Categorías: Colaboraciones

¿Volvemos a TAZARUT? (II) ¡inch’Alláh!

Al respecto de la problemática de implantar el Protectorado por parte de los españoles que, fomentaron como nos indica Martín Corrales, «una imagen idealizada de Marruecos a través de la iconografía» («Marruecos y los marroquíes en la propaganda oficial del Protectorado (1912-1956)» en Imágenes coloniales de Marruecos en España (Mélanges de la Casa de Velásquez, 2007)). Leamos las declaraciones realizadas por el Raisuni en las fechas en que, Tazarut, había sido conquistado por las armas después de muchas dilaciones que, confirman, algo de lo anteriormente escrito: «Si España llegara a un acuerdo conmigo, e Inglaterra actuara de garante, sólo serían necesarias veinte mil tropas extranjeras en la región, y yo me haría responsable de la paz. No es que no confíe en España, pues hay afinidad de sangre entre nosotros, pero he visto la inestabilidad de su política, y sus gobiernos son de corta duración. Un Protectorado debe ser como un hermano mayor y más sabio que forma al joven para que cuando llegue a la edad adulta sea rico y poderoso, pero sin interferir en sus ideas ni en sus hábitos. España avanza por caminos retorcidos y ahora no pueden imponer su administración civil en el Yebala con expectativa de éxito, por miedo a que eso ponga a los montañeses del lado de los rifeños. Los caíds deben ser los responsables de la ley y el orden ante la gente, y gradualmente, la autoridad irá pasando a las manos del Majzén».
Este personaje jerifiano convirtió a Tazarut, la zagüía de sus ancestros, en la guarida de un auténtico león del Atlas, cuando lo acosaban para intentar abatirlo. Allí recibió a los militares españoles con los que se comunicaba a través del intérprete cualificado y amigo íntimo Clemente Cerdeira Fernández (1887- 1942), conocido por los marroquíes como Taleb (letrado) Abderrahmán Cerdeira al-Andalusí; la obra de Mohamed Zarrouk, Los traductores de España en Marruecos (1859-1939) (Ed. Bellaterra, 2009), nos refleja la importancia de este funcionario español en este cometido, que siempre fue leal al gobierno de la República y cuya descendencia vive en nuestra ciudad. También en este paraje acogió a Rosita Forbes y de la misma manera escondió a los secuestrados más famosos. Finalmente, allí lo asediaron las harcas de Abdelkrim el Jatabi , llevándoselo a morir a Axdir un 3 de abril de 1925, al que enjuiciaba nuestro ínclito notable de la siguiente manera en plena guerra del Rif: «No tengo buena opinión de Abdelkrim porque lucha contra lo que está predestinado en vez de intentar aprovechar lo que Alá nos ha concedido».
El Raisuni hizo de Tazarut lo que un corresponsal de guerra de la época, Corrochano, denominó la «Granada de Beni Arós». Un emplazamiento con sus calles adoquinadas, con una mezquita humilde de alminar blanco y un palacete inesperado en aquel lugar recóndito, que hizo que expresara lo siguiente, eliminando cualquier prejuicio establecido, el autor de la novela relacionada con la guerra de Marruecos de título ¡Mektub! (Madrid, Atlántida, 1926), que con el transcurso del tiempo llegara a ser director del diario España de Tánger por encargo expreso de Beigbeder y reputado crítico taurino en el periódico ABC: «Veníamos buscando la cueva inmunda de un jabalí acorralado, echado de todas partes, y la cueva es un palacio encantado, y el jabalí resulta un gran señor. Quien supo rodearse de este regalo es un hombre exquisito de refinados gustos; un espíritu cultivado, por lo menos en el buen vivir. Desde su palacio de Tazarut veía El Raisuni su palacio de Arcila, y aquél es trasunto de éste, tiene los mismos motivos ornamentales; es la evocación del regalo de la ciudad, que quien sabe ser señor, en todas las partes lo es. Todos quedamos mudos de sorpresa y emoción al dar con esta pequeña Alhambra de este Boaddil, que no llora su Tazarut perdido, porque, aunque se lo arrebataron, lo defendió como hombre».
Aquel palacete mauritano-tingitano, antes del bombardeo inmisericorde de la aviación española,  poseía una gran puerta con un monumental arco ojival  de herradura, todo él circunscrito por un excelente arrabá, agramilado de ladrillo. A guisa de cornisa tenía un tejadillo verde de teja vidriada, donde descansaban las clásicas consolas múltiples. Las jambas estaban cubiertas de primorosos azulejos entrelazados.
Esta entrada amplia a la mansión raisuniana llevaba a un pequeño vergel, rodeado de altos muros. Dos caminos cruzaban en aspa este espacio florido, donde llamaban la atención claveles andaluces, y las acequias susurrantes, repartiendo las aguas frescas de los manantiales provenientes del Buhasem, por todos los rincones de esta edificación morisca.
