Categorías: Opinión

¿Sindicalistas? éstos no, gracias

La evidencia muestra que cualquier generalización es injusta. Pero a veces se dan una serie de circunstancias que incitan a la sociedad a formarse una opinión “generalizada” sobre cualquier colectivo. Cuando esto sucede, TODOS los integrantes de ese colectivo salen perjudicados, cuando la realidad es bien distinta.
Uno de los colectivos más denostados por la ciudadanía es el formado por los sindicalistas “profesionales”, que son aquéllos que parece que han hecho de su militancia sindicalista una profesión. ¿Es justo ese estigma?
La creación de los sindicatos fue necesaria. En momentos en los que los trabajadores estaban absolutamente indefensos ante el abuso y hasta el “uso” de los patronos, que aquéllos se unieran para tratar de impedir los atropellos de éstos fue de justicia social. Pero, a través de los años, hasta las más loables intenciones terminan prostituyéndose por la acción de determinados elementos, y el sindicalismo es una de ellas.
La percepción que tiene la ciudadanía es que la lucha sindical se ha convertido en una guerra entre “vagos y cabrones”;  que los sindicatos se han convertido en uno más de los actores políticos que viven del dinero de todos; y que se preocupan mucho “de los trabajadores”, y nada “de los que trabajan” (entre los que están también, cómo no, los autónomos, las amas de casa, los ciudadanos de a pie…); que los sindicalistas son personas que, gracias a haber sido elegidos, no dan “palo al agua”, no están sujetos a horarios, les rigen condiciones laborales diferentes al resto, tienen un estatus superior, y cobran como el que más, y a veces más que el que más. Y, además, llegado el momento “venden” a los trabajadores si ello interesa a su sindicato o a ellos mismos. ¿Cómo se ha llegado a esta situación? Veamos.
En los EREs andaluces, “ahora” se sabe que los sindicatos que pertenecían a los comités que tenían que firmar las “actas de defunción” de los puestos de trabajo en cuestión, recibían (legalmente, pero de dudosa legitimidad) el 3% del fondo de reptiles destinado a las indemnizaciones por despido. En total, y solo en Andalucía, unos 21 millones de euros. Dinero que tenía que ir a las economías de los que iban a quedar en paro, han ido a las arcas sindicales. Y lo que se pregunta el ciudadano es: ¿En cuántas negociaciones con la patronal o con el Gobierno no habrán exigido “su parte” a cambio de certificar su “nihil obstat” a los despidos masivos? ¿Necesitan los sindicalistas ese dinero para poder sobrevivir? Sigamos viendo.
Según publica Periodista Digital, “los ingresos del líder de UGT de Madrid, José Carlos Martínez, ascienden a 181.000 euros anuales, de los que 72.000 euros lo son como Consejero de Caja Madrid (ahora Bankia), y 109.000 como consejero en consejos paralelos de la entidad, como su Fundación. Además, desde el pasado mes pertenece también al Consejo de la Corporación Cibeles, lo que le supondrá llegar a los 198.000 euros al año”. Y ello gracias a que pertenece a esos Consejos como miembro del “tercio sindical” de la entidad Caja Madrid. No parece que el Sr. Martínez (ni la UGT) necesitase del fondo de reptiles de ningún ERE para sobrevivir, además de que como ejemplo de sindicalista deja mucho que desear, aunque hay que reconocer que sabe gritar cuando le ponen una tribuna y un micrófono delante.
Estoy firmemente convencido de que nada de lo anterior les es ajeno a los dirigentes sindicales. Y que saben que, si el concepto que tenemos los ciudadanos de nuestros políticos es malo, el que tenemos de los sindicalistas es nefasto. Por ese motivo, por el casi nulo apoyo que tienen, las manifestaciones de ayer domingo, de nuevo y lamentablemente, fueron un fracaso, y por el mismo motivo no se atreven a convocar una huelga general. No la secundarían ni sus afiliados.
Insisto en que no se debe generalizar, y seguramente muchos de los enlaces sindicales, liberados, etc. se ajustan al perfil que se espera de ellos. Pero, al igual que ocurre con los políticos, a quienes dediqué título parecido la pasada semana en esta misma columna, unos pocos de ellos hacen que entre los ciudadanos se esté convirtiendo en clamor la sensación de que, sindicatos, vale. Pero…“¿sindicalistas? Éstos no, gracias”.
POSDATA.- Sr. Rubalcaba: El rechazo de la sociedad en general hacia los sindicatos no forma parte de ninguna estrategia del Partido Popular, como usted ha afirmado el sábado. Aunque a usted no le convenga, muchos de los ciudadanos todavía pensamos en libertad. Y los sindicatos se han ganado a pulso ese rechazo, entre otras cosas por haber vendido su noble misión a cambio de cantidades ingentes de dinero público, seguramente legal, pero no siempre legítimo.

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