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Jesús marcha hacia Betania

He tenido pesadillas y me he despertado nerviosa, con miedos”, me decía Myriam últimamente. Le sugerí que cuando le vuelva a ocurrir, pues por lo visto le están pasando con frecuencia en estos días, se levante y ore. Fue a contárselo al Rabino de la sinagoga. Le dijo que recitase Salmos y le ayudarían a superarlos, un método que no falla. Ella me comentaba que algo muy serio iba a pasar y no sabía qué. Desde luego, que los terremotos del centro de Italia vinieron a continuación, por lo que podría haber sido un aviso, que a muchas personas les ocurre. Es complicado darle un consejo.

Según yo he leído, todo lo que produce regocijo viene de Dios, y hay que darle gracias siempre. Muchas veces las almas necesitan nuestra ayuda con oraciones, y sólo cuando Dios lo permite, nos transmiten su necesidad. Una vez que han conseguido el Cielo, están tan agradecidas por nuestra ayuda, que nos protegen hasta el final de nuestra vida. Es, en realidad, la Comunión de los Santos, una cadena mística por la que las almas del Cielo ayudan a las de la tierra. Y nosotros ayudamos a los que aún no lo consiguieron. Algunas veces no podemos ni caminar con nuestros problemas, creamos nuestro micro mundo y nos aislamos de la sociedad viviendo en un estado de emergencia constante. Muchos no saben que el camino se nos hace muchísimo menos penoso dentro de la Cruz, pues todos tenemos cruces que sobrellevar.

A Myriam le conté lo leído en un artículo de José Manuel Martínez en la Revista Tierra Santa, n. 28(841), llega el punto en que los musulmanes están sufriendo tanto, que en su desesperación ven al cristianismo como una vía de salida a sus problemas, y que cada año aumenta el número de conversiones, especialmente en aquellos países donde el fundamentalismo islámico es más agresivo. El acceso a la información en un mundo globalizado, la facilidad para viajar, el contacto de emigrantes con las comunidades cristianas y la radicalización y agitación social y política en el mundo islámico, son las principales causas de este movimiento. Ella me comentó que el Santo Sepulcro iba a ser restaurado para gran alegría de los cristianos armenios coptos ortodoxos griegos y católicos, de tal modo que han celebrado oraciones todos juntos . Es debido a los resquebrajamientos peligrosos que se han producido por los innumerables peregrinos que lo visitan anualmente. Me hablaba también con tristeza que Siria ya no es Siria, antes era un país próspero y rico, con gentes sencillas y amables, conviviendo distintas religiones en verdadera hermandad, que acogía a todo extranjero que llegaba a visitar al país como si fueran de la familia. Hoy están atrapados como ratas, sin saber a dónde ir, metidos en campos de “concentración” o de acogida, que se han originado en distintos países próximos a la Región. Y lo peor de todo es que los demás estamos adormecidos sin darnos cuenta que la ola se extiende y puede llegar hasta nosotros en un abrir y cerrar de ojos, como la Parábola de las vírgenes prudentes y las vírgenes necias…

Ya se ha despejado el lugar donde viven Jesús y Sus discípulos. Ellos están preparando todo para dejar aquello en orden. Jesús aprovecha para quedarse a solas en el bosquecillo cercano, en Sus meditaciones. Andrés llega por el camino del Río con alguna pesca que sirva para la comida, y se encuentra con el Maestro. El discípulo es tímido, pero ello no quita para que siempre se encuentre en el lugar donde se le necesita para una ayuda sin apenes hacer ruidos y sin destacar en nada. El Maestro aprovecha para lisonjearlo por su forma de ser tan discreta y comedida, tan humilde y sencilla. “Tú serás como los buenos sacerdotes que Yo deseo tener en Mi Iglesia: un alma pura y espiritual con la castidad que se requiere a Mis sacerdotes, para que os asemejéis a Mí, Pastor Supremo del Rebaño de Dios, y con los ojos puestos en el Cielo. Un sacerdote santo, capaz de morir de amor por Dios y el prójimo, que se ejercite en la perfección de vida. Seréis responsables de que el mundo no se convierta en un infierno. Me gustaría que Mis sacerdotes tuvieran tu sonrisa pura y sincera. Te aseguro que siempre habrá un Andrés entre los Míos”.