Una vez atravesado el jardín exuberante, se entraba al palacete propiamente dicho. Sobre doce columnas livianas y dimensiones adecuadas, todas ellas revestidas de un alicatado de alizares tradicionales, se asentaba una cúpula octogonal de madera noble, ricamente labrada y pintada a la manera habitual de los artesanos fasis, maestros renombrados en su oficio. De la misma manera, llamaban la atención por las paredes revestidas totalmente, entrelazos sutiles y atauriques ornamentales. En la cúpula, en un friso simulado, se repetía constantemente como en los alhamares granadinos, la máxima agarena: «Sólo Alá es vencedor».
Las aleyas coránicas estaban siempre presentes a la vista de quien deambulara por aquellas habitaciones amplias, dando fe de la predisposición del alma del jerife, su dueño y señor, de todo lo determinado por el Más Misericordioso y Omnisciente.
El alarife experto, tuvo a bien, preservar un roble centenario, cuyo tallo tenía más de dos metros de diámetro que, inserto en una de las estancias le daba salida a través de una terraza adjunta para que encontrase la luz del sol vital. Junto al árbol vetusto, fósil director de un culto preislámico a las fuerzas dionisíacas de la naturaleza, podía leerse la siguiente inscripción en caracteres cúficos: «Aprovéchate del descanso antes de que venga la hora de la angustia, que acaso llegue la muerte de un modo repentino».
Al lado, justo al lado de la residencia palaciega que, como hemos comentado, fue destruida por el bombardeo aéreo de los aeroplanos españoles que, sembraron el miedo y el desconcierto por este lugar insumiso hasta entonces a cualquier voluntad, que no fuera la de sus legítimos dueños, se encontraba el edificio siniestro destinado a mazmorra lóbrega en la que el suelo húmedo estaba sembrado de grilletes para los pies y las paredes inmundas de argollas para el cuello, destinadas a los presos desgraciados, que clamaban sin ser escuchados por su suerte nefasta en este valle de lágrimas que, se había convertido, sus frágiles vidas cargadas de pesadas cadenas.
Actualmente, el palacete del que estamos hablando, construido en 1337 de la hégira, 1918 d.C., se puede visitar con el permiso de las personas que lo conservan como pueden, sin ningún tipo de problema. Al abrirse la gran puerta principal con su arco de herradura de color verde, caminamos por su umbral hacia un pasillo con cristaleras a nuestra izquierda, a la derecha queda lo que sería el jardín en su tiempo y hoy una mezcla de huerto con una alberca alimentada por el agua originaria del Buhasem, y algunos parterres de flores.
En nuestra marcha al frente por el corredor, después de dejar varias estancias cerradas a cal y canto, encontramos una puerta abierta permanentemente, desde donde podemos ver un primer artesonado de armadura de pan y nudillo de madera policromada de los muchos que quedan aquí, siendo el más importante el que se encuentra en el salón principal, que está engalanado por doce columnas revestidas hasta su capitel con azulejos de motivos geométricos, que apreciamos insistentemente en el enlucido que rodea toda la estancia hasta la mitad de las paredes, conformando el zócalo de las mismas.
En estos capiteles sencillos se apoya la techumbre de madera policromada citada con el término artesonado, donde la armadura, se halla decorada con artesones o casetones. En este alfarje, que cubre este salón principal, se reproducen los motivos peculiares de la  hispana y lejana carpintería mudéjar. Estamos hablando de las célebres armaduras de par y nudillo con limas de mocárabes, de las que estaban llenas las iglesias mudéjares españolas antes de que fueran desterradas por la pujanza del arte renacentista en su momento y la desidia reiterada no las restaurara debidamente para mantener el interés de estas techumbres, tanto desde el punto de vista estructural de su carpintería de armar, como desde el punto de vista ornamental e iconográfico de su decoración geométrica, vegetal estilizada y epigráfica. Todas ellas visibles en este aposento preferente, que estamos describiendo en la actual zagüía de Tazarut.
Así mismo, desde este salón distinguido, que es la pieza más relevante del conjunto comentado, observamos una pequeña fuente en su lateral, donde están las ventanas con vidrieras plomeadas en forma de flor pero no encontramos ni rastro del roble añejo por ninguna de las estancias, donde nos condujo la curiosidad que es siempre un espléndido guía.
