Categorías: Opinión

¿Ser hombre de partido o por el contrario ser hombre de ideas?

Yo siempre he creído, y sigo creyendo, que la pertenencia a un partido u otro, depende tan solo de una personal y distinta interpretación de cómo debe ser la vida social que llevamos. Diferencia de principios que no exigen enfrentamientos, sino que cada uno puede seguirlos libremente sin estorbar a nadie. Por ello, resulta más que curioso, que una de las cosas que al parecer más sorprende a las gentes es que una persona afiliada a un partido no se considere enemigo de aquellos que mantienen una actitud e ideología diferente. Como si ser de un partido determinado, exigiera un enfrentamiento irreducible e intransigente hacía los que han optado por otro. Esta última forma de pensar, mantiene la consideración de que la lucha es la forma normal de convivencia en sociedad, ya que no cabe esperar otra cosa del interés personal de cada uno.
Y en este escorzo mínimo de análisis, he recordado un magnifico articulo de Julián Marías, donde consideraba que la política no debe ser nunca intolerante ni intransigente, sino que aun discrepando se debe ceder en lo aconsejable, buscando el consenso y la cooperación de todos aun cuando existan cuestiones irrenunciables que son a fin de cuentas la justificación de la afiliación a un partido político. Por ello, no debían ser razonables algunas expresiones, como aquellas que dicen que los partidos hace tiempo que han renunciado a la puridad de sus ideas.
Porque…si esto fuera a si ¿Qué justificación se tiene para pertenecer a una u otra formación política?. ¡Ninguna, ya que solo primaría alcanzar el gobierno a toda costa sin otro tipo de responsabilidad que no fuera el egoísmo personal! Hay exigir sobre todo el respeto a las personas como tales y a la necesidad de verdad. Si se las manipula como cosas, se puede tener un éxito momentáneo que siempre esta avocado al fracaso, como actualmente esta sucediendo. ¡Es el problema de los amigos a sueldo!
No obstante, dicho lo anterior, no cabe duda que debemos detenernos en sus realidades, ya que los partidos siempre existirán en un estado democrático. Pero el aumento de nuestra deuda publica, que ha llegado a hacerse opresiva e intolerable para los ciudadanos, nos exige un detenido análisis de nuestros políticos y sus intereses. ¡No nos engañemos existe una cierta quiebra social entre la casta política actual y los ciudadanos que la mantenemos!
Por ello lo primero que debemos examinar es a quienes emiten y sustentan la política de los partidos actualmente. Ya lo decía Aristóteles que a la política, solo debían dedicarse aquellos pocos que superadas sus necesidades podían dedicar tiempo suficiente a ella. Porque solo ellos, son los que pueden buscar la paz y seguridad necesaria para disfrutar de las comodidades alcanzadas por la sociedad. No es el caso actualmente. ¡Los amigos a sueldo son numerosos!.
Quiebra por tanto la idea del hombre de partido. Máxime cuando alcanzado el gobierno se olvidan las ideas que le dieron razón de ser, y su actividad esta únicamente dirigida a satisfacer intereses económicos y personales. Rehúsan afrontar los verdaderos problemas reales que aquejan a la sociedad, transformando lo sustancial que significa el partido por la defensa de su status quo individual.
Consecuentemente, asistimos a una profesionalización de la política como una profesión más, económica y personal. Y esto es una consecuencia lógica de la propia dinámica interna del partido. Porque el partido, siempre lo he dicho y mantenido: “Se funda en la unidad de ciertas ideas de determinadas personas que se unen en una asociación de ayuda y protección mutua”. Sin embargo el nombramiento de un comité ejecutivo cierra, como si de una caja china se tratase a dicha asociación Porque… este grupo responsable del partido designa a su vez a un presidente, quien a su vez anula y cierra dicho comité haciéndole servil. Automáticamente, el comité solo pertenecerá aquel a quien el presidente decida. Aparecen entonces los intereses cruzados de todos ellos, lo que permite y facilita que el presidente adquiera un derecho irrevocable que se impone a los demás.
Surge de esta manera una verdadera facción personal, que se organiza conforme a la amistad o enemistad con dicho presidente. Y los componentes más próximos a esta figura del presidente, poco a poco se convierten en políticos de interés personal. Se limita de esta manera a los demás, la libertad de pensar, y de expresar lo pensado, que se considerara funesta para el poder del presidente del partido. ¡Solo una mera obediencia pasiva es la obligación de los demás!...
Y curiosamente, son los verdaderos fieles del máximo dirigente, que por regla general jamás fueron los que pensaron seriamente en la idea que originó la formación de un partido los que dirigen. Es más, la mayoría solo han visto en él una forma de medrar fácilmente y alcanzar pingües beneficios personales. ¡Imagen, poder ó economía personal: “Nada más buscan”!. Y para ello, asumen una representación de todos los demás, que siempre escondiendo su ambición personal sujetan previamente a cualquier decisión del presidente que puedan adoptar.
Hay un adagio popular que dice que una mentira hace ciento. Y si observamos las palabras que muchos de nuestros actuales políticos dicen, veremos que en nada se equivoca este adagio popular. De esta manera, sufrimos una maldad que viene de una radicalidad con la que pretenden ocultar otros verdaderos intereses personales. Y por ello, fingiendo falsas realidades públicamente para sostener su imagen, no encajan sus discursos con la realidad que nos rodea a todos los demás.
Todo lo anterior nos obliga a aceptar que la actual política se funda en última instancia en la opinión pública, y nadie es realmente popular si no se le otorga antes el relieve necesario para subir a la tribuna. De aquí, esa necesidad de salir siempre en los medios de comunicación, al precio que sea. Es por ello, que la propaganda, esa siniestra manipulación de la opinión publica, busca simplemente manipular a los hombres mediante la demagogia y la mentira convirtiéndose en la verdadera herramienta política de nuestros hombres públicos. Luego, no nos sorprendamos si esto es lo único que buscan muchos de nuestros actuales políticos.
Lejos quedan aquellos hombres que se distinguían por memorables hechos, que buscando asegurar la paz, la libertad y la seguridad de las gentes y de las generaciones futuras. Hombres a los que la historia siempre ha honrado y respetado.
Sin duda…¡Tenemos, lo que hemos consentido dejar crecer entre nosotros!. ¡Y en nuestra casa se esta empezando a dar síntomas de lucha por la posible sucesión!. ¡Y quienes lo acepten no tendrán mas remedio que callar y aguantar el previsible resultado que los necesitados y oportunistas nos impongan!. Por eso…¡Adiós, a los verdaderos hombres de partido!

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