Andrés se avergüenza aún más, piensa que él no hizo nada para merecer tanto del Rabbí, que en esos momentos es un Padre muy satisfecho con uno de Sus hijos, lo ha cogido aparte y le ha susurrado cuánto le ama. Para el Maestro, Andrés siempre está en vela, cuidando que nada le falte a ninguno.

“Mientras los demás duermen, tú vigilas. Eres el Apóstol del silencio. Eres Mi esperanza, pues por tu medio se salvarán muchos. ¡Bendito seas, Andrés!”

Por Sus palabras se ha dado cuenta que Jesús  conoce sus esfuerzos, a pesar de la discreción que él ha usado para ayudar a una enferma de lepra que vive en la zona. El Maestro contesta que Él lo sabe todo. Enseguida los llaman para el almuerzo y se van a casa. Se oyen pasos en el exterior, y al abrir la puerta ven con suma alegría que llegan los tres discípulos que esperaban para ponerse en marcha. Vienen cargados de bultos. Son regalos de los familiares que visitaron. Simón Zelote entrega un rollo de papiro al Maestro. Es una carta de Su Madre. Tomás trae agua para lavarle los pies a los tres, como es la costumbre. Jesús se dispone a leer la carta a todos. En ella Le informa que Juana de Cusa manda muchos regalos para ellos y pide bendiciones de Su Salvador. María de Alfeo y Salomé mandan besos y bendiciones para sus hijos. La mujer de Pedro saluda a su esposo. Saludos para Felipe y Natanael. Traen vestidos nuevos salidos de sus telares para los crudos días de invierno. Y miel para tomarla con agua caliente. Todas están bien, no carecen de nada, pues Dios provee siempre. “Espero que vosotros, discípulos del Mesías, estéis bien”. La Mamá dice a Su Hijo que no Lo ve desde hace más de un año, y Le recuerda cuando Ella sentía Su corazoncito palpitar en Su Seno Maternal, pero aún no había llegado la hora de verlo. “¡Oh, querido Hijo Mío y adorable Dios! Sé que eres Mío, aunque no Te pueda acariciar, ni servir, pues eres el Mesías del Señor y de Su pobre Sierva”. Le dice que Juana quería que fuese a pasar la Fiesta de las Luces, “pero Me quedo con María para prender las candelas por Ti y por Mí. Si Tú no estás aquí, Hijo Mío, estoy a oscuras. Tú eres la Luz del Mundo… Pero Tú cumples con Tu Misión y Yo con la Mía, para hacer la voluntad del Padre y para Gloria de Dios. Por eso tengo Mis lágrimas. Querido Hijo, Me cuentan lo que estás haciendo. Como las ondas de un mar abierto llevan las voces de un inmenso océano a una solitaria y encerrada bahía, de igual modo el eco de Tu Santo trabajo por la Gloria del Señor llega hasta Nuestra casita, a Tu Mamá, que se regocija y tiembla, porque si todos hablan de Ti, no todos lo hacen con igual corazón”…

Luego la Mamá Le comunica que han llegado amigos para hablar de las maravillas del Hijo, como también enemigos que La maldicen, y dice que Ella reza por todos. Que muchos le preguntan dónde está el “mago”, el “adivino”, sin saber que Jesús es Sacerdote Grande. Otros vienen a pedir salud. También le informa que en Jerusalem detuvieron los Sumos Sacerdotes a José de Alfeo, Su primo. Y según cuenta, existen amenazas alrededor de los parientes. “Tengo los brazos levantados como Moisés en el monte Nebo, para rogar por Ti en la batalla contra los enemigos de Dios y de Su Palabra, Tú, Jesús Mío, que aún no Te conocen y no Te aman”. Ella se despide dándole Su   bendición y Su paz.