También existe otra alcoba cuya puerta se encuentra en uno de los lados del salón, que también tiene un artesonado, no tiene ventanas y según se nos comentó, era el lugar donde El Raisuni se recogía para leer algún Corán santo de los muchos manuscritos valiosos, que poseía en su biblioteca personal, y actualmente uno de ellos, se encuentra en el Instituto de Valencia de Don Juan (Madrid).
Gracias al testimonio de Gómez Moreno (1870-1970), arqueólogo y especialista en temas islámicos, además de director de la Fundación citada anteriormente, desde 1925 hasta 1950, este manuscrito relevante se encontró en Tazarut, es decir, la fortaleza indómita donde los partidarios de Andelkrim capturaron al  Raisuni, a finales de 1924, y no se sabe bien como llegó a engrosar los fondos de esta institución madrileña, cuyos objetivos principales son la investigación y el estudio: “Dos páginas de rezo alcoránico, pertenecientes a una serie de cuadernos de rezo. Lo extraordinariamente exquisito de su escritura y decoración permiten creer que se trata de una obra granadina de la primera mitad del siglo XIV. Está en pergamino; escrito con tinta parda, y puntos y reclamos, miriados sobre oro; epígrafes y colofones, ya de letra cursiva, ya cúfica en carteles ricamente adornados; por guarda, doble cuadrado de lazos, en parejas y de purísimo arte nazarí”.
A propósito de lo que estamos relatando, mi amigo Pepe Bentolila Hachuel, trabajador incansable en la «Librería Sol» siempre me tiene preparada una sorpresa en forma de libro entre sus anaqueles variopintos. Una de tantas fue la que me reservaba para una de las últimas ferias de libro que se celebraron en nuestra ciudad, pero me anticipé a la misma una de esas tardes, que me acerco a su establecimiento con doble motivo, para curiosear por el mismo con su permiso que, ya me otorgaba su padre hace ya muchos años, siendo el que escribe un chaval inquieto algo bibliófilo, cuando su comercio se hallaba ubicado, con el mismo nombre, aproximadamente a la altura de la actual óptica de mi estimado Carlos Blanco, y para charlar, si se da el caso, con él y con su encantadora madre Estrella, de lo divino y de lo humano. Nada más ver el libro en el escaparate entré en la librería como un elefante en una cacharrería. Cogí el libro de sopetón, allí donde estaba expuesto, llevándomelo raudo y veloz a mi casa, y además  tremendamente satisfecho de la adquisición de aquel pequeño tesoro, que iba a comenzar a leer sin dilación, por que ya se sabe de que un libro cerrado no saca letrado.
No era para menos, ya que se trataba de la obra de la citada anteriormente Rosita Forbes (1893-1967) titulada El Raisuni, sultán de las montañas (Almuzara, 2010). Ya era hora que esta obra haya sido traducida al castellano, anotada y comentada gracias a Catalina Rodríguez Rodríguez. Escrita originalmente en inglés, publicada en 1924 en Nueva York con el título de El Raisuni, the sultan of the mountains, de cuya edición conocía desde comienzos de los años setenta un ejemplar sito en la biblioteca particular de Paco Delgado, previamente adquirido en la «Librairie des Colonnes» tangerina, cuando la regentaban las míticas hermanas Gerofi: Isabelle e Yvonne.
Esta escritora inglesa, que destacó como aventurera intrépida en los felices años veinte del siglo pasado, y después de haber publicado Unconducted wanderers (1921), que se puede traducir como Trotamundos sin rumbo fijo, que por cierto fue un éxito de ventas, viajó a Marruecos a instancias de su editor para que escribiese una biografía sobre El Raisuni. El resultado fue la citada obra El Raisuni, sultán de las montañas, fruto de una larga y penetrante entrevista personal, con un estilo impregnado del llamado nuevo periodismo, llevada a cabo en un mes de agosto de 1923 en Tazarut, adonde fue acompañada desde Tetuán por Clemente Cerdeira Fernández, y donde el jerife alamí escribió en caracteres arábigos de puño y letra con el cálamo tradicional y tinta negra en el pergamino oportuno: «Gloria a Dios, hoy lunes, séptimo día de Moharran, el santo, el primer mes del año 1342, cuando vino a visitarnos, la hermosa, la preciosa perla, la instruida, culta y bien educada Sayeda Rosita Forbes, la inglesa. La recibimos con buena voluntad y hospitalidad y honor y todo el respeto que le son debidos, pues ha puesto sus pies, en nuestro país, que se honra con su presencia».
