Categorías: Opinión

Izquierdistas, progresistas y relativistas

Nasama Alí ha escrito un hermoso, valiente y sorprendente artículo –“¿Quo vadis mundo musulmán?”–, salido desde las mismas entrañas de su ser. Es una confesión pública, que en nuestra ciudad no tiene precedentes. Nasama Alí se inscribe en la línea de mujeres tales como Ayaan Hirsi Ali (“Yo acuso”), Irshad Manji (“Mis dilemas con el islam”) y Sabatina James (“Del islam al cristianismo: mi historia”). Todas ellas están unidas por el mismo hilo conductor: se hacen preguntas. Señalan sin pudor que otra manera de ser musulmán es posible en este mundo tan complejo que nos ha tocado vivir. Desdeñan todo dogmatismo y todo sectarismo. Apelan al derecho que tenemos los ciudadanos a nuestra libertad de pensamiento y a nuestra libertad de conciencia para cambiar de religión, si ello nos place. Ninguna de ellas desea vivir con miedo, vivir de rodillas frente a los intolerantes, extremistas y fundamentalistas. Sienten que la sociedad islámica, tal como está configurada, las asfixia, las constriñe, las ‘cosifica’, por el mero hecho de ser mujeres. Rechazan la “cultura de la muerte” por el mero hecho, también, de ser diferentes. Nasama reconoce que “no quiere vivir su fe con miedo”, como la viven sus hermanos en los países islámicos. Exige que el Corán, la Sunna y la Sharia puedan ser interpretados a luz de los derechos humanos. Nasama ha puesto, tal vez sin pretenderlo, el dedo en la llaga: En el islam no circulan ideas y por consiguiente se ha producido un estancamiento intelectual. Nasama sabe que va a tener enfrente, desde ahora, a los fundamentalistas y rigoristas ceutíes que van a analizar con lupa todo lo que escriba y todo lo que haga en su vida personal.
Pero el último párrafo del escrito de Nasama es un grito reclamando ayuda, solidaridad, dirigido a los que no son musulmanes. Aunque sea apoyo moral. Pero Occidente parece ser sordo e insensible ante las peticiones de los musulmanes que ella llama moderados. Así, la misma Ayaan Hirsi Ali escribe en su “Yo acuso” que los relativistas seculares occidentales manifiestan sin pudor: “Si te muestras crítico hacia el islam, ofendes a esa gente, y en consecuencia eres un racista, un islamófobo o un fundamentalista de la Ilustración”.
Y aun añaden: “Forma parte de su cultura y no se la puedes arrebatar”.
Pilar Rahola en su “La España islámica” recuerda que Abderramán el Osri, presidente de la Asociación Islámica de Cunit (Tarragona) –conocido salafista– y el imán Mohamed Benbrahim fueron condenados a 9 meses y un año de cárcel por “orquestar una campaña de coacciones contra la mediadora municipal”, Fátima Ghailan, que sufrió todo tipo de vejaciones, coacciones, insultos y acoso por el hecho de negarse a llevar velo, y vivir al estilo occidental, es decir, “por ser una mujer libre en una sociedad libre”. Pero lo más doloroso y lamentable del hecho es que la alcaldesa de Cunit, la socialista Judith Alberich, no sólo no protegió a la víctima, sino que la instó a no denunciar el acoso “por aquello de no tener problemillas con los musulmanes”.
Robert Redeker era un profesor de filosofía en un instituto francés que tuvo la osadía de  escribir un artículo titulado “¿Qué debe hacer el mundo libre ante las intimidaciones islamistas?” Ahí su vida dio un giro de 180 grados y un vuelco. No sólo fue amenazado por los fundamentalistas y demás compañeros de viaje, sino incluso sufrió un intento de linchamiento de la propia sociedad francesa. Pertenecía al partido socialista francés, el cual le dio en todo momento la espalda por haberse atrevido a criticar al islam. Todo ello lo cuenta, a modo de desahogo, en un libro impresionante titulado “¡Atrévete a vivir!”
Volviendo al principio, que es el final del escrito de Nasama, que tome conciencia de que en esta sociedad occidental, visto lo visto, los izquierdistas, los relativistas y los pseudoprogresistas se han echado en brazos de quienes ella, Nasama, rechaza en su escrito, los fundamentalistas, los rigoristas y los islamistas-salafistas. De todas formas, para terminar, el islam será lo que sus mujeres, como Nasama, quieran que sea. Te necesitamos, Nasama, en esta sociedad ceutí, tan confusa y tan confundida. Ánimo, pues.

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