Si hay un tiempo sublime en el orbe católico caballa, rotundo en sentimientos, conciso y pleno de fe, pero elocuente y pletórico en gestos y símbolos, ese momento es sin duda el acaba de comenzar, la Cuaresma, periodo evangélico que nos prepara para la culminación de nuestro credo, la conmemoración de la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo.
Para los niños de la parroquia de San José, el comienzo del camino de la Cuaresma pasa por el Vía Crucis del próximo viernes, y por el trabajo constante e intenso de sus catequistas, que culminará en los albores de mayo con la llegada triunfal del cuerpo de Cristo en sus corazones. Pero antes, la buena muerte del Señor, crucificado en medio de tantas tribulaciones y pecados que azotan el mundo en el que vivimos, se les hará de nuevo presente y los bendecirá con la salud física y espiritual que necesitan, ofreciéndoles sin reserva alguna el derroche de su perdón, despojado de toda su divinidad, para hacerse hombre y Dios al mismo tiempo. Así es, una vez más, en este año de la misericordia, y como ya viene siendo tradicional en la parroquia de San José, Jesús invita de nuevo a participar a todos los niños caballas, para que vuelvan a ser los protagonistas del evento, iniciando la cuaresma con el primer Vía Crucis en nuestra ciudad. Después vendrán otros, pero solo éste será por y para ellos.
Los niños de 1º y 2º año de catequesis de la parroquia de San José han sentido la ceniza en sus sienes, marcando así el primero de muchos pasos a dar en la preparación cuaresmal. Con este gesto, los más pequeños han aparcado sus rencillas infantiles para convertirlas en perdón, han olvidado por un momento sus inquietudes diarias para centrarse en lo que de verdad importa, Cristo. Con la ceniza, estos niños han renovado la aceptación de la salvación que el maestro nos procuró en la Cruz, y aceptándola, se han comprometido una vez más a llevar su mensaje a cada uno de los rincones de nuestro entorno. En este contexto, los niños hacen un nuevo llamamiento a la juventud caballa a participar en el cuarto Vía Crucis infantil que han organizado sus catequistas, siempre bajo el auspicio espiritual del Padre D. Miguel Tenorio, para el primer viernes de cuaresma, el próximo día 12 de febrero a las 19:00 horas. Esta iniciativa, nacida de la inquietud de unos jóvenes, fue bien acogida en la feligresía, realizándose el primer Vía Crucis infantil de la historia de Ceuta. Esta apuesta por y para la juventud caballa, ya ha tenido eco en otras parroquias que, desde entonces, están organizando actos similares dedicados a los más jóvenes. Efectivamente, su éxito espiritual y coyuntural promovió a otras feligresías a realizarlo. Pero esta apuesta por y para la juventud ceutí ha tenido predicamento no sólo en otras comunidades parroquiales, sino también en algunas Hermandades que actualmente, están planificando y organizando eventos cofrades similares dedicados a los más jóvenes. Parece que, poco a poco, los cristianos vamos tomando conciencia de cuanta atención se debe prestar a los niños en la Iglesia, cuantas inversiones y programas a fin de mantenerlos cautivos de la fe de Cristo muerto y resucitado. Los adultos tenemos que trabajar, sin prisas pero sin pausas, para aumentar el interés que en la Iglesia de Cristo ha de despertar siempre la niñez. Es necesario motivar a los más pequeños en su amor a Jesús, que se embriaguen en su infinita misericordia, y que los mayores seamos siempre capaces de guiarlos al pleno conocimiento de nuestro señor Jesucristo. Efectivamente, decía San Juan Pablo II «El amor y la estima que Jesús tenía a los niños son una luz para la Iglesia, que imita a su fundador. Ella no puede sino acoger a los niños como El los acogió. La presencia de los niños en la Iglesia es un regalo para nosotros los adultos, la Iglesia exhorta a los padres y a los educadores a que tengan bajo su cuidado la formación de los pequeños en la vida sacramental echando mano del sacramento de la reconciliación y de la Eucaristía. Efectivamente hubo ya niños santos. Pero nosotros podemos hoy agregar: Habrá apóstoles entre los niños».
La idea primigenia de los promotores del Vía Crucis infantil fue reforzar con experiencias positivas y rediseñar otras nuevas del mensaje de Jesús en la cuaresma a todos los cristianos, incluidos los más pequeños. No cabe duda que la evangelización de los menores es un reto para todos, pero también una gran ilusión y esperanza. No se trata de poner a los niños a estudiar literalmente la pasión de Jesús, como si fuera una tarea más del colegio, o de obligarlos a "memorizar" sin comprender el evangelio, sino de que ellos obtengan de la doctrina cristiana su propia experiencia de fe. El Vía Crucis es una de las tradiciones más antiguas del cristianismo. El profundo significado de lo que ocurrió aquellos días en Jerusalén, ha llevado a los cristianos desde entonces a considerar todos y cada uno de los pasos de Jesús antes de morir en la cruz. No es una historia agradable, es cierto, pero su conocimiento y meditación ayudará a los niños a ser más agradecidos y menos egoístas. Deben entender que, en la vida, seguir a Jesús no siempre es fácil. Solo es para valientes e intrépidos corazones, como los suyos, de jóvenes que no tienen miedo de lo que puedan pensar los demás de su condición de cristianos, solo es para niñas y niños dispuestos a sacrificarse por el incondicional amor de Dios. Entenderán que ese amor infinito le hacía a Jesús soportar todo aquello con una energía extraordinaria. Los niños deben aprender que el amor es el gran secreto, ese ingrediente que no puede faltar en su mochila, para ese largo y tortuoso camino que nos lleva hacia la Cruz, y la Cruz la única llave que abre las puertas del perdón, de la misericordia, de la esperanza, y de la paz. Pero para estos niños de San José ya no hay nada imposible, pues en este Vía Crucis los más inocentes van a tener la posibilidad de recordar de una forma muy especial la pasión, muerte y resurrección de Jesús. Se trata de un camino de oración y vida con un mensaje muy claro de PAZ y esperanza. «Dejad que los niños se acerquen a mí y no se lo impidáis, porque solo de ellos es el reino de los cielos», dijo el Señor Mt 19, 14.
El próximo viernes, las nuevas generaciones ceutíes van a vivir con ilusión el mensaje de la pasión y muerte de Jesús, portando sobre sus tiernos hombros infantiles a un Cristo "vivo", real, de dimensiones y peso proporcionales a sus estaturas. Dijo Jesús: «Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios» (Mateo 5, 3-10), por eso solo ellos serán, como en las tres ediciones anteriores, los auténticos protagonistas del evento religioso, llevando en una parihuela a Nuestro Padre Jesús de la Salud, que representa el momento de la 1ª estación, donde Jesús es condenado a muerte.
La imagen del Cristo, que estrena túnica morada de raso, es de madera policromada de algo menos de un metro de altura, obra del escultor sevillano Marco Antonio Humanes, y propiedad de uno de los niños que participaran en el acto, que la cede y comparte con gusto para disfrute de la comunidad. Cada niño leerá las 14 estaciones y sus correspondientes reflexiones adaptadas con cariño y acierto a su mentalidad. Este acto pretende que los menores crezcan teniendo a Dios como Padre y sintiéndolo como ese gran amigo, que nunca les va a fallar. Se trata por tanto de un excelente corolario del tradicional catecismo infantil, escrito con un léxico acorde a su edad y con dibujos e ilustraciones coloreadas.
Así, por ejemplo, en el texto reflexivo que leen los niños en la X Estación, cuando Jesús es despojado de sus vestiduras, dice: «También nosotros tenemos que despojarnos de nuestras vestiduras. Porque muchas veces llevamos ropa de marca caprichosa que cuesta mucho dinero. Jesús era pobre pero su ropa se la sortearon con avaricia los soldados. A veces nuestra ropa cara la hacen niños del tercer mundo que explotados dejan de ir a la escuela para ganar dinero. Después, cuando se hacen mayores no tienen ni dinero ni estudios. ¡Basta ya de injusticias!».
El evento tendrá lugar solo en el interior de la iglesia de San José. Los organizadores hacen un llamamiento para que los niños vengan a la casa de Dios acompañados de sus familias, para que vivan con ellos la experiencia de recordar con amor y agradecimiento lo mucho que Jesús sufrió por nosotros para salvarnos del pecado. Decía San Juan Pablo II que «La Iglesia encomienda la tarea de evangelizar, de manera muy especial, a los niños». Por eso, si enseñamos a rezar a los más pequeños, y los motivamos para que lleven con sus hombros la parihuela, es como si ellos cargaran con las cruces de cada día, recordando las estaciones o pasos de Jesús hasta su muerte en la Cruz. Si conseguimos esto, pronto caerá para siempre el tupido velo negro de la oscuridad, que nos llevará a la luz gozosa de la Victoria Pascual, llegaremos con el olivo y la palma en la mano, a ese Domingo de Ramos tan ansiado en el que dará comienzo la Semana Mayor, esa gran semana en la que pondremos desde hoy en adelante, siempre con nuestros hijos, nuestro mejor esfuerzo, nuestra ilusión más ferviente, y nuestra fe más sincera.