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¡Quiero ser recluta!

Cuentan mis padres, que no midiendo más de un metro, y con la media lengua que tienen los niños cuando empiezan a soltarse a hablar, me preguntaban: - Pepito. Di a estos señores qué quieres ser cuando seas grande.
Y yo respondía con voz muy alta – ¡¡RECLUTA!!. Las risas de aquellos señores me las estoy imaginando. Claro, y yo qué iba a decir; si mi padre estaba destinado en La Mola (Menorca), en un campamento de Reclutas, y ya se sabe lo que son los críos, lo imitan todo; por eso estaba siempre colgado a un palo, desfilando por el largo pasillo de mi casa con suelos de madera  y a escasos trescientos metros de la explanada donde los reclutas de la quinta de 1958 desfilaban a golpe de tambor una y otra vez, haciendo instrucción ensayando la Jura de Bandera.
Lo que en aquellos momentos ni mis padres ni yo mismo sabíamos, es que mi deseo se iba a cumplir.
Recuerdo perfectamente cuando contaba con cuatro o cinco años, ponerme a hurtadillas el gorrillo cuartelero color caqui con una borla de mi padre, arrastrar su sable por el suelo, intentar calzarme sus botas altas que lustraba a diario, juguetear con sus trinchas, enfundarme sus guantes color avellana, colocarme su gorra de plato - que siempre se me caía de un lado o de otro porque me quedaba grande -, jugar con los demás niños de los compañeros de mi padre por los alrededores del cuartel cuando él estaba de guardia, y con los soldados que les dábamos la lata, pero que al final terminábamos jugando a la pelota todos juntos, como si de un partido de fútbol entre mayores y “enanos” se tratase, soldados que me conocían por mi diminutivo, y un largo etcétera de recuerdos castrenses que guardo imborrables en la memoria.
Ya con nueve años mi padre fue destinado a Melilla, donde empiezo a tomar contacto con los Regulares. Con los de uniforme color garbanzo –extraño color para mí – y faja verde intenso.
El 15 de Julio de 1972 cumplo 17 años y cuatro días más tarde, embarco en el buque “Antonio Lázaro” rumbo a Almería alistado como voluntario en la misma unidad de mi padre, en el Grupo de Fuerzas Regulares de Infantería “Alhucemas nº 5”, para realizar el período de instrucción en el C.I.R.-6. Ya era recluta. ¡Qué contento estaba! Deseaba con vehemencia ponerme cuanto antes el uniforme y mandar una foto a casa.
Pleno verano. Instrucción, marchas, ejercicios de tiro y lanzamientos de granadas de mano, interminables teóricas, imaginarias, nuevas amistades, paquetes de comida que provenían de casa, cien pesetas de sueldo al mes que pagaban en un billete, toques de marcha a Almería, todo nuevo para mí, pero... ilusionado.
Llega mi Jura de Bandera. La recuerdo tal y como eran las que de pequeñín veía en Mahón, pero con escenario distinto. Ya no soy recluta, ahora soy soldado Regular. Aquello fue para mí como un ascenso a un cargo militar importante.
El 1 de Diciembre del mismo año, obtuve mis primeros galones. Galones de cabo que me cosió mi madre en el uniforme y en la gorra y que no perdí puntada. Mi primer ascenso.
Cuatro meses después asciendo a cabo 1º. Llega el tiempo de disfrutar del pase de pernocta. Ya un cabo 1º de Regulares con dicho pase, era todo un personaje y guardo un grato recuerdo de ese empleo porque con él conocí a la que hoy es mi mujer, una extraordinaria mujer.
Ya en 1975 ingreso de la Escuela de Aplicación y Tiro de Infantería (Toledo), en la que adquirí la condición de militar de carrera con el empleo de sargento, y llegan los cambios importantes de mi vida; mi primer destino, mi boda con mi mujer Menchu, el nacimiento de mi hijo Pedro, los sucesivos ascensos, los traslados por los diferentes destinos que esta profesión obliga y por último el nacimiento de mi nieto Guillermo el año pasado.