A su vez, anotaba la periodista audaz lo siguiente con respecto a El Raisuni: «Por su estirpe, pues, tiene el derecho al respeto de su pueblo y ello provoca al enorme sobrecogimiento supersticioso que lo rodea desde la infancia. Sin embargo, su personalidad de ninguna manera es el resultado de su importante ascendencia. Raisuni es un hombre cuya mente crítica y especialmente libre de sentimientos personales, ha estado a menudo en guerra con su espíritu, un espíritu inmerso en el misticismo de la baraka, la gracia bendita que por tradición protege a su casa».
Al respecto de la palabra baraka, que significa en Marruecos, «don divino atribuido a los jerifes o morabitos». O en otra acepción, «fortuna», suerte favorable. Catalina Rodríguez, la traductora, ha optado por una interpretación religiosa del vocablo con reminiscencias cristianas, «gracia bendita». Así mismo, si consultamos la amena ponencia de José María Campos Martínez, «La baraka y el cherif Raisuni», inserta en las Actas de las IX Jornadas de Historia de Ceuta: Ceuta y el Protectorado español en Marruecos (Instituto de Estudios Ceutíes, 2009), podemos leer lo siguiente en relación al término antedicho: «Como cherif, Muley Ahmed se encargó de difundir que era portador de la baraka, una especie de fuerza benéfica de origen divino que era entendida como una protección por la cual, las balas pasaban a su alrededor sin tocarle y la providencia le protegía especialmente». Y es que El Raisuni contaba al que lo quería creer o quedaba sugestionado ante su arrolladora personalidad y verbo torrencial, que no podía ser herido por una bala de plomo; ya que solamente una de oro podía atravesar su cuerpo bendecido por Alá, el Clemente, el Misericordioso.
Del mismo modo, sería el momento de consultar los artículos de Clemente Cerdeira y García de la Torre, en relación al Raisuni: «Una desconocida anécdota del laureado doctor Bertoloty», «El combate de Wad-Ras (1916)», «Como lucha un príncipe moro», «El asalto a Tazarut y muerte del Cherif Raisuni», «Esclareciendo una versión histórica», todos ellos incluidos en el libro 86 años y otros tantos artículos (Ciudad Autónoma de Ceuta. Archivo General, 2008), que en su cita dominical se publicaron anteriormente en El Faro de Ceuta.
¿Volveremos a Tazarut?, ¡inch´Alláh!, después de las primeras tormentas de otoño, cuando las hojas yazcan inermes a los pies de los árboles, como billetes de dirhams viejos y las ramas oscuras soporten al cielo protector. Pasaremos entre los hondos valles del ued Najla y del  Quebir, cuando la altabaca amarillee sus laderas, el torbisco mezcle sus florecillas blancas con sus bayas rojas, y las últimas aves emigrantes rezagadas estén a punto de volar al Norte. Dejaremos a un lado la montaña de la luz, estandarte del Islam sufí. Llegaremos a la depresión de Beni Arós, rodeados de sus colinas sinuosas, que encajonan a otros valles escondidos, y donde confluyen el ued Tleta y el ued Hannacha, formando el alto Majazén, muy cerca de Beni Arós, hijo del novio, para dirigirnos nuevamente a nuestro destino.
Cuando la tarde caiga, y la noche negra como la noche misma se vaya haciendo con el firmamento, quizás veamos las estrellas y la luna misma en nuestro retorno a lo cotidiano. Pero antes, los viajeros, cobrando sus últimos y dispersos ánimos, escucharán, con atención solícita, las voces interiores que no designan nada, los puros cantos que el monte corea naturalmente desde su mohedal, igual que un almuédano fervoroso y aturdido, austero y sin pecado, declama a viva voz desde lo alto de su modesto alminar, con la bendición del Oculto, la oración  inmediatamente después de ponerse el sol, al-maghreb, ¡el-hámdulil.lah!

Entradas recientes

Parada militar en homenaje a Fernando Rocha y Castilla

Una despedida por todo lo alto. Eso es lo que ha tenido lugar en la…

23/08/2024

Ceuta asume en sus centros a 454 menores

La Ciudad Autónoma tiene a su cargo 454 menores, cifra que ha repuntado de manera…

23/08/2024

La Asociación de Veteranos vence en un amistoso a los Veteranos de Tánger (3-1)

La Asociación de Veteranos de Ceuta se ha vuelto a reunir en los terrenos de…

23/08/2024

Isa Contreras logra meterse en la final de K1 en Uzbekistán

Isa Contreras consigue el pase para la final en el Mundial de Sprint celebrado en…

23/08/2024

"Volveré para asesinarte": la amenaza de un paciente a un médico de Otero

Rechazo y preocupación. Esto es lo que ha expresado este viernes el Colegio de Médicos…

23/08/2024

La Ciudad busca a los dueños de las cabras que deambulan por Ceuta

La controversia que han traído las cabras que se han visto últimamente vagando por Ceuta…

23/08/2024