor, si el niño muere, yo también quiero morir, no lo podría soportar”. Pero Sus discípulos Le recuerdan lo malo que fue con Él, y cómo lo acusaba comparándolo con Belcebú. Sin embargo, Jesús se acerca al pequeño, que agoniza, pues el veneno ha paralizado los órganos vitales, y parece que no podrá vivir.
El viejo Elí se acerca a Jesús con los brazos extendidos, se tira al suelo y se arrodilla, Le pide perdón y dice que Le ama. “ Señor. Creo en Tí. Ten piedad de mí”. Pedro se opone a que Jesús le haga caso, pero el anciano continúa su súplica. Por fin está Jesús junto al pequeño, que ha perdido el conocimiento. El Rabbí le coge su manita y le chupa la herida. Enseguida el niño se incorpora y se sorprende al ver a tanta gente a su alrededor. Ve al Señor y en su inocencia le dice que su abuelo quería que Lo maldijera, “pero yo Te bendigo, Señor”. Elí se disculpa e incluso desmiente al pequeño, pero Jesús no le da ninguna importancia a las palabras. Judas  hubiera querido un milagro más sorprendente. “Cuando no hay humildad en el alma, no se ve el milagro. Hice lo que debía, porque soy la Bondad Infinita. No uso la venganza con Mis adversarios. Ahora vamos a ver a Mi Madre. Se alegrará mucho al saber que el niñito está curado”. Jesús entra en una casa con una huerta grande, con plantas que florecen.
En la cocina se encuentran María de Cleofás, tía de Jesús, y María Salomé con la cara enrojecida. Están guisando grandes pescados e hirviendo verduras. Cuando ven al Maestro se alegran mucho y no saben cómo atenderlo. Advierten que Su Mamá está en el piso de arriba. Su tía quisiera seguirlo también como discípula, pero Jesús le pide paciencia, “todo llegará en su momento”.  Su primo Simón está junto a Su Mamá conversando con otros familiares… “Y nada Me falta cuando estoy cerca de Él”, dice María. Jesús ha llegado sin hacer ruido. “La paz sea con  todos vosotros… ¡Madre!, y ambos se besan en la frente con gran alegría. Están también el pastor Isaac y José, que el Señor conoció en Emaús, cuando el Sanedrín lo quería condenar. “Todos queríamos estar contigo, Señor”, le dice José. Jesús se alegra no haber retrasado la llegada, pues lo reclamaban por las aldeas donde iba pasando. “¡Fue una gran cosecha!”, dice Jesús muy contento. “Encontré verdaderos israelitas sin prejuicios para mostrarme su amor. Todos están ahora hablando del Mesías y propagando las enseñanzas recibidas. Yo pude hacer muchos milagros, porque la gente tenía una gran fe”. Su primo está avergonzado, pues él no creyó en Jesús desde el principio, pero Isaac está feliz viendo al Rabbí tan contento. Ya está la cena preparada. Las mujeres abajo y los hombres en la planta superior. Susana ha subido para avisar que ha llegado Elí el fariseo, con siervos que portan regalos. Jesús dice que suban. Cuando están frente a frente le pregunta por el pequeño, que ya está curado. “Sí, Señor. Y quiero mostrarte mi gratitud. No traigo todo lo que mereces. Son frutos de mis campos. Traigo también una limosna. Eres un gran Profeta. He comprendido. Ven mañana a casa para el almuerzo, por favor”. Jesús acepta y pide que se reparta el dinero entre los pobres. Después se mofa Pedro del viejo fariseo:” No se convertirá jamás. Es falso y usurero”... Simón pide al Señor seguirle junto con las mujeres y el Maestro accede. Cada cual se ha retirado a sus habitaciones, pero Jesús baja al Lago y se sienta en una barca en tierra a meditar.
