El respeto que desde estas líneas le profeso a los lectores, perversos azares del destino y las virtudes de la cartelera a día de hoy han hecho que esta semana haya aposentado mi reticente trasero delante de Sin frenos, así anda la cosa. Pero cuando me armaba de valor para contarles mi impresión caigo en la cuenta de que el elegante espía más famoso al servicio de Su Majestad acaba de cumplir cincuenta años desde su primer estreno; es por ello que desde aquí le rendiremos el homenaje que se merece y eso que ganamos todos: felicidades y gracias, señor Bond, James Bond.
Con el estreno en ciernes de Skyfall, la última entrega de momento, Daniel Craig como protagonista y la participación de Javier Bardem en el papel de adversario, James Bond ha llegado gracias al cine mucho más lejos de lo que Ian Fleming seguramente pudo soñar cuando puso al personaje el nombre de un ornitólogo que conocía y le sonaba con fuerza y personalidad.
Seis han sido los actores que se han enfundado el traje del superagente: Sean Connery, George Lazenby, Roger Moore, Timothy Dalton, Pierce Brosnan y Daniel Craig. De ellos, siempre se ha dicho que Connery, además de ser el primero es el mejor, Lazenby, australiano, es el único no británico, y Daniel Craig el más distinto, el que ha añadido el aire rudo y de modernidad que nunca había tenido antes. Todos ellos han aportado su toque propio al personaje de Fleming, aunque éste acaba siempre siendo mucho más importante que quien lo interpreta, y es por eso que James Bond siempre sea reconocible como ente casi sin rostro definido.
Sus melodías también son míticas, con artistas como Alicia Keys con Jack White, pasando por Paul McCartney, Nancy Sinatra, Tom Jones, Madonna, Duran Duran, Tina Turner, Garbage o la aparición de la cantante Adele en la citada Skyfall, aún por apreciarse, y entre las que quizá se pueda destacar el Goldfinger de Shirley Bassey.
Tipo duro por definición, sangre fría, mente despejada, machista incorregible (histórica y esplendorosa también la nómina de chicas en el haber de sus repartos) y dueño de frases míticas como la de su presentación o la del Martini agitado pero no mezclado (que cambia por una cerveza en la última entrega, cosas de don dinero), James Bond ha sido centro de exposiciones, personaje a imitar (en la ficción del cine, se entiende) e icono oficial.
Sin ir más lejos, uno de sus momentazos ya histórico es el de la ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos de Londres, en el que acompaña al estadio por aire a la mismísima reina Isabel II, que como buena británica echa el humor suficiente al asunto como para prestarse a la propia escena.
Marca registrada capaz de convertir en exclusivo artículo de coleccionista cualquier cosa con la que aparezca en pantalla, es protagonista de grandes aventuras, buen cine, ratos de acción sin igual, algún que otro tostonazo insoportable y mil fantasmadas (posiblemente Bond fue quien acuñó el término). Veintitrés películas dan para mucho, pero sería de necios negar la importancia capital que este personaje y toda su parafernalia han tenido y siguen teniendo en el mundo del celuloide.
Feliz cumpleaños, que siga cumpliendo muchos más sólo para nuestros ojos al servicio de la recaudación y la historia…
Con el estreno en ciernes de Skyfall, la última entrega de momento, Daniel Craig como protagonista y la participación de Javier Bardem en el papel de adversario, James Bond ha llegado gracias al cine mucho más lejos de lo que Ian Fleming seguramente pudo soñar cuando puso al personaje el nombre de un ornitólogo que conocía y le sonaba con fuerza y personalidad.
Seis han sido los actores que se han enfundado el traje del superagente: Sean Connery, George Lazenby, Roger Moore, Timothy Dalton, Pierce Brosnan y Daniel Craig. De ellos, siempre se ha dicho que Connery, además de ser el primero es el mejor, Lazenby, australiano, es el único no británico, y Daniel Craig el más distinto, el que ha añadido el aire rudo y de modernidad que nunca había tenido antes. Todos ellos han aportado su toque propio al personaje de Fleming, aunque éste acaba siempre siendo mucho más importante que quien lo interpreta, y es por eso que James Bond siempre sea reconocible como ente casi sin rostro definido.
Sus melodías también son míticas, con artistas como Alicia Keys con Jack White, pasando por Paul McCartney, Nancy Sinatra, Tom Jones, Madonna, Duran Duran, Tina Turner, Garbage o la aparición de la cantante Adele en la citada Skyfall, aún por apreciarse, y entre las que quizá se pueda destacar el Goldfinger de Shirley Bassey.
Tipo duro por definición, sangre fría, mente despejada, machista incorregible (histórica y esplendorosa también la nómina de chicas en el haber de sus repartos) y dueño de frases míticas como la de su presentación o la del Martini agitado pero no mezclado (que cambia por una cerveza en la última entrega, cosas de don dinero), James Bond ha sido centro de exposiciones, personaje a imitar (en la ficción del cine, se entiende) e icono oficial.
Sin ir más lejos, uno de sus momentazos ya histórico es el de la ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos de Londres, en el que acompaña al estadio por aire a la mismísima reina Isabel II, que como buena británica echa el humor suficiente al asunto como para prestarse a la propia escena.
Marca registrada capaz de convertir en exclusivo artículo de coleccionista cualquier cosa con la que aparezca en pantalla, es protagonista de grandes aventuras, buen cine, ratos de acción sin igual, algún que otro tostonazo insoportable y mil fantasmadas (posiblemente Bond fue quien acuñó el término). Veintitrés películas dan para mucho, pero sería de necios negar la importancia capital que este personaje y toda su parafernalia han tenido y siguen teniendo en el mundo del celuloide.
Feliz cumpleaños, que siga cumpliendo muchos más sólo para nuestros ojos al servicio de la recaudación y la historia…