Los pabellones amarillos de la Puntilla y todo su entorno ajardinado se construyeron principiando la década de los años treinta* del siglo pasado. En la bajada desde El Sardinero hasta el comienzo de la primera alineación del muelle de poniente, se plantaron palmeras, se sembraron bonitos parterres, y se situaron románticos asientos calados en sus formas en cada rincón. Los jardineros cuidaban de sus rosas únicas que embellecían aún más tan singular paisaje frente a las aguas azules del Estrecho.
Frente a los pabellones amarillos, también se plantaron palmeras, bonitos parterres y los bancos los conformaban los poyetes que circundaban un llano sembrados de conchas del mar. Era, verdaderamente, un paraíso, el paraíso perdido que alguna vez todos hemos soñado…En verano, los niños jugamos hasta que el sol caía soñoliento tras la silueta morada de la Mujer muerta, mientras el ocaso se despedía en una llamarada de fuego, deshojando la corola de una agigantada amapola de sangre…
Frente a los pabellones amarillos, también se plantaron palmeras, bonitos parterres y los bancos los conformaban los poyetes** que circundaban un llano sembrados de conchas del mar. Era, verdaderamente, un paraíso, el paraíso perdido que alguna vez todos hemos soñado…
Sí; los niños jugábamos incansables todo el día en «El llano de chinos»; En la Estación de Ceuta-Tetuán; En el «Monte»; en la «Playa de la Junta», en la «Escollera», “pa cogé” camarones, en la «Isla». ¡Oh, la Isla, paraíso de cristal de aguas transparentes y añiles!
Verdaderamente, La Puntilla era un lugar mágico, donde el tiempo no existía; o, tal vez, se había parado y las manecillas del reloj, hacía tiempo que se había detenido para provocar el éxtasis de nuestra niñez perdida…
Todo era tranquilidad, sosiego, un mundo perdido donde las mujeres sacaban las sillas a sus puertas y hacían corros y cuchilleaban hasta la madrugada. Nada ni nadie osaba interrumpir este paisaje de calma, salvo los niños con sus gritos, jugando al rescate, al plinto, a las canicas, al trompo, a tú la llevas, o robando los racimos de uvas llenas de dulzor del gallinero de Germán, ahora de su hijo Manolo Canosa y Paquita… Nunca he vuelto a degustar unas uvas tan dulces, porque en la nostalgia de la niñez, un racimo verde de uvas robadas, ya no son unas simple uvas; sino el mayor tesoro que un niño pueda robar…
Y, las mujeres, cuando terminaban las tareas de la casa, a la fresca de la tarde salían a sus puertas, y departían en animada conversación hasta que el relente se allegaba como un Dios menor, y ponía fin a las pequeñas tertulias que en cada esquina se dejaban ver cada día…
Y, llegó la modernidad***, con sus especulaciones y sus rentabilidades económicas que tofo lo transforma y todo lo hace más mezquino. Había llegado un tiempo nuevo, donde estaba mal visto criar gallinas; donde la Estación de Tren Ceuta-Tetuán, se derrumbaba en el abandono; donde los niños perdimos el gusto por jugar al aire libre; dónde la playa se llenó de bloques; y, las palmeras doradas de nuestro jardín se marchitaron…
Y, como siempre ocurre en estos casos, donde la modernidad se apodera de todo, desde el edificio del Muelle España -Sede de la «Junta Obras del Puerto», dieron la orden de derribarlo todo para construir una explanada de cemento; sin embargo era la modernidad, y el cemento lo podía todo… Hasta el punto llegó la estulticia de los ingenieros de la «Junta», que, por no dejar, ni quieran dejaron aquella palmera, que tras las primeras lluvias de otoño saltábamos a ella como una isla en el entorno anegado…
La vida continúa, porque la vida es inexorable, y no atiende a ningún recuerdo ni nostalgia, Y, la vida continuó; sin embargo, los «Ingenieros», tal como se decía em aquellos años a los que dirigían los destinos del puerto, y con ello nuestras vidas -cual señores feudales- habían matado un paisaje y, con ello, también nuestra niñez…
Es menester que no se equivoquen, porque este artículo del Faro de Ceuta -y también del Grupo: «Los Niños de la Puntilla», no va dirigido a los actuales dirigentes del ·Club Deportivo Puerto, porque, al fin y al cabo, ellos hacen lo que creen mejor para el Club, que es hacer caja, por el uso y disfrute de la pista deportiva; sino a los «responsables de la Autoridad Portuaria del Puerto de Ceuta», para que trasladen estas instalaciones a otro lugar más apropiado para practicar el deporte del fútbol.
En los amplios terrenos de relleno ganados al mar, tanto en la zona del dique de Poniente, como en los bajos de la Marina, e incluso en el solar que ha quedado sin uso de la Compañía de Mar, luego cuartel de camiones de Automovilismo, tras el derribo; hay terreno suficiente para construirlo.
Sin embargo, no es de recibo que se rompa el silencio, con la práctica del fútbol, más allá, incluso, de las 11:00h. de la noche, interrumpiendo el sueño y el necesario descanso para todos los vecinos del barrio de la Puntilla…
Es seguro que, en la zona de los chalés para estos responsables del Puerto, de seguro que no ocurre: pues de la misma manera tampoco debe de ocurrir para los vecinos de la Puntilla, que pertenecen como ellos a la mima Autoridad Portuaria.
Por consiguiente, atiendan la petición de este artículo, porque es vuestra responsabilidad -que no podéis declinar- y trasladen esta pista deportiva a otro lugar más adecuado en el extenso dominio marítimo-terrestre, que pertenece a la Autoridad Portuaria de Ceuta; porque si no lo hacéis, la «historia» pone a cada uno en su sitio, y en su última lectura, pasado el tiempo, os lo demandará…
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(*) Siempre oímos decir a los mayores del barrio, que uno de los pabellones ¨de la Puntilla, fue alcanzado por un obús en una de sus esquinas, que bien pudiera ser por las andanas que el Jaime i, lanzó contra Ceuta y Algeciras el 25 de julio de 1936; o, bien, en los mismos bombardeos contra nuestra ciudad que cayeron sobre el Mercado y la calle Jáudenes, el 21 de enero de 1937.
(**) Definición RAE de «poyete» según el Diccionario de la lengua española: 1. m. poyo (‖ banco de piedra).
(***) Modernidad: Los adelantados de la “Modernidad”, entienden que todo lo antiguo está obsoleto y es preciso derribarlo, para construir un nuevo paisaje urbano, Sin embargo, no es así, porque lo antiguo, forma parte de nuestra propia alma; son nuestras raíces y, sin raíces, cualquier árbol o yerba perece a los pocos días…
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