Llega Mateo sigiloso para no molestarlo. El Señor lo ha visto, le pide que se quede a hacerle compañía y conversar juntos. Le comunica Su tristeza, “Ni Elí, ni Simón cambiarán”. Mateo dice que él fue un pecador y se convirtió. “Tú eres distinto. Quédate Conmigo que Mi corazón está muy triste y te necesito”. El discípulo agradece que su Maestro lo quiera tanto. “Temo que no seré capaz de hablar sobre Ti, Señor”.- “Eres culto y con experiencia y en un futuro hablarás y te creerán por ser un hombre justo. Ahora deja que me apoye en ti, que he venido del Cielo para morir también por ti, y por todos los Mateos de la  Tierra”. Mateo Lo abraza emocionado, mientras que Jesús llora sin contención. Al día siguiente va el Maestro con Judas al almuerzo del fariseo Elí. Han llegado cuatro invitados ilustres, vestidos con mucha pompa. El pequeño que Jesús sanó corretea por allí y abraza a Jesús cuando Lo ve. Elí se sienta junto al Maestro. Comienzan los fariseos a quejarse sobre los impuestos que han de pagar a Roma, por lo que se reúnen en la sinagoga para hablar de cómo evadirlos. Y preguntan al Señor cuál es Su opinión al respecto. “Yo no tengo nada, ni oro, ni campos, ni haciendas. Sólo la pequeña casita de Mi Madre. Tengo la Palabra que Dios Me  dio y que Yo soy, pero nadie puede herirla, porque es inalcanzable”.
Ellos insisten, quieren saber lo que Él piensa. “En verdad os digo que diría siempre la Verdad, virtud sublime, incluso para que se aplique a los impuestos”. Ellos se encolerizan, pues son muy ricos. “A quien Dios concede mucho, debe dar mucho. Y para que no carguen con impuestos desorbitados e injustos a los más pobres, que los exprimen y pasan hambre”. Los fariseos le replican que habla así porque Él es pobre. “Hay división por el pecado, de manera que el rico odia al pobre y el pobre al rico. Roma se aprovecha de la desunión. Además, un local consagrado al culto no puede ser refugio para amañar injusticias. Sois doctores de la Ley, escuchad vuestras conciencias”.
Elí  continúa:”Tú eres el Mesías, es hora de rebelarse contra los que nos oprimen”. Pero Jesús es el Mesías de bondad. “Acordaos del Libro de los Reyes, cuando Saúl estaba en Gálgala; los filisteos estaban en Macmas; el pueblo desbandado y muerto de miedo, mientras esperaban al Profeta Samuel, que no llegaba. Saúl se adelantó y ofreció el sacrificio. Cuando llegó el Profeta reprendió al rey Saúl:”Obraste mal, no cumpliste con las órdenes del Señor. Tu reino sobre Israel no lo será para siempre. Y esa acción orgullosa no sirvió ni al rey, ni al pueblo. Dios sabe todo, dejadlo a Él y pedid siempre Su ayuda para actuar según Sus deseos. En verdad os digo que Mi Reino no es de rebelión, ni de crueldad. Que Mi apariencia humilde no os confunda. Soy el Salvador, el Rey venido para Israel, que extenderá el Reino sobre todos los hombres de la Tierra. Vosotros sois israelitas de bien, doctores de la Ley. Os pido que comprendáis Mis palabras y la de los Profetas que Me anunciaron. El reino humano no es eterno. Me marcho. La paz sea con vosotros”. Ellos quieren que se quede un poco más, pues están sobrecogidos con las enseñanzas del Rabbí. “Debo ir a otras gentes que Me necesitan. Mañana marcho lejos de aquí, y quiero atender a todos”. El viejo rabí pide al Señor que Judas reparta la limosna a los pobres. “Yo estoy muy cansado, Maestro”. Cuando se marchan, Judas comenta a Su Maestro el rato desagradable que han vivido en aquella casa. “No hagas juicios, Judas, déjalos para Dios”. BIBLIOGRAFÍA: Poema del Hombre Dios, María Valtorta. Gén.6,6; 8,8; Reyes 15,10-11;35; Jer. 18,10; 26,3; Ju. 1,14; Hebr.2,10-18; 1Reyes,13,1-14.

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