¿Quién desprestigia a los sindicatos?

La situación de los jerarcas sindicalistas de UGT y CCOO ya se hace insostenible. Una vez que están saliendo a la luz pública los dineros que reciben estos sindicatos por diferentes conductos así como el tren de vida que lleva la mayoría de sus conspicuos dirigentes y los años que llevan ‘liberados’, su prestigio está al nivel del suelo. Sus ingresos, sus años de liberación y su tren de vida eran los secretos más impenetrables del país. En efecto, las millonarias subvenciones que han recibido UGT y CCOO les han llevado a perder la, digamos, batalla de la opinión pública, harta de los excesos de estos sindicalistas de pacotilla. Tan cierto es este hartazgo que tan sólo el 18% de los ciudadanos confía en los sindicatos. Los diferentes gobiernos no han hecho otra cosa que engordar las arcas de estos ganapanes. Financiación obligatoria incluso sin estar afiliados a estos sindicatos. Sindicatos que han sido descalificados hasta el extremo de ser tildados de “protectores de vagos”, en palabras de Gómez Navarro.
Era un secreto a voces que en cuanto el partido popular accediera al gobierno y comenzara con todo tipo de reformas necesarias –incluida la laboral– para cambiar la faz de España y convertirla en un país del siglo XXI, los sindicatos se iban a echar al monte, como efectivamente ha sucedido. UGT y CCOO ni se molestaron en exigirle responsabilidades al PSOE por haber convertido España en una escombrera económica, social y moral. Es más, el compañero Cándido dijo en aquel entonces, en la segunda legislatura de Zapatero: “El presidente tiene el perfil idóneo para sacar a España de la crisis”. Ahora vaya usted a pedirle cuentas al maestro armero.
A nadie se le oculta que España se encuentra en una situación desesperada. Tampoco se debería obviar que esa situación desesperada es heredada, heredada de un gobierno socialista, cuyos miembros se han ido de rositas –algunos de ellos han hallado acomodo en la empresa privada–, y que ahora tienen la desvergüenza y la falta de pudor, como el tal Rubalcaba, de, en vez de meterse en un boquete fuera de la vista de los ciudadanos, exhibirse sin ningún recato ni decoro lanzando rayos y centellas contra el gobierno del partido popular y el presidente Rajoy. Ahora resulta que Rubalcaba sabe de economía y tiene las recetas para salir de la crisis y, sin embargo, no las puso en práctica en sus años de ministro en la segunda legislatura de Zapatero. Todo un verdadero espécimen de caradura. En las dos legislaturas de Zapatero han ido al paro más de tres millones de personas y 1.500 autónomos cerraron en 2011, pero Rubalcaba, en particular, y los socialistas, en general, así como los jerarcas sindicalistas, no se sienten concernidos por estas cifras escalofriantes. Ante tal panorama es necesario implantar un cambio estructural de medidas y la reforma laboral forma parte de ese cambio.
Tan cierto es que la reforma laboral es “brutal, expeditiva y desmesurada” respecto de lo que había, como que recorta privilegios, subvenciones e influencia a los sindicatos UGT y CCOO. Tal vez si se quiere salvar el cuerpo haya que amputar el miembro gangrenado. A todos nos va a salpicar la dichosa reforma laboral y habrá que apechugar con ella. Pero que los sindicatos perderán cientos de millones con ella es tan verdad como que el sol sale cada mañana por el este. Se les ha recortado el 20% en las subvenciones directas, tres millones menos a cada uno de ellos. Perderán una gran cantidad de millones en la tramitación de los EREs y, en fin, en los Cursos de Formación y Empleo. Todo eso es realmente lo que los tiene encabronados: la pérdida de influencia y de dinero. A UGT y a CCOO les importa un bledo los derechos de los parados, ellos defienden los suyos, sus derechos, y su tren de vida. Sus innumerables liberados están blindados ante los despidos y mantienen sus sueldos intactos. Por eso están llevando a cabo una estrategia de crispación social y agitación callejera, que por cierto les viene de perlas al PSOE y a Rubalcaba. Están anclados en rancios esquemas de lucha de clases.
Hay que tener mucho estómago para ponerse detrás de la pancarta con socialistas e individuos que han hecho del sindicalismo una profesión y/o llevan años sin acudir al tajo, liberados, tales como los Méndez, Toxo, Pastrana, Carbonero, José Ricardo Martínez –este elemento lleva liberado 20 años de la RENFE, y cobra 181.000 euros como consejero en Bankia–, Gil, Javier López, Antúnez, López, Aróstegui, Lobato, Palomo, Górriz, Ferrer, y un extenso etcétera. Ellos, los sindicalistas, son los que desprestigian sus propios sindicatos. Los ciudadanos que olvidan –lo escribió Alfonso Lazo–  a los artífices de sus desgracias no tienen ningún derecho a quejarse. Ellos, socialistas y sindicalistas, han sido, en efecto, los artífices de nuestras desgracias. Nuestra ruina tiene nombres y apellidos: socialistas y sus adláteres, comunistas y sindicalistas. Quizá la reforma merezca una huelga, pero en modo alguno de la mano de estos sindicalistas peseteros e impresentables (¡Denuncia los piquetes informativos violentos!).