Si te das un rule visual por el diccionario asentando bien el rulé, encontrarás dificultades para que el jato perita no sea motivo de entonarte la atrayente manduca que el quiqui o añora se refresque en noche de San Juan dependerá de la julai y compañero julastrón ante tanto guripa mirón.
Y es que la kei que no tenía edad de jugar al ziriguizo se rascaba la roña medio bolinga por el pirriaque mañanero del quiosko del Perelló, en madrugada fría de febrero.
No le pudieron guindar pues tuvo el chora chamba en las querías, triunfando ante aquel grupo de grajos, para orgullo del quillo. El pendón chichimiqui con mucha jeta y aire chungo le retó a un nuevo encuentro en el chite de costumbre. Menudos aires tenía ‘er nota’, un poco chungaleta estaba la cosa pero, pero peor lo tenía el foscón pelambrera y medio manfli que con cara de morapio y priveta, se jugó una moraga en la Boca del León. ¿Qué mosca le había picado al gurripato bujarrón?
La guinda la puso el chipula Rodríguez cuando el hari le acusó de hacer la robona, llamándole chipichanga consentido, cosa que no aceptó de buen grado el kie, ensirocándose y reclamando sus pesetas.
Lo del campeonato de cuescos lo contaré sin jindama otro día pues estoy de mal rollo por el cosqui que me atizó semejante mal colega. Era sin duda un muermo siendo su presencia indeseada y motivo de mi cuelgue, espero pasajero.
Este es un ejemplo de una situación nada ficticia: Parque Hernández 1968, mientras nos convertíamos en comando datilero, por lo de las palmeras y algún que otro porrete caía entre jardines. Nos sentíamos los reyes del mambo escuchando a Afrodite Childs, Bob Dylan y tanto bueno.
La jalijaleta del mongó, nuestro grupo contestatario y juvenil, triunfó, a su manera. Son recuerdos imborrables y cuando nos vemos y reencontramos cuarenta años después, lo hacemos con lagrimillas, con emoción, pues lo vivido, vivido está.
Reclamamos no se pierdan estas palabras, vocablos que jugaron un rol capital, unir al grupo ante la adversidad e incomprensión de querer ser diferentes, llamar la atención y reclamar nuestra pequeña revolución.
Esta forma de comunicarnos unía al hijo del obrerete con el del comandante, al Hamete con ‘El Cordobés’, haciendo tabla rasa de origen y economía. Éramos como D’Artagnan con sus mosqueteros no entendiendo de etimologías ni purismos, de semántica o los –ismos, pudiendo ser un excepción el consumo ecológico de copto asequible; nos lo montábamos así con cuatro duros, sin tanta presión de ropa de marca, tirando del chambel y casi litrona ‘África star’, sin olvidar los guateques en la azotea de Galindo. Eran los prolegómenos del mayo parisino que como espectadores y potenciales activistas nos marcó con rumbo diferente a cada uno sin necesidad de coincidir en Roma.
Melilla tenía un encanto especial con sus candelarias, pastorales, patos en el Parque, palomar, Los Candiles, Ricardito, grajos y painos... con nuestro melijerg enriquecido por payos y gitanos, rifeños y sefardíes, no siendo conscientes de considerarlos barbarismos, sino expresión popular con auge en su momento
Mi recuerdo y uso salteado y espontáneo de ellos ¡qué carai! y, que siga la noche mágica de San Juan 2010, que siga too abarrotao en nuestras playas. ¡Somos la leche!
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