Ahora, echando la vista atrás, cuando han pasado treinta y nueve años desde que fui recluta y tan solo dos días que he pasado a la situación de Reserva por edad, para ser honesto, he de decir que he sido feliz en mi profesión, con sus lógicos sacrificios y sin sabores que la dureza de esta profesión exige, pero orgulloso de haber concluido la etapa de mi carrera a plena satisfacción personal. Entre mis destinos he contado con haber servido más de veintiséis años en Unidades de Fuerzas Regulares –las más condecoradas del Ejército español- (Melilla), Cuartel General de la Brigada de La Legión (Almería), Regimiento de Cazadores de Montaña “Sicilia, 67 (San Sebastián), el desaparecido Regimiento de Infantería “Fuerteventura, 56” (Fuerteventura), Cuartel General de la Comandancia General de Melilla y el Cuartel General de la Comandancia General de la maravillosa ciudad de Ceuta, donde mi mujer y yo tenemos intención de echar raíces. Entre los destinos que he citado, he tenido la oportunidad  de ejercer la presidencia del Club de Suboficiales “General Bañuls” durante cuatro años en Melilla, he realizado muchos destacamentos en el Peñón de Alhucemas, he pisado suelos de Chafarinas y Vélez de la Gomera, tierras de diferentes comunidades autónomas en el ejercicio de la profesión, e incluso tierras de otros países como Córcega, Marsella y París  con la Legión Extranjera o Kuwait e Irak en misión internacional.
Han sido muchos años dedicados a la milicia, he tenido la oportunidad y la suerte a la vez de vivir en primera persona multitud de cambios en el Ejército. En primer lugar el cambio de régimen de gobierno y posterior promulgación de la Carta Magna de 1978, en segundo lugar y sin solución de continuidad, la incorporación de la mujer en las FAS hace más de veinte años, cuyo rango más alto hoy es la de Teniente Coronel y que tan solo Francia nos supera en efectivos, la profesionalización del personal de tropa con la eliminación del servicio militar obligatorio, las diferentes leyes de Personal, la evolución de los uniformes armamento y diferente material, la presencia de inmigrantes entre nuestras filas, la proyección de muchas unidades fuera de nuestras fronteras en diferentes misiones, creando una imagen de modernización y respeto homologable con cualquier fuerza europea. En definitiva; he vivido unos cambios altamente significativos desde mi primer contacto con el Ejército hasta el día de hoy, cuya evolución se ha debido en gran medida al afán de superación constante, llegando a ocupar cada vez más un rincón en el corazón de la población civil española y extranjera.
No quisiera dejar pasar la oportunidad que se me brinda por esta Comandancia General, de decir que para mí, haber realizado mi labor como Suboficial del Ejército Español llegando a alcanzar por elección su máximo empleo, el de Suboficial Mayor, ha supuesto un verdadero orgullo. El Suboficial es un escalón intermedio fundamental dentro de la jerarquía militar, y me consta por propia experiencia que está muy bien mirado incluso fuera de nuestras fronteras. Un buen Suboficial estará siempre valorado por sus jefes y admirado por sus subordinados, pero para conseguirlo hay que dedicarse por entero tanto a nivel personal como profesional.
Sí. he sido feliz en mi carrera. Y estoy convencido que el punto de inflexión es la vocación; por eso he comenzado mi experiencia citando los vivos recuerdos de mi niñez, que han sido la cuna de mi vocación.
Otra de las claves para conseguir esa felicidad profesional ha sido el trato con los superiores, compañeros y subordinados. He tratado de no hacer nunca daño a nadie y tener el concepto de respeto como norma fundamental, así también me he sentido respetado y querido por todos, y buena prueba de ello, ha sido el que se me haya permitido sin solicitarlo, despedirme de la Enseña Nacional del glorioso Grupo de Regulares de Ceuta y depositar una corona en su monolito el pasado día 10 de Junio, en su acto interno de Viernes Regular, por lo que quedo muy agradecido a nuestro Comandante General, al Coronel Jefe del Estado Mayor y al Coronel Jefe del Grupo de Regulares. Es curioso, mi Alfa y Omega en Regulares.
Ahora que paso a otra situación administrativa, solo me quedan palabras de agradecimiento. Primero a Dios por haberme permitido vivir de esta manera y en segundo lugar al Ejército por haberme aceptado entre sus filas. Ahora he de aprender a continuar mi vida vista desde otro prisma. Ignoro cómo abordarla así es que debo formarme de nuevo. Pero me voy contento porque… como novato de la nueva situación, vuelvo a ser un viejo RECLUTA.

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