Todos rugen de dolor y de rabia. Iscariote agrega que al estar con ellos en Jerusalem supieron lo que se tramaba contra Jesús. Simón Zelote completa la información: “Fuimos a casa de José de Arimatea y de Lázaro, Tus amigos. Ellos quieren que Te alejes para estas fiestas, pues quieren acusarte y encarcelarte. Son víboras, con odio, veneno y miedo. Te calumnian e inventan. Te maldicen. Saben todo lo que hacemos. Quisiera irme de este país…”

Judas está hundido, por lo que Jesús le dice que el conocimiento pasa por años, siglos, hasta que llega ese momento. Y que incluso aunque parezca que ya nadie se acuerda de Dios, volverán a surgir brotes nuevos desde una raíz que parecía muerta. “Habrá que trabajar mucho hasta conseguirlo”, comenta el Maestro. Y a continuación les pide que abran los paquetes que enviaron las mamás y esposas. Todos se alegran al ver tantos regalos que les son necesarios, excepto Jesús, que se aparta en un rincón de la estancia llevando encima Su cara de dolor y sufrimiento. Cuando ya han visto y ponderado los presentes, Jesús les indica que recojan todo, ya que se marchan a media noche, para no dar pistas a los enemigos, pues dice el Señor que aún no ha llegado el momento. Irán primero a Docco y después a Betania. En Docco quiere salvar a una mujer que se muere. No piensa entretenerse en visitas, pues sería comprometer a Sus amigos en esta situación de acoso que sufre por parte del Sanedrín. Y en Betania no se hospedará en casa de Lázaro, está decidido, no quiere que sea perseguido por Su culpa. “Simón, ¿Me podré alojar en casa de tu anciano siervo?” Y Zelote se pone muy contento por la decisión del Señor. “Antes del sábado estaremos en Betania”. Y todos terminan ya los preparativos para la marcha.  A solas el Rabbí en Sus pensamientos, llega Andrés y vuelve a hablar con Jesús sobre la mujer leprosa. “Dile que regresaremos pronto y pronto será sanada”.

Por fin han llegado a Docco en un día de invierno que amenaza lluvias. A la entrada del pueblo pregunta por la casa donde vive la joven que se muere. Le indican una casa miserable, vieja, al final de la aldea. Llaman a la puerta y una anciana sale con seis pequeños agarrados a su delantal, que apenas si la dejan caminar.

Cuando la mujer ve a Jesús se llena de emoción y hace que los críos veneren al Mesías. Todos están agotados y hambrientos, pues la mamá no puede salir de la cama, exhausta, enferma del pecho, a punto de morir. Jesús los reconforta con Su amor y misericordia infinitos. Pedro se descompone al ver la situación; saca unas manzanas del zurrón y se las da a los pequeños. Entran en el habitáculo de la joven, que es un esqueleto, y llora de dolor. La anciana le dice que es el Mesías y viene a salvarla. “No morirás”, afirma el Rabbí. Quiere quitar las vendas liadas al pecho, pero la joven grita horrorizada; le duele mucho. Jesús pone Sus manos en la parte enferma, oprimiéndolas. Ella comienza a sentir la sanación. “¡Oh, Señor Mío, qué alegría!” Y apenas sin voz, entona el bello himno de Azarías en el horno ardiente: “bendito seas Señor, Dios de nuestros padres, alabado y ensalzado por los siglos. Bendito sea Tu nombre santo y famoso, aclamado y ensalzado por los siglos. Bendito seas en el Templo de Tu santa Gloria, aclamado y glorioso por los siglos… Ángeles del Señor, bendecid al Señor, alabadlo y ensalzadlo por los siglos. Cielos, bendecid al Señor, alabadlo y ensalzadlo por los siglos… Bendiga la tierra al Señor, que lo alabe y lo ensalce por los siglos…” Termina de entonar el himno y su alegría se acrecienta por momentos. ¡Está totalmente curada! Jesús ahora tranquilo, pide un poco de descanso antes de marcharse. Y no quiere que digan nada: “Te pido fidelidad a Dios, y silencio”. Así lo harán. El Maestro dice a Judas que vaya a comprar lo necesario para el almuerzo de todos, y él compra más pan con su dinero, para que puedan comer durante unos días en la casa de esta pobre gente, que ahora está tan feliz. “Y ayuda a tu madre en las tareas”, dice Jesús a la joven. El marido aún no ha llegado del trabajo…

De nuevo comienzan el camino que va de Docco a Betania. De lejos se ve la campiña que muestra una arboleda frondosa, con cipreses, encinas y algarrobos, típico de vegetación mediterránea. Y muchos jardines que pertenecen a gente adinerada viviendo en las cercanías de Jerusalem, lugar idóneo para el descanso campestre. La casa de Lázaro destaca entre todas; tiene muchas estancias amplias, (que hoy se han convertido en iglesias), y jardines bien cuidados, con gran variedad de flores. Cuando los vecinos ven aparecer a Jesús con Sus discípulos, se forma un revuelo al querer saludar al Maestro enseguida. El asistente de Lázaro se acerca al Rabbí con gran respeto y Le informa que Lázaro está triste al saber que no se hospedará en su casa, como había hecho siempre. Por fin llega el amigo, se saludan y los demás se retiran para que hablen a solas. Lázaro informa a Jesús que Marta y él mismo están preocupados por la aparición de María (Magdalena), para las fiestas:”Me imagino que el demonio la habrá traído hasta aquí”. Pero Jesús le corrige, quiere que piense mejor en que ha sido un ángel y Dios quienes han traído a la hermana. Lázaro está confuso con la opinión de su Maestro. “¿Es que no sientes tranquilidad en mi casa, Señor mío?” Entonces Jesús le explica que no quiere verlo en problemas con los del Templo:”Si Me mandaste aviso para que marchase de Aguas Claras, porque corría peligro, ¿crees que en tu casa nos dejarían tranquilos? Si preguntan, habéis de decir que estoy en la casa de uno de Mis discípulos”. Lázaro insiste en que también él es otro discípulo, pero el Rabbí Le responde  que aunque ambos son muy amigos y se quieren de corazón, esta vez no puede ser. “La malicia se extiende como el aceite derramado en el suelo. Hay que ser precavido”. Lázaro piensa que pueda ser su hermana María quien Lo aleje de su lado, y eso no lo podría soportar. Llega Marta, se arrodilla ocultando su llanto en el manto que lleva echado por encima. “No tienes motivo para llorar, Marta, tú sabes quién soy; de hombre sólo tengo el vestido, pues Mi corazón es Divino. En cuanto a María, déjala en paz. Dentro tiene quien la hace sufrir. Pero aquí hay Uno más fuerte que su “amo”, que está luchando Conmigo. Rogad con paciencia y sed misericordiosos con ella”. Por fin entran en la casa donde se van a alojar. Tiene dos plantas y la escalera es exterior, como se construye en esos días. La parte superior es una enorme sala, que en otro tiempo sirvió de almacén. El hombre que la cuida cree que es buena para que el Señor hable desde allí a la gente que llegará a oírlo. Se hospedan al fin, mientras que los demás se marchaN a sus respectivos quehaceres, incluso Marta. A solas ambos amigos, Jesús comenta que la muerte de Doras ha removido el nido de víboras. Le informa Lázaro que Nicodemo asistió a una junta del Sanedrín y que fue horrible. Jesús no entiende que sin Él haber hecho nada incorrecto, haya tanta furia. “Están locos de miedo”, dice Lázaro. ”Quieren cogerte en pecado y matarte”. El Maestro tranquiliza a Su amigo:”Ni Annás, ni los escribas y fariseos, podrán nada. Tendrán que esperar, pues todavía no ha llegado la hora de Dios”. Ellos tienen ya la coartada, ya que Lo vieron hablando y curando a romanos, a paganos y a pecadores. Y a pecadoras que vinieron a escucharme”, dice Jesús mientras mira fijamente a Su amigo, por lo que Lázaro comprende a quien se refiere el Rabbí , lo que le paraliza y sorprende. “Eres la Misericordia misma, Señor. Mi hermana María ha venido sumisa y silenciosa. ¡Oh, Dios mío, Maestro mío! Que en el fango dejas crecer las flores. Los del Sanedrín no comprenden, son aves carroñeras buscando a su presa. Señor, Te ruego que no estés en un sitio mucho tiempo, ve de un lugar a otro, que no Te cojan nunca esos malvados.

Desconciértalos en Tu movimiento. No porque seas un cobarde, sino por la necesidad que el mundo tiene de Ti. Tu santificación contra la corrupción. Viven en la hipocresía y no se acercan aquí, para no contaminarse con mi hermana”. El Maestro pide que se la deje tranquila, que la aguas volverán a sus cauces, sin forzamientos. Mientras tanto ha llegado mucha gente de los alrededores, que esperan Su Palabra. Bajan a la primera planta y el Rabbí comienza Su discurso.

“La paz sea con vosotros. Aunque Yo guardase silencio, los Vientos de Dios os traerían Mis Palabras de amor. Sé que estáis intranquilos, porque sabéis el motivo de Mi estancia aquí. Pero alegraos y bendecid Conmigo al Señor, que emplea el mal para dar alegría a Sus hijos, y os trae a Su Cordero para salvar a los corderillos de los lobos. ¡Ved qué bueno es el Señor!”... Jesús compara al gentío bueno con el río que trae aguas dulces, llenas de amor que Dios le da. Y a los pocos que vienen del Sanedrín para criticar y enredar, los compara con un riachuelo tóxico y malvado, de aguas amargas. “Y acusan falsamente de delito al Bien, al no poderse mezclar con ÉL. ¿Pero qué es un riachuelo en comparación con un Río? Nada. Porque el gran río de vuestro amor lo ha superado y Me ha traído de nuevo entre vosotros… Bendigamos al Señor Altísimo”.

La voz de Jesús es excelsa, potente, llega a todos en el silencio de éxtasis y la meditación. La gente está feliz. El Señor es generoso, sosegado, que cual Río Manso, discurre tranquilo por las mentes de Su Pueblo santo y sencillo. “El Paraíso es sólo para los buenos. No os inquietéis por lo que hacen los malos. Recordad los lamentos de Job”. (Y me permito decir que este libro forma parte de los cinco libros sapienciales del Antiguo Testamento… Era hombre rico y vivía feliz, pero Dios permitió que Satanás lo probase. A pesar de su infortunio, que después de la prueba fue recompensado, siempre bendijo y alabó al Señor…).

“Aunque los malos tengan los graneros llenos y abunden en riquezas, no son felices. Despojan a los huérfanos, roban al prójimo y tienen el corazón corroído. Son perversos llenos de remordimientos. Hijos de las tinieblas que no pueden seguir los senderos luminosos. Se revuelcan entre el oro y el odio”. Lázaro ha visto a su hermana María que camina agachada para no ser vista. Su larga cabellera rubia la delata. Marta quisiera ir por ella, pero Jesús se lo impide. El Señor habla de los infelices, a los que Dios tanto quiere. “Cuando el Amor se posa en ellos, su corazón se ablanda, lloran y se arrepienten. Ya no tienen orgullo, les sobra todo. El alma es así. Job reconoció que la mayor miseria era perder la amistad de Dios. Son almas enfermas que encuentran otros amoríos. El Oro, los placeres y el poder no son el Amor Verdadero. Pobres almas desengañadas, heridas por el mundo. Con sus lágrimas sanarán. Perdonad siempre. Imitadme, que amo a Mis enemigos… La paz sea con vosotros”. La gente Lo aclama, y luego se marcha. Lázaro está avergonzado de María, “pero ella también es hija de Abraham. Dejadla en paz, tened paciencia. Orad por ella”. Y el Señor se marcha ya. “Que Dios te acompañe, amigo Mío”.

BIBLIOGRAFÍA: María Valtorta, Poema del Hombre Dios, T. II; Ex.17,8-16; Dan.3,1-97; Dan.3,51,90; Filip.2,7; Job3,6-7;9-10; 12-14;16-17;19,21;23-24;30; Job 29,1-30,10;Cantar.3,1

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