Desde luego no quiero que se vuelva costumbre el tener que contestar a escritos con gran carga crítica hacia la figura que represento como delegado del Gobierno en Ceuta, pero en este caso prefiero hacerlo para zanjar definitivamente una cuestión que alcanza tintes de falsedad, por demagoga, y que esconde algo tan sencillo de ver como es el incumplimiento de una norma contemplada en los preceptos legales de la seguridad ciudadana como es el derecho de reunión.
Señor Aróstegui, usted sabe como yo que con el solo hecho de haber registrado la comunicación de concentración 48 horas antes nos habríamos evitado todo este sainete devenido.
No es cuestión de entenderles o no, la cuestión es someterse a la legalidad y a las normas establecidas y usted, tan curtido en estas lides de organizar movilizaciones y concentraciones, las conoce al dedillo incluso tanto o más que sus socios políticos y letrados por profesión de quienes no debería dudarse el conocimiento de las leyes pese al empleo de la desmemoria interesada en situaciones puntuales como la que estamos tratando.
Mire usted señor Aróstegui, con independencia de no entrar sobre cuáles son sus intereses o servidumbres, no es mi estilo faltar a la dignidad de las personas, en estos 17 meses que llevo en el cargo como delegado del Gobierno se han producido 43 concentraciones y 10 manifestaciones cuya inmensa mayoría han sido convocadas por usted y sus organizaciones, y se han desarrollado con normalidad por haberse cumplido los preceptos legales que usted no quiso cumplir en esta ultima ocasión, usted sabrá por qué.
Conviene que los ciudadanos lo sepan y eviten ser víctimas de esta enfermedad política patológica en algunos casos como es la demagogia manipuladora. Nunca antes en tan poco tiempo se han producido tantas concentraciones y manifestaciones. No he sido yo el que haya puesto trabas cuando los plazos se han respetado tal y como establece la Ley. Las que se han denegado son exclusivamente las que no cumplía esos plazos. Y no sólo lo digo yo, ha sido ratificado por los jueces.
Para finalizar y zanjar el asunto decirle, señor Aróstegui, que esto no es ninguna batalla ni guerra en la que haya ganadores o vencidos. Le puede su dialéctica de aquellas pretéritas décadas. Nadie duda del amor a la profesión de nadie. Eso sólo se encuentra en su metodología de orador arquetipado.
Entienda que aquí nadie vence y nadie pierde. Se trata sólo de cumplir las normas y las leyes. Yo creo en ellas, ¿Y usted?
Hoy le he contestado por esta vía que es la que usted ha empleado. No pretendo hacerlo más, a título personal, a través de estos escritos. Mi puerta ha estado y está abierta para escucharle. Incluso yo espero poder llamar a su puerta. Sólo los que abrazan la soberbia como actitud y aptitud no lo hacen, y espero que usted no se encuentre entre estos últimos.
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