La familia de Khalid, el argelino fallecido al intentar colarse en un barco, ha venido a Ceuta desde Francia para repatriar su cadáver. Quiso escapar para ayudar a su hermano inválido
Khalid quería viajar a Francia, en donde reside desde hace tiempo su hermano. Un buen día decidió que había llegado el momento de dejar Argelia, de emprender ese periplo clandestino que puede conducir al sueño esperado o a la muerte. Es el camino de la incertidumbre. La vida sobre un péndulo que nunca se sabe cuándo va a parar. Pero Khalid no tenía miedo. Echó el cierre a su puesto de cosméticos con el que conseguía mantenerse en Argelia y siguió la ruta de muchos de sus compatriotas, directo hacia la puerta de Ceuta.
Tenía 27 años y mucho mundo por recorrer. En el CETI ese mundo se paró, como se ha parado para muchos argelinos que no encuentran la forma de salir de Ceuta más que arriesgando sus vidas colándose bajo los camiones de mercancías o en los barcos. “Hablábamos casi todos los días, nos escribía por Facebook. El 14 de febrero dejó de comunicarse con nosotros”, cuenta Nabil, su sobrino, que ha llegado a Ceuta desde Francia para reconocer el cuerpo de su tío y preparar todos los trámites para repatriarlo a Argelia para que pueda ser enterrado junto a su padre. “Hace cuatro meses que murió, Khalid no pudo verlo más”, cuenta emocionado.
Ese 14 de febrero en el que Khalid dejó de comunicar con sus familiares, el péndulo de su vida decidió pararse. Este joven argelino había comprado un traje de neopreno para hacer windsurf y decidió arrojarse al mar junto a otro compatriota para intentar colarse en el ‘Balearia’, el ferry admirado por todos los inmigrantes que lo ven como el pasaporte, a primera hora de la mañana, para marchar al otro lado. “Días antes nos había dicho que lo iba a intentar, que iría a ver a su hermano a Francia para ayudarle, porque le faltan las dos piernas”, explica Nabil en una entrevista con El Faro.
Pero Khalid nunca más llamó. Estuvo varias horas en el agua, no pudo salir, al contrario que su compañero. “Mi tío tenía un hierro en la pierna de una operación en Argelia, se quedó paralizado, no pudo moverse por el frío”, explica Nabil. Le han contado que con varios focos intentaron buscarlo en el mar sin éxito. Así hasta que el pasado jueves su cuerpo apareció flotando en el puerto, cerca de las escolleras, el lugar que tanto había recorrido para intentar fugarse. “Su amigo pudo salir, él no”, añade.
Ahora los esfuerzos de la familia de ese joven argelino, que pasó desapercibido en nuestra ciudad, que formó parte de la inmigración invisible, se centran en conseguir que el cuerpo sea repatriado a su tierra natal, la que un buen día decidió abandonar, hipotecando su vida por un sueño nunca cumplido. Los sobrinos de Khalid han reunido el dinero para poder pagar los gastos que supondrá el traslado del cuerpo desde Ceuta a Málaga y desde allí a Argelia. Es lo menos que pueden hacer por su tío, un tío que solo quería conocer Europa, tener una vida con oportunidades, que se arrojó al mar enfundado en un traje de neopreno para ver a su hermano, para ayudarle. “Iré y estaré con vosotros”, les dijo Khalid, días antes de que el mar se lo tragara, de que el puerto que tanto frecuentaba terminara convirtiéndose en su tumba, de que el colectivo argelino perdiera a uno de sus compatriotas más queridos. Y ya son varios los desaparecidos, los que embarcaron en pateras robadas para nunca más aparecer, los que se subieron a un barco y nunca llamaron, los que se perdieron en ese camino que se sabe cuándo empieza pero nunca cómo va a terminar.