La presencia de menores en el puerto y sus arriesgados intentos de pase en barcos son un hecho que se repite a diario en el puerto. Se trata de adolescentes extranjeros que no quieren estar en el centro de Hadú, como en su día tampoco querían estar en el del Hacho, y que optan por vivir en el puerto a su manera. El hecho de que no se les pueda obligar a marchar a unas instalaciones de puertas abiertas no quita que exista un riesgo para una población, menor de edad, que comete prácticas arriesgadas a la vista de todos y que es manipulada por la población adulta. Y cuando hablo de manipulada, lo hago en todos los sentidos. Es una realidad a la que tampoco podemos dar la espalda.
No hay noche en la que no se repitan intentos de pase en barcos, la presión permanece en el puerto por mucho que nos vendan notas de prensa oficiales con el sello del Ministerio del Interior acompañadas por fotografías que no se ajustan a la realidad. Vamos a dejarlo así, porque estropear una buena campaña propagandística en Navidad... mejor que no. La presión continúa y el puerto se convierte en zona en la que las medidas que en materia de seguridad puedan adoptarse de nada valen. Los rechazos se quedan en nada. Puras estadísticas. Pero cuando hablamos de menores saltan las alarmas, o, al menos, deberían saltar. De la misma manera que actúan los servicios competentes para retirar a menores sirios de la plaza de los Reyes, deben actuar para evitar que otros menores estén en el puerto en donde al margen de las prácticas delictivas en las que se vean envueltos, pueden ser manejados a su antojo por adultos que pueden hacer de ellos lo que quieran. En el puerto han pasado ya demasiadas historias para que esto nos sorprenda. Algunas de ellas, de hecho, deberían estar guardadas en la memoria colectiva de algunos mandamases con galones que taparon auténticas vergüenzas por eso que se llama ‘respeto a la institución’ que no es más que un compadreo mal entendido.
¿Y cuando pase algo?, ¿qué dirán los que tengan que hablar?, ¿qué harán con los partes que se han dado informando de las instalaciones que sirven de cobijo a menores y en las que no se interviene? Entonces pasará lo de siempre: habrá comparecencias y llamadas de urgencia pidiendo un buen trato, echando la culpa a la fatalidad y obviando que durante el tiempo de calma se pudo actuar de otra manera. Algo que hoy no está pasando. Y más de uno con responsabilidad está dejando que hacer.