La pretendida unidad sindical que se afanan en decir que existe termina siendo una pantomima, una de las grandes mentiras mantenidas a costa de la incredulidad del ciudadano de a pie. Lo hemos visto en Sanidad y el último ejemplo lo muestra Educación. Lo que ayer debía ser una constitución en toda regla de la Junta de Personal terminó como el rosario de la Aurora. Con una UGT que amenaza incluso con denunciar el nombramiento de Aróstegui, solicitando que vuelva a repetirse la elección. Y con un ANPE que ha quedado como sindicato marcado tras su posicionamiento que no generó sorpresa alguna. Sale así adelante una junta de personal viciada, que nace con enemigos, con opositores y con sectores que no reconocen a Aróstegui como figura legítima al frente de la entidad. Que haya un enfrentamiento sindical de este calibre perjudica, y mucho, a un área tan sensible como la de la educación, lo que, indirectamente, termina haciendo más pupa de lo debido en algo básico como la formación y el progreso educativo del alumnado.
Ante lo sucedido cabe una reflexión sobre el estado de unos sindicatos que están más divididos que nunca, que amenazan con acudir al juzgado, que advierten una etapa dura en la que las relaciones de colaboración con la dirección provincial van a ser del todo inexistentes. Entre acusaciones, amenazas y sentencias nada adecuadas queda en mitad del camino el futuro educativo de nuestros hijos que es, en el fondo, lo único que debería preocupar en esta historia. Lamentablemente